Sanando Heridas - Tercer Acto

2.3K 70 96
                                    

Tras una cabalgata matutina por la hacienda y sus alrededores, Sara estaba llegando a casa justo a tiempo para desayunar con Gaby. Le encantaba sentir el aire fresco a primera hora de la mañana y había aprovechado que Franco no se encontraba en casa para madrugar y empezar su día más temprano de lo que últimamente tenía acostumbrado hacerlo.

Sara se bajó de su majestuoso caballo negro y con una caricia por su pelaje se despidio de este, "Adios, Sexto. Nos vemos más tarde, después de tu aseo," le prometió al caballo. "¿Me lo llevas a las caballerizas por favor?" Le encomendó Sara, amablemente, al vaquero que se encontraba allí para recibir al caballo.

"Claro que sí, patrona," recibió Sara como respuesta en cuanto el vaquero tomaba las riendas del caballo y empezaba a dirigirlo hacia los establos.

"Gracias," dijo Sara mientras se quitaba el sombrero, color caramelo, que llevaba puesto y empezaba a caminar bajando las escaleras de piedra para llegar hasta la entrada de su casa.

Antes de llegar a la puerta, Sara sintió el celular vibrar en su pantalón. Está lo sacó del bolsillo donde lo llevaba y vio que se trataba de su madre quien,

por cuarta vez, en los últimos tres días, la llamaba para intentar hablarle después de lo que había ocurrido en la hacienda Reyes durante la reunión por el cumpleaños del abuelo.  

Sara simplemente presionó un botón silenciando la llamada, aún no tenía ganas ni ánimos para enfrentarse con su mamá, ni siquiera por teléfono. Esta volvió a guardar el celular y entró a su casa atravesando una de las puertas de cristal. Sara vió que Gaby ya se encontraba sentada en la mesa esperándola para tomar el desayuno.

"Buenos días, mi amor. ¿Llevas mucho tiempo esperándome?" Le preguntó Sara a su hija, dándose cuenta de que esta estaba acompañada por un arreglo floral de rosas rosadas que se encontraba arriba de la mesa. El arreglo era pequeño y delicado, pero sin duda muy bello.

"Buenos días, mami. No... Sólo unos minutos," le contestó Gaby.

"Señora Sarita, ¿Quiere que les sirva el desayuno?" preguntó Irene apareciendo desde detrás de la barra que separaba el comedor de la cocina.

"Si Irene, gracias," le respondió Sara mientras sacaba la silla que encabezaba la mesa del comedor y tomaba asiento junto a su hija. "Gaby, ¿Y esas rosas? ¿De donde salieron?" Le cuestiono Sara con curiosidad.

"Están hermosas. ¿Verdad?" Dijo Gaby entusiasmada.

"Preciosas," dijo Sara simplemente para que Gaby procediera a decirle de donde habían provenido.

"Me las envió mi papá," le explicó Gaby a su mamá con una sonrisa en la cara y pasándole una pequeña tarjeta para que esta la leyera.

"Que tengas un maravilloso día, princesa. Con amor, -F." Leyó Sara en voz alta. "Wow, que hermoso detalle," expresó Sara con la mirada puesta en la tarjeta mientras una sonrisa genuina y suave se le dibujaba en el rostro. Por supuesto que el primer hombre en regalarle flores a Gaby sería su padre. Ella no esperaba menos de él, pensó Sara, llevándose la mano que tenía libre al pecho y colocándola sobre su corazón.

"Si crees que las mías están lindas espera hasta que veas las tuyas," le dijo Gaby con una risita risueña al ver lo sentimental que se ponía su mamá.

"¿Las mías?" Le preguntó Sara incrédula ya que no había más flores por ningún rincón de la casa.

"Si, las tuyas," le contestó Gaby emocionada. "Están en el despacho. Ven..." Le dijo a su mamá mientras comenzaba a pararse de la silla, "vamos, yo te las muestro," terminó de decir Gaby agarrando a su mamá de la mano y llevándola con ella hacia el despacho.

Sanando HeridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora