Todo comenzó el último día de verano, si. Ese día por el cual vamos divagando como almas en pena porque se acaban las vacaciones. Y no culpo a nadie por ello porque, ¿Quién quiere ir a clases nuevamente? Respuesta: nadie. Excepto mi mejor amiga Paola, que es la excepción de todo.
Esa misma tarde, prometí a Pola que iría a su casa a pasar la tarde y así poder preparar juntas las cosas para el inicio de curso (que por suerte será nuestro último año).
Me dirigí a mi closet para pillar algo de ropa, hasta que sentí como se me venía todo encima (literalmente).
- ¡Joder! - No pude evitar gritar al sentir un montón de ropa caerse sobre mi.
-¡Esa boca señorita! - Escuché a mi madre regañarme desde la planta de abajo.
Recogí un poco lo que se me había caído dejándolo en una silla, y después de vestirme con lo primero que pillé, me fui al salón para coger mi mochila e irme. Iba a salir hasta que mi madre me detuvo.
- ¿A dónde se supone que vas?
- Le prometí a Paola que iría a su casa para preparar todo lo de mañana.
- ¿Y has recogido primero tu plato de la mesa? - La respuesta era bien clara.
Por lo que antes de que pudiera decirme algo más, salí pitando. Sabía la que me caería cuando llegara a casa (si es que tú sola te lo has buscado Martina). Seguía dándole vueltas a las mil y una formas de cómo se me caería el pelo al llegar, mientras que doblaba la esquina hacia la siguiente manzana cuando no me di cuenta y choqué con alguien.
- Lo sien... - No pude terminar la frase cuando alguien me interrumpió.
- ¿A caso es que no miras por dónde vas mocosa? - Escuché a la persona decir con mala gana. No me faltó oír nada más para subir mi cabeza y darme cuenta de que era otro ricachón con muy mala leche. A lo que me puse a la defensiva.
- ¿Disculpa? Pero que yo sepa aquí el único cegata eres tu. Mejor me largo, no vaya a ser que me pegues tus malas pulgas. Y no me vuelvas a llamar mocosa, niñito de mamá.
- Cómo sea, mocosa.
Maldito mimado, será... No le di más importancia y continué con mi camino.
Al fin llegué a mi destino y toqué el timbre. Cuando se abrió la puerta pensé que sería Paola, pero para mi sorpresa fue Beatriz, la criada de la casa.
- Enseguida llamo a Paola. - Se dio media vuelta y no volvió.
- ¡Martinaa! - Al fin escuché a aquella voz que tantas veces me había hecho reír. Ella corrió hacia mi y sin previo aviso me dio un abrazo al que correspondí.
- ¿Qué tal Bestie?
- Un poco nerviosa, pero bien. Anda, pasa.
- ¿Y eso? - No pude evitar preguntar de manera pícara.
- Veo que no has cambiado en todo el verano, ehh. - Ambas nos echamos a reír. - Vamos a mi cuarto y te cuento.
Una vez en su cuarto, nos desviamos del tema hablando de nuestros viajes en vacaciones.
- Bueno y por eso no me fue bien mi viaje.
- No me puedo creer que dieras esa impresión nada más llegar. - Me eché a reír de nuevo, al recordar lo sucedido en el coche con el hermano de Paola.
- Ey, ¡No es mi culpa que mi hermano me pintara con un rotulador permanente la cara mientras dormía! ¡Me confundieron tres veces con el señor Potato! - No pude más y de la risa me caí de la cama.
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Odiando Lo Que Me Gusta
Teen FictionAlto, moreno, ojos azules... Suena perfecto, ¿no? Las apariencias engañan, y más si se trata del malote de clase. Ese es Samuel Ortiz, hijo de la famosa familia Ortiz. Mi nombre es Martina, y por desgracia me tocó con él en la misma clase. Aunque a...