UNO/TRES

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EL EXTRAÑO CHICO DEL SUBTERRÁNEO

— Y también quiero agradecer a SHINHWA sumbenim por ser la inspiración que me llevo a... — el joven en traje excéntrico, se detuvo de golpe ante un sonido absurdamente irritante. — Hmmm... agradecerles... por... yo... — por más duro que intentó le fue jodidamente imposible el concentrarse. — ¿Podrían... podría parar...? — ChanYeol frunció el ceño. Las miradas de cientos de personas importantes caían en su largo y delgado cuerpo con el juicio tatuado en su rostro. — Yo... — volvió a decir, sin embargo, la multitud comenzó a reír como si hubieran escuchado el
mejor maldito chiste de su vida.

ChanYeol se sonrojó hasta la punta de las orejas.

El sudor bajaba por su frente como gotas de lluvia en un día nublado de noviembre. El suelo bajo sus pies dejo de sentirse de un momento a otro.

Estaba hiperventilandose.

ChanYeol se tambaleó con la respiración errática, haciendo que el premio entre sus manos callera de golpe.

El chico entró en pánico. Cubrió sus oídos y cerró los ojos con todas sus fuerzas deseando desaparecer del iluminado escenario.

Se sentía tan humillado, que solo quería correr a casa y llorar en la falda de su madre.

Me he convertido en lo que siempre me he burlado; un meme. Se lamentó.

El sonido comenzó a volverse aún más irritante y fuerte hasta aturdirlo.

Necesitaba escapar.

— ¡Ya basta! — gritó.

De un golpe se sentó en la cama. Tomo largas y erráticas respiración intentando controlar el acelerado latir de su corazón.

Parpadeó varias veces, y observó a su alrededor desorientado.

Vio sus blancas paredes cubiertas de posters. Sus cajones abiertos con la ropa desarreglada saliendo de ellos, y basura desperdigada por todo el suelo.

ChanYeol soltó un suspiro lleno de alivio. Sip, de vuelta a su realidad.

Jamás me sentí tan feliz de ser un don nadie.

Se frotó el rostro para despabilar el sueño que aún apresaba su cuerpo y tomo su celular.

Cinco y veinte de la mañana. Sus ojos se agrandaron desmesuradamente.

— Mierda. — gruño.

Se suponía que ese sería su perfecto primer día en la Academia de Artes de Seúl y ahora iba retrasado.

Si tan solo siguiera viviendo con su madre, no le hubiera pasando nada como eso. Seguramente, la mujer se hubiera encargado de despertarlo dos horas antes, con su ropa lista sobre su escritorio y el desayuno en la mesa.

Lamentablemente, no era el caso.

Estaba casi seguro de que llegaría tarde, con el estómago más vacío que la cabeza de JongIn y con las primeras prendas desordenas que se encontrara por ahí.

Muy tarde para revolcarme en mi miseria. Se dijo a si mismo.

Se puso de pie de un solo salto, cayendo estrepitosamente.

Soltó una maldición, y se puso de pie.

Como un loco corrió por su pequeño departamento tratando de encontrar su ropa, anteojos y domar su cabello rulo al mismo tiempo.

Ja, y mi papá decía que no podía hacer dos cosas al mismo tiempo.

A las cinco con treinta de la mañana, cerró la puerta de un golpe y salió disparado a la estación del metro con la esperanza de encontrar el vagón indicado antes de que partiera.

La forma más extraña de conocerte [ChanBaek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora