Sanando Heridas

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En pocas ocasiones había alguna tormenta eléctrica en San Marcos, y aquella noche era una de esas. Del cielo se derramaba agua sin parar, cada cierto tiempo hasta los horizontes más lejanos se destacaban iluminados por los truenos y relámpagos que alumbraban lo que habitualmente sería una noche oscura. El viento hacía que la lluvia cayera con fervor en los ventanales de cristal que se encontraban por toda la casa. No tan fuerte como para impresionar, pero sí lo suficiente como para no pasar por desapercibida.

La hacienda era una fortaleza y estaba hábilmente construida con material resistente a desastres naturales, la corta tormenta, pronosticada tan solo para unas cuantas horas de la noche, no era motivo de alarma. Al contrario, la vegetación de la zona, los ríos y arroyos, podrían beneficiarse del agua tras unos meses de sequía absoluta. Por este motivo todos dormían y seguían con sus rutinas nocturnas como de costumbre.

Luego de una velada tranquila con su familia, ya pasada la medianoche, Sara dormía abrazada a su marido. La noche estaba un poco más fría que de costumbre gracias a la tormenta. El calor que irradiaba el cuerpo de Franco, pegadito al de ella, la confortaba y concebía que pudiese dormir más relajada y a gusto.

Sara abrió los ojos tras escuchar algo que interrumpió su sueño. Al comienzo pensó que se trataba del viento azotando más fuerte los ventanales de la habitación. Una vez pudo despertar completamente, se dio cuenta que el sonido era emitido por su esposo. Lo que Franco decía no era del todo audible o descifrable. Sara creyó escucharlo decir: "para..." mientras su respiración se entrecortaba con la agitación de lo que vivía en aquella pesadilla, "basta," le escuchó decir claramente.

Ya habían pasado cuatro meses desde el regreso de Franco a su hogar. Pero todas las malas experiencias que vivió en Qatar todavía lo perseguían. Ya no con la misma intensidad del comienzo, sin embargo, algunas noches seguía teniendo pesadillas o simplemente malos recuerdos mientras dormía. Tres meses atrás, a insistencia de Sara, había empezado a tener sesiones con un terapeuta experto en trastorno de estrés postraumático. Al principio, Franco no quería ayuda de nadie que no fuese Sara o su familia, pero con la frecuente aparición de sus malos recuerdos, y con la facilidad que un momento de tensión lo transportaba a aquellos momentos que deseaba no revivir, se vio forzado a aceptar ayuda profesional.

En San Marcos no existía nadie correctamente capacitado para ayudarlo. Su esposa se dio a la tarea de encontrar a alguien que pudiera guiarlo a superar sus traumas y que lo ayudara a vivir con su pasado sin que afectara su presente, ni su futuro. Tras una corta búsqueda, con ayuda del Dr. Madero, Sara encontró a un doctor que laboraba en la capital. Franco fue hasta allí, acompañado por ella, para sus primeras dos citas. Ella lo esperaba pacientemente en la sala de esperas mientras él se veía con el doctor.

En su segunda cita, Franco estaba mucho más relajado que en la primera y ya parecía haber entrado en confianza. Al finalizar la segunda cita, Franco le informó a Sara que él y el doctor habían llegado a un acuerdo de tener citas virtuales dos veces a la semana en vez de tener que trasladarse durante horas todas las semanas. Sara solo quería el bienestar de Franco y que él se sintiera cómodo con la persona capacitada para ayudarle. Luego de seis semanas de terapia, Franco había demostrado un avance y desarrollo extraordinario. Su incomodidad en momentos de alta tensión había desaparecido por completo. Aún seguía teniendo una que otra pesadilla, pero le costaba menos tranquilizarse una vez se despertaba. El tener a su esposa, casi siempre, a su lado cuando despertaba, lo ayudaba bastante, ella era su ancla, su imán a la tierra y la realidad en la cual él era el hombre más dichoso y feliz.

Actualmente, Franco tenía cita una vez por semana, y ya lo consideraba como una hora para charlar y expresarse en vez de verlo como un deber o una tarea más que tenía que realizar. Su esposa se sentía extremadamente orgullosa del progreso y la fortaleza que, a pesar de todo, Franco seguía manteniendo.

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