🍰.2

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🍰|2: El moreno.

Él había regresado.

Creo que es la quinta vez que lo repites, ya lo sabemos todos.

Quizás no entiendan mi emoción pero realmente todo tiene explicación, pues se puede decir que llevo varios meses teniendo un fuerte crush por el chico de piel bronceada.

Por un tiempo se había vuelto cliente fijo de la cafetería y siempre, absolutamente siempre pedía lo mismo.

Un café amargo.

Era vergonzoso las veces que me quedaba viéndole sin disimulo alguno, pero era inevitable, en sencillas palabras: estaba flechada por él.

Lastima que solo hemos intercambiado algunas cortas palabras.

Aunque admito que mi flechazo hacia él había caído en picada cuando dejó de visitar la cafetería a diario hasta el punto de no llegar a verlo más por aquí, hasta hoy claro, que su presencia había iluminado el sitio a la par que convertía mi corazón en un tambor desenfrenado por los cortos y seguidos latidos.

Si, aún sigue provocando lo mismo.

Y como para no hacerlo.

Como acto reflejo llevé las manos a mi cabello y peiné los mechones que se habían escapado de la gorra y se encontraban esparcidos por mi rostro, alisé mi delantar y estuve a punto de ir a mi taquilla a colocarme un poco de gloss en los labios, pero me había sido imposible, pues debía trabajar.

—¿Vas a atenderle tú o debo hacerlo yo?— preguntó Jimin una vez que me detuve frente a la barra.

Me dolía la espalda.

—Quiero hacerlo yo, prepara su café, se lo llevaré y diré que es una invitación de la casa— dije, con cierto entusiasmo dando pequeños toquesitos con mis dedos sobre la madera de la barra.

—Sara, el jefe no hace ese tipo de cosas y sabes que si lo haces debes descontarlo de tu sueldo— explicó Jimin por... ¿sexta vez?, no sé, realmente no era importante.

—Venga ya, es un gasto minúsculo, no pasa nada— contesté como siempre y esperé a que mi querido compañero prepara lo pedido.—Recuerda, sin una gota de azúcar.

Jimin asintió, haciendo una mueca, mientras comenzaba a montar la cafetera.

—Realmente no se como puede disfrutar de un café tan amargo— opinó girando sobre sus talones con la taza en la mano.

La coloqué en la bandeja mientras encogía mis hombros, yo tampoco sabía como ese chico podía disfrutar de un café sin una gota de azúcar. Adorné el pequeño platillo con una galletita de chispas de chocolates y respiré hondo.

Venga tú puedes.

¡claro que sí mi potra salvaje

—Suerte— susurró Jimin guiñándome uno de sus ojos, le saqué la lengua riendo un poco.

Caminé hacia la terraza, sintiendo como mi cuerpo caía en los brazos del nerviosismo cuando crucé el arco que unía la parte interior con la exterior de la cafetería. Dudé estando cerca si debía seguir hacia su mesa o regresar con la misma e ir a tomarle nota como debería ser.

𝖰𝗎𝖾𝗋𝗂𝖽𝖺 𝖲𝖺𝗋𝖺𝗇𝗀||•𝖪𝗇𝗃 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora