16. Preparado

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Conway
—Y si vamos a la playa —dijo Torrente, aburrido, mientras balanceaba una pierna sobre la otra en su silla.

—Ni de coña —respondí tajante, girando mi silla hacia él.

Volkov se rió mientras jugaba con un lápiz. Greco, sentado en una esquina, se inclinaba demasiado hacia atrás, como si el peso del aburrimiento lo estuviera tumbando.

—Joder, playa no—Greco dejó caer el lápiz y suspiró.

—Ni para esto sirvo —murmuró mientras se agachaba a recogerlo. Se levantó bruscamente y miró alrededor.

—¿Vamos a patrullar o a meter porrazos?—Esa idea me animó. Me puse de pie de inmediato.

—Eso suena mejor. ¿Y a quién le damos porrazos? —preguntó Volkov con una sonrisa cómplice.

—Vamos a ver si alguien roba un coche y le empapelamos —propuse, abrochándome el cinturón del uniforme.

Salimos del despacho, y allí estaban Diana, Gustabo y Horacio. Diana iba espectacular, con el pelo suelto largo negro cosa que pocas veces podíamos ver y con una camiseta roja. Todos, sin excepción, se quedaron mirándola.

Greco apenas pudo disimular, y yo hice un esfuerzo por no fijarme demasiado. Me acerqué al grupo, tratando de ignorar la tensión evidente.

—¿Qué hacéis aquí? ¿No es vuestro día libre? —pregunté observando la escena.

Horacio, que miraba fijamente a Volkov, se giró bruscamente hacia mí con una expresión exagerada.

—¡Dale, Horacio! ¿Qué haces con los problemas? —dijo Gustabo, animándole, mientras Sienna se tapó la cara con vergüenza.

—¡Me los como! —gritó Horacio, lleno de entusiasmo.

Diana se echó a reír mientras Horacio se dirigía eufórico hacia Volkov.

—Bueno, yo voy a ver cómo le sale la jugada a Horacio —dijo Gustabo antes de marcharse, dejándonos solos a Diana y a mí, Greco también fue con Gustabo y Torrente.

Ella cruzó los brazos y me miró con una ceja levantada.

—Va a declararse a Volkov —dijo con calma, pero con un toque divertido en su voz.

—¿En serio? —Eso no me lo esperaba.

Diana sacó su móvil y comenzó a teclear rápidamente.

—Exacto. Le ha rechazado —suspiró tras leer algo en la pantalla.

Yo me reí. No pude evitarlo.

—Bueno, voy a consolar a Horacio antes de que haga alguna tontería. —Se fue hacia él y le dio un pañuelo, siempre atenta.

Yo, por mi parte, me dirigí a Volkov, que estaba en mi despacho con Torrente.

—¿Le has rechazado? —pregunté mientras entraba.

Volkov suspiró, evidentemente agotado.

—¿Ya lo sabes?—Asentí mientras me apoyaba contra la puerta.

—Le he dicho que no estoy preparado— Me quedé callado mirando a los otros dos.

—Eso significa que tal vez en el futuro sí —intervino Torrente, con su habitual tono despreocupado.

—¿Pero te gusta? —añadí, sin rodeos, impresionado por la respuesta evidente.

Volkov miró al suelo, evitando nuestros ojos.

—No lo sé. Lo importante es que ahora no quiero. Ya está.

Diana
Fuimos a un bar esa noche. Horacio pidió vodka, Gustabo una cerveza y yo un roncola. Nos sentamos en una mesa al fondo, lejos del bullicio. Apenas habíamos empezado a beber cuando recibí un mensaje de Conway.

Hola, ¿qué haces?—Le respondí rápido.

Estoy en un bar con Gus y Horacio. ¿Y tú?—No tardó mucho en contestar.

Esperando que pase algo interesante—No pude evitar sonreír.

¿Te aburres y piensas en mí? Eso me halaga.— Me aseguré rápidamente de que no se daban cuenta de que hacía.

Eres mi mejor recurso para el aburrimiento— Volví a sonreír sin darme cuenta.

Antes de que pudiera responderle, Gustabo me quitó el móvil de las manos y comenzó a leer los mensajes en voz alta, burlándose de mí.

—¡Dame eso! —le reclamé, arrebatándole el móvil de un tirón. Por suerte, Conway estaba guardado como 🤍 cosa que nadie esperaría que fuese él.

—¿Estás enamorada? —dijo Gustabo entre risas, pero con un tono curioso que no pudo disimular.

—No digas tonterías —respondí, evitando mirarle directamente.

—¿Quién es? ¿Lo conozco? —preguntó, inclinándose hacia mí con expresión interesada.

—No es nadie, déjalo— Suspire mirando a Horacio como recurso aunque ya iba completamente borracho.

—Eso significa que lo conocemos seguro— Se echó hacia atrás y me observó con una sonrisa traviesa

—Estás enamorada, se te nota— Horacio se acercó curioso.

—No estoy enamorada —insistí, aunque sus palabras empezaron a hacerme dudar.

—Ni tú misma lo sabes— Tenía tanta razón que me separé de ellos para ir por algo de beber.

Seguimos bebiendo, pero el ambiente cambió después de ese comentario. Horacio no pudo más y terminó desmayado sobre la mesa. Gustabo y yo lo llevamos a rastras hasta el coche y luego a casa.

Lo dejamos en mi cama, y Gustabo se quedó durmiendo a su lado. Yo me acomodé en el sofá, con la televisión apagada, pensando en lo que Gustabo había dicho.

Era absurdo. Es mi jefe. Pero también es alguien muy especial. En los últimos meses se había vuelto una de las personas más importantes en mi vida, pero no sabía si ese cariño era solo eso o algo más profundo. De todas formas, él nunca me vería como algo más que una amiga y compañera. Suspiré y cerré los ojos. Mejor dejar de pensar en tonterías, no estoy preparada.

Conway
A las siete de la mañana, la comisaría estaba desierta. Torrente había salido de fiesta, Greco estaba en patrulla, y Volkov seguía raro desde lo de ayer. Decidí que, si no había nada que hacer, podía ir a casa de Diana.

Conduje hasta su casa en el patrulla. Al llegar, encontré la puerta entreabierta. Entré con cuidado y la vi dormida en el sofá, con una manta mal colocada sobre los pies. Subí al cuarto y encontré a Gustabo y Horacio abrazados en la cama como dos niños pequeños.

Sentí una mano fría tocarme el brazo.

—¿Hola? ¿A qué has venido? —Era Diana, despeinada, con la misma ropa de ayer.

Se frotó los ojos y bostezó antes de ir a la cocina. Yo la seguí, algo incómodo por lo inesperado de la situación. Regresó con dos tazas de café y me ofreció una.

—Toma. Bueno, ¿me vas a decir por qué estás aquí? —preguntó, sentándose frente a mí.

Pensé en una respuesta, pero la verdad era demasiado simple.

—Porque no había nada mejor que hacer en comisaría— Ella levantó una ceja, divertida.

—Esperamos a los chicos, ¿o vamos a comisaría?—Negué con la cabeza.

—Vamos ya—Se levantó de inmediato.

—Me cambio en la comisaría— Empezó a peinarse mientras cogía las llaves y salía de casa.

La llevé en el patrulla, y una vez allí, se cambió rápidamente. Salimos a patrullar, y el día fue más movido de lo que esperaba. Un coche robado y un intento de atraco a un banco llenaron nuestras horas hasta que cayó la noche.

✨✨✨No lies ✨✨✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora