1. Mocosa.

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Todo comenzó el último día de verano, si. Ese día por el cual vamos divagando como almas en pena porque se acaban las vacaciones. Y no culpo a nadie por ello porque, ¿Quién quiere ir a clases nuevamente? Respuesta: nadie. Excepto mi mejor amiga Paola, que es la excepción de todo.

Esa misma tarde, prometí a Pola que iría a su casa a pasar la tarde y así poder preparar juntas las cosas para el inicio de curso (que por suerte será nuestro último año).

Me dirigí a mi closet para pillar algo de ropa, hasta que sentí como se me venía todo encima (literalmente).

- ¡Joder! - No pude evitar gritar al sentir un montón de ropa caerse sobre mi.

-¡Esa boca señorita! - Escuché a mi madre regañarme desde la planta de abajo.

Recogí un poco lo que se me había caído dejándolo en una silla, y después de vestirme con lo primero que pillé, me fui al salón para coger mi mochila e irme. Iba a salir hasta que mi madre me detuvo.

- ¿A dónde se supone que vas?  

- Le prometí a Paola que iría a su casa para preparar todo lo de mañana.

- ¿Y has recogido primero tu plato de la mesa? - La respuesta era bien clara.

Por lo que antes de que pudiera decirme algo más, salí pitando. Sabía la que me caería cuando llegara a casa (si es que tú sola te lo has buscado Martina). Seguía dándole vueltas a las mil y una formas de cómo se me caería el pelo al llegar, mientras que doblaba la esquina hacia la siguiente manzana cuando no me di cuenta y choqué con alguien.

- Lo sien... - No pude terminar la frase cuando alguien me interrumpió. 

- ¿A caso es que no miras por dónde vas mocosa? - Escuché a la persona decir con mala gana. No me faltó oír nada más para subir mi cabeza y darme cuenta de que era otro ricachón con muy mala leche. A lo que me puse a la defensiva.

- ¿Disculpa? Pero que yo sepa aquí el único cegata eres tu. Mejor me largo, no vaya a ser que me pegues tus malas pulgas. Y no me vuelvas a llamar mocosa, niñito de mamá.

- Cómo sea, mocosa.

Maldito mimado, será... No le di más importancia y continué con mi camino.

Al fin llegué a mi destino y toqué el timbre. Cuando se abrió la puerta pensé que sería Paola, pero para mi sorpresa fue Beatriz, la criada de la casa.

- Enseguida llamo a Paola. - Se dio media vuelta y no volvió.

- ¡Martinaa! - Al fin escuché a aquella voz que tantas veces me había hecho reír. Ella corrió hacia mi y sin previo aviso me dio un abrazo al que correspondí.

- ¿Qué tal Bestie?

- Un poco nerviosa, pero bien. Anda, pasa.

- ¿Y eso? - No pude evitar preguntar de manera pícara.

- Veo que no has cambiado en todo el verano, ehh. - Ambas nos echamos a reír. - Vamos a mi cuarto y te cuento.

Una vez en su cuarto, nos desviamos del tema hablando de nuestros viajes en vacaciones.

- Bueno y por eso no me fue bien mi viaje.

- No me puedo creer que dieras esa impresión nada más llegar. - Me eché a reír de nuevo, al recordar lo sucedido en el coche con el hermano de Paola.

- Ey, ¡No es mi culpa que mi hermano me pintara con un rotulador permanente la cara mientras dormía! ¡Me confundieron tres veces con el señor Potato! - No pude más y de la risa me caí de la cama.

Odiando Lo Que Me GustaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora