O1. The 1

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Había pasado una semana desde que Billy había sido un completo imbécil, aquella carta que había escrito en un acto completo de desesperación le había costado caro pues ahora tenía que soportar ver a Steve de un lado a otro con la mirada perdida y con una sonrisa forzada que se volvía genuina cuando estaba con ella. La boba Nancy Wheeler que sujetaba con fuerza la mano de Jonathan, pero con frecuencia le regalaba una mirada enternecida y una sonrisa cálida a su chico. 

Se frenó en seco al entender su propio pensamiento, había estado caminando en su dirección hasta que sintió la confusión y molestia en esos enormes ojos de venado que antes brillaban en su presencia y que ahora parecían dos armas mortales. 

Hargrove dio la vuelta para volver a ignorarlo como lo había estado haciendo todo ese tiempo, aunque la realidad es que deseaba correr hacia él para escuchar nuevamente  su voz fastidiada antes de reírse a carcajadas por cualquier tontería que el californiano dijese. Pero ahora solo debía fingir que no existía y aquello lo estaba matando, era como un adicto en abstinencia que realmente necesitaba volver a sentir esa adrenalina y felicidad para vivir. 

La hora de gimnasia había llegado, Billy no pudo soportarlo más en el momento que vio a Harrington con aquellos pantaloncillos cortos que le hacían mucha justicia a su trasero, y en especial a su piernas largas que sin esfuerzo alguno siempre conseguía mantener en forma.
Sus pensamientos se desviaron a un camino completamente erótico causándole calor en la entrepierna y un excesivo nerviosismo al sentirse expuesto frente a todos en la cancha. 

No podía dejar de mirarlo, seguramente lucía como un acosador y lo era, en esos últimos días se había convertido en uno pues a donde Steve fuera, Billy lo hacía también siempre oculto a muchos metros de distancia y otras veces como una absurda casualidad que siempre le ponía los pelos de punta. 

Volvió a la realidad en el momento que sus miradas se encontraron, Steve esbozó una sonrisa burlona y Billy lo entendió todo, no había nadie que conociera su comportamiento mejor que Harrington, sabía bien en el momento que estaba excitado, enojado o simplemente en paz. Y en aquellos momentos con una erección entre sus piernas, pudo notar la diversión de Steve mientras negaba con la cabeza y pasaba sus dedos entre su sedoso cabello largo. 

Billy maldijo para sus adentros, estaba jodido de muchas maneras y no podía ocultárselo a la persona que provocaba todo eso en él. 

El partido comenzó, como siempre de un lado Steve y el grupo de perdedores que no conseguían encestar ni aunque la canasta estuviera a sus pies. Por el otro lado, el grupo de Billy lleno de engreídos matones que sabían bien cómo moverse en la cancha. 

Ya habían tenido una plática sobre eso, Billy solía decirle que abriera más los pies y tuviera más fuerza al caer para evitar que pudieran derribarlo con facilidad pero simplemente parecía que la princesa elegía ignorar cada consejo que salía de su boca. 

—¡Harrington, cúbrelo!—gritaba el entrenador completamente frustrado. 

Billy no pudo evitar sonreír al notar la distancia que marcaba el chico para evitar estar cerca suyo, tomó eso como ventaja entrando a su territorio infinidad de veces y consiguiendo encestar cada una de ellas. 

Se acercó por detrás de su cuerpo intentando tomar el balón pero por primera vez Steve decidió hacerle caso al plantar bien los pies y poner todo su cuerpo en contra evitando caer y provocando que sus cuerpos se rozaran lo suficiente para encender algo en ellos, no hizo falta hablar tan solo el sonrojo en las mejillas de ambos lo dijo todo. 

Seven [Harringrove]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora