2: La piedra

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Nirvana al igual que sus reinos enemigos tenía un gobierno absoluto que se había formado luego de la guerra Dorada, hacía ya trescientos años desde su fundación. El consejo estaba compuesto de cinco importantes criaturas; Minga líder de los cazadores reales, Erlik y Eda reyes de los demonios, Alma monarca de las hadas y finalmente la cabeza de todos, Agnes. La soberana Agnes, era la bruja más poderosa que había pisado aquellas tierras. 

El cómo lo había logrado era un secreto a puertas cerradas de las reuniones reales, una información codiciada por cada reino enemigo. 

La rivalidad entre reinos era debido a que la soberana fue la primera en desatar la guerra Dorada y otras cuentas más por capricho en su reinado hasta la fecha. No había nadie a quien le tuvieran que tener más que a ella en Nirvana, cada paso, cada pensamiento, cada estrago era de su autoría, incluso el universo era fiel expectante de lo esa mujer era capaz de hacer por mantenerse en el poder. 

Al igual desde las sombras del aval, unas criaturas desconocidas observaban la situación impaciente. 

—Ya ha pasado suficiente tiempo ¿No crees?

—¿De qué Demer? 

—Ellos, el consejo. 

Una sonrisa de oreja a oreja se entendió en todo el rostro de la criatura, moviendo una pieza de ajedrez bufó contenta. 

—Oh, Agnes nos ha divertido durante tanto tiempo ¿Por qué tanto empeño en quitarla del camino? 

—No me molesta en absoluto sus juegos querida, no te confundas. Lo que me inquieta es su descaro, esa bruja está demente, se cree realmente una clase de diosa. 

Alzando otra vez la pieza en sus garras, la criatura ladeo la cabeza y negó con esta. 

—¿No has echado un vistazo al cielo, Demer? —su acompañante negó con la cabeza alzando la mirada más allá del cielo, las estrellas y un pequeño fragmento del universo lo vio allí, justo en ese punto algo se iluminó, en la penumbra del universo, aquel objeto que llevaba siglos no se acercaba tanto a su hogar. 

—La piedra ¿Qué va a suceder?

—No tengo idea, el universo es receloso con sus planes, sin embargo, solo puedo estar segura de algo y es que viene mucha diversión. —ambos se miraron complacidos. 

—¿Lo crees?

—Apuesto mi vida a qué los reinos se verán hundidos en un mar de tormentos. Muchas almas nos van a alimentar Demer, será un festín sin precedente. La ambición por ese objeto solo los llevará a la muerte. —su carcajada resonó en la sala erizando la piel de su acompañante. 

—Eso no es precisamente bueno, Assly. Si esa piedra cae en manos de alguno de esos bastardos, será nuestro fin, sobre todo si Agnes la obtiene primero. 

—No me preocupa eso, Demer. Ella de todos pese a ser la más fuerte, tiene una debilidad y es frágil, si algo se llega a complicar solo nos bastaría acabar con ese linaje. 

—Lleva trescientos años cuidando bien a esos bastardos, es una buena jugadora. 

—No todo puede ser perfecto, ella al igual que todos tendrán un punto de quiebre y cuando llegue ese momento dependerá de sus movimientos si pierde y al fin me apodere de su alma o siga esperando otros trescientos años a que venga a mí. —Demer trago en seco, una parte de él estaba eufórico y la otra estaba iracundo con el simple pensamiento de que otra vez la bruja se saliera con la suya. 

—No, no harás nada Demer. —la criatura brincó en su asiento sorprendido de que leyera sus pensamientos. 

—Lo siento. 

Reino del caos [#01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora