¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
⁑
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
✦La esperanza es el sueño del hombre despierto.
—Aristóteles.
SOSTENGO EL LIBRO DE VANYA EN MIS MANOS. Por alguna razón mi padre tenía uno en el estante de la planta baja de la mansión. No tenía idea de que Vanya le había enviado una copia sabiendo lo que él opinaba sobre lo que hizo.
No juzgo sus acciones y tampoco estaba enojada con ella por lo escribió. La verdad era que no lo había leído. No me interesaba su versión de los hechos, no en este momento porque traería consigo recuerdos que no quería revivir. A lo mejor más adelante, cuando haya resuelto mis propios problemas podría darle una oportunidad.
—Me imaginaba que de nuevo se encontraba aquí, joven Maia —dijo Pogo. Volteó a mirarlo dándole una sonrisa tierna.
—Voy a empezar a creer que no quieres que regrese —sentencié. Ambos soltamos una pequeña risita.
—Nada de eso, joven Maia —contestó—. Ya sabe, es difícil y raro porque es la única que viene seguido a la academia desde que todos se fueron. —Sentí como las palabras le pesaban.
—Soy la ganadora —expresé con una sonrisa—. Soy la última que queda.
Todos se fueron. Nunca me había detenido a pensar en lo silenciosa que se volvió la academia desde que Luther se fue a su misión en la luna. De cierta manera lo extrañaba. Al principio, cuando éramos niños, nos convertimos en enemigos y después, al crecer terminamos siendo los mejores amigos.
Alcé el libro de Vanya—. ¿Mi padre lo ha leído? —pregunté. Pogo suelta el aire.
—Podría hacerle la misma pregunta, joven Maia —dijo con calma— ¿Usted lo leyó?
—No. No lo leí —contesté sin darle mucha importancia—. Así que puedo estar segura de que mi padre tampoco lo hizo. Y ahora ambas preguntas están contestadas.
—Lo he visto venir a ver la portada y leer la dedicatoria —informó—, pero después vuelve a colocarlo en su lugar y regresa a su oficina.
—¿Cómo está él? —pregunté tratando de cambiar el tema—. ¿Come bien? ¿Se está cuidando? ¿Qué tal le va con los medicamentos?