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✹ Las lágrimas son palabras que necesitan ser escritas
—Paulo Coelho.
TERMINO DE LIMPIAR EL LIBRERO QUE SE ENCUENTRA ENFRENTE DE MÍ. Pongo en su sitio el libro que acabo de termina y me siento en el sillón que acabo de colocar en la esquina.
Me detengo para observar la habitación. Se ve y se siente diferente. Las paredes las pinté de otro color porque la antigua pintura se había opacado y daba la apariencia de deslavado. El espejo que adornaba la pared lo quité y lo reemplacé por uno más pequeño. Y a su alrededor coloqué fotos de los Hargreeves, sobre todo de Cinco.
Todos estos cambios los hice conforme fueron pasando los años. Cada que me sentía triste cambiaba un objeto de su lugar. A veces mamá compraba algo nuevo para adornar la habitación y que no se sintiera tan monótono.
Cuando me enojé y destrocé toda la habitación, me arrepentí de inmediato. Toda la esencia de Cinco se había perdido por una rabieta mía. Todo lo que él había dejado, lo que había construido. Se fue desvaneciendo con el paso del tiempo. Ese era un error que iba a perseguirme por el resto de mi vida.
—¿Necesitas ayuda con algo más, cariño? —La voz de mamá me saca de mis pensamientos. Ella se encuentra enseguida de mí y me acaricia el cabello. Le sonrío.
—La habitación quedó mucho mejor, ¿verdad? —pregunté.
—Muy bella —responde—. A Cinco le agradaría bastante.
Me levanto del sillón para salir de la habitación, me detengo frente a la puerta. Mamá que venía conmigo, también lo hace. Me giró y camino directamente al par de ventanas que tiene la habitación. Antes Cinco y yo solíamos taparlas con las sábanas, para que nadie pudiera vernos desde afuera.
Desde su partida las ventanas permanecen abiertas. Así que las abro encontrándome con la primera nevada del año. Los copos de nieve caen con gracia sobre el jardín. Coloco el seguro en los marcos para que si hay viento las ventanas no puedan cerrarse. Me quedo admirando nuestro patio trasero por un momento.