El álamo blanco.- Cap. 15

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En el inframundo todos los árboles son negros, menos uno.

- Ahh por fin he acabado las tareas de hoy.- dijo Perséfone sentándose en su sillón de la biblioteca.
- Por lo menos tu mañana no trabajas como hacemos todos.- rechistó Hécate sentándose en otro sillón cercano.
- Es cierto, por eso me encantan los domingos.- afirmó la reina.

Cada vez que Perséfone acababa sus tareas como reina iba a la biblioteca a relajarse, a veces la acompañaba Hécate, otras Macaría y de vez en cuando Melínoe.

Después de un rato tocaron la puerta.

- Mi señora, la cena está servida, ya puede dirigirse a comer.- dijo un súbdito.
- Está bien, ya voy.- contestó Perséfone.
- Con su permiso.- respondió el súbdito cerrando la puerta y yéndose.
- Bueno, pues nos vemos el lunes Perséfone.- dijo la maga mientras se adentraba en la biblioteca y desaparecía.

Perséfone se dirigía al comedor, al pasar por la puerta del despacho de Hades decidió darle una sorpresa y entrar, así ambos iban juntos a comer. La reina abrió la puerta.

- Hades~.- susurró cariñosamente mientras entraba.

Pero al entrar se sorprendió, había una ninfa que ella no conocía hablando con Hades al lado de su silla.
La ninfa era guapa, con cabellos dorados y lisos, ojos marrones como la madera, un poco más alta que ella, su cuerpo era parecido al de Afrodita, tenía una mirada seductora y llevaba poca ropa.

- ¡Ah! Perse ¿qué haces aquí?.- contestó Hades con una sonrisa y apartando la vista de sus papeles.

La ninfa cambió su expresión, y miró a Perséfone fijamente.

- Nada, solo quería darte una sorpresa, pero parece que la sorpresa me la has dado tú, ¿quién es esa?.- preguntó la reina de mala manera.
- Me llamo Leuce mi señora, y agradecería que no me tratara de "esa".- respondió la ninfa.

Perséfone y Leuce se mataban con las miradas, había un silencio incomodo en el despacho.

- En fin, me han dicho que la cena ya está preparada ¿vamos?.- dijo el rey tratando de evitar preguntas incomodas.
- Si, por supuesto.- respondió Perséfone.
- Si me disculpan.- contestó Leuce.

La ninfa le hizo una reverencia a Hades, pero no a Perséfone, en cambio Leuce al pasar al lado de esta levantó la cabeza y se fué.
Hades se levantó de la silla y le tendió el brazo a su enfadada reina, esta simplemente sonrió y lo agarró.

Llegaron al comedor y cenaron normalmente, más tarde Perséfone y Hades acompañaron a Macaría a su habitación y se despidieron de esta, y juntos fueron a dormir.

A la mañana siguiente Perséfone se despertó y para su sorpresa, Hades no estaba con ella, era domingo, el día libre de ambos, pensó que tal vez le podría estar haciendo el desayuno como en otras ocasiones, ya que para la sorpresa de muchos a Hades le gustaba cocinar, y le encantaba cocínale a su reina.

Pero después de una hora esperándolo, Perséfone se dio por vencida, indignada se levantó de la cama, y con el camisón aún puesto fue a buscarlo, miró en la cocina, y ni rastro de él, miró en la biblioteca, allí tampoco estaba, miró en los jardines, ni pista, y al final lo encontró en los campos de ninfas, junto a Leuce, charlando sentados en el seeped, Perséfone muerta de celos, pensando como Hades había sido capaz de engañarla, a punto de gritarles a ambos y asustarlos se le ocurrió que podría escuchar la conversación y con suerte descubrir algo que le quitara de la cabeza que su rey la estaba engañando, así que se escondió detrás de unos arbustos sin ser vista.

- Y dime Leuce, ¿de qué querías hablar? ¿qué era tan importante como para citarme aquí?.- preguntó Hades.
- Quería agradecerle que me diera trabajo, de verdad, gracias.- respondió la ninfa.
- No hay de que, sabes que me llevo bien con tu padre.- contestó el rey.
- Si, él está muy contento de que trabaje para usted.- afirmó Leuce.
- Me alegro, pero si eso era todo ¿por qué no me lo dijiste ayer al venir a mi despacho?.- cuestionó Hades.
- Porque se lo quería agradecer de una manera "diferente".- destacó la ninfa.
- ¿De qué manera hablas Leuce?.- preguntó el rey.
- Pues... Quería decirle que por mucho que los mitos lo pinten malo y frio es un dios muy bueno, en todos los sentidos, y las representaciones mortales no le hacen justicia, sin duda, es usted mucho más atractivo...- respondió Leuce acercándose a la boca de Hades.- ...Le tengo envidia a su esposa.- la ninfa estaba a punto de besarlo.
- Lo siento Leuce, pero como no.- dijo el rey apartando a la ninfa.
- ¿Por qué? Su esposa no se tiene porque enterar.- preguntó Leuce atrevidamente.
- Tarde.- contestó Perséfone de pie detrás de ellos.

Hades y Leuce se sorprendieron al verla allí, antes de que ninguno abriera la boca, habló la reina.

- Para tu desgracia, Leuce, no me gusta compartir, lo que me pertenece mio es, y quien se atreva a intentar arrebatármelo... Sufrirá las consecuencias.- amenazó Perséfone.

Hades se levantó y se dirigió hasta ella, "Mi vida, yo..." dijo sin terminar, Perséfone lo interrumpió, "tú vete a nuestra habitación, contigo hablo después, primero me tengo que ocupar de ninfas atrevidas y sin vergüenzas como esta", sentenció la reina, el rey afirmó con la cabeza y se fue.

- Esto... Yo... Mi señora... Yo solo...- trató de hablar Leuce mientras Perséfone se acercaba a ella.
- Soy tu reina, y tendrás que respetarme, para ti nada de "Mi señora", para ti es "Su majestad la reina", y como me has faltado al respeto, pagarás las consecuencias.- amenazó la reina.

Unas horas más tarde Perséfone entró a su cuarto, allí estaba Hades, tal y como ella había ordenado, arrepentido por no haberse dado cuenta de las intenciones de aquella ninfa, sentado en la cama miando al suelo, pensativo y triste por haber defraudado a su reina, lo que él más quiere.

- Lo siento.- dijo Hades sin poder mirar a Perséfone a los ojos.
- ¿Sabias sus intenciones?.- preguntó la reina cerrando la puerta.
- No.- respondió el rey.
- Entonces, ¿por qué me pides perdón?.- cuestionó Perséfone.
- ¿No estás enfadada?.- preguntó Hades.
- Si, pero no contigo, tú te has negado, la has rechazado, ningún otro dios hubiera hecho eso.- respondió la reina.
- La he rechazado porque te amo a ti, porque eres la dueña de mi corazón y ninguna ninfa o diosa cambiará ese hecho.- contestó el rey.
- Lo sé, mi corazón también es tuyo, eres el único al que amo y amaré por el resto de la eternidad.- dijo Perséfone acercándose a su rey.
- Podrías tener algo mejor, ¿por qué yo? ¿desde cuando soy tan afortunado?.- preguntó Hades mientras que su reina se sentaba encima de sus piernas.
- Porque eres mi tipo, viejo y con dinero.- bromeó Perséfone besando a su rey.
- Auch, eso me ha dolido, joven diosa, debería castigarte por ofender a un rey de tal manera.- dijo Hades mientras se le escapaba una sonrisa pícara.
- ¿A si? ¿Me vas a castigar?.- rió la reina sabiendo lo que pasaría.

Hades tumbó a Perséfone en la cama boca arriba y se puso encima de ella, empezó a desnudarla a la par que a él, ambos se sumieron en besos y en amor.

Como hemos comprobado, el amor lo puede todo, o no... ¿Puede el amor vencer a la muerte?, veamos lo que el destino nos tiene preparado.

Hades y Perséfone. En el inframundo también crecen floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora