III

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Cuando el día escolar llegó a su fin, Jiang WanYin subió a su Audi negro y condujo hasta la zona residencial más lujosa de la ciudad. Ahí se encontraba su actual vivienda.

El guardia de seguridad en turno enseguida reconoció el vehículo; de hecho, en esa área, sólo había una persona que conducía dicho auto. Inmediatamente abrió la reja para dejarle entrar. – bienvenido joven maestro Jiang, ¿Fué bueno su día? – preguntó amablemente.

– Sí, gracias.

El Audi se deslizó suavemente por las calles hasta llegar a una mansión cuyas puertas se abrieron en automático; llevó el coche hasta el garaje y subió con cuidado las escaleras llevando consigo una pintura que esa misma tarde había ido a recoger personalmente. Tenía planeado colgarla en la sala; pues desde su punto de vista quedaría perfecta en su casa.

Algunas horas después dejó caer pesadamente su cuerpo en el sillón contemplando la obra de arte que había traído, sí, tal y como lo había pensado, era simplemente perfecta.

Volvió su mirada hacia el reloj en la pared, las manecillas marcaban las diez de la noche.

Su estómago hizo ruido.

Escuchó pasos detrás de su espalda así que viró ligeramente la cabeza encontrándose al intruso detrás suyo.

En el marco de la puerta se encontraba apoyado su compañero de equipo, Lan WangJi. Un atisbo de sonrisa surcaba su rostro.

¿Sorprendente? En lo absoluto.

Jiang WanYin sintió la sangre acumularse en sus mejillas.

– Traje comida – articuló con una sonrisa en el rostro levantando la bolsa que llevaba en la mano. – Ve a darte un baño. Luego cenaremos.

– Ya lo hice – protestó suavemente.– yo pondré la mesa.

Se levantó del sillón y caminó hacia la cocina pensando en ir por los platos, pero se vió detenido por los fuertes brazos de WangJi que lo acorralaron contra la pared. Luego comenzó a repartir besos por su cuello hasta llegar a sus labios, donde sin poder contenerse los devoró apasionadamente; él no puso resistencia alguna, al contrario, levantó los brazos enredándolos en el cuello de Lan WangJi donde suavemente pasó sus dedos por sus cabellos.

– Te extrañé – murmuró Lan WangJi contra su cuello interrumpiendo el beso.

– No lo creo, estuviste muy bien acompañado – refunfuñó  ligeramente molesto.

– Si lo deseas lo apartaré, sabes que permito su cercanía porque hace dos años tú me lo pediste, y en ese momento tú y yo ya éramos novios. Sigo sin entender por qué.

– No, de ninguna manera. – se negó.

– ¿Por qué? – inquirió frustrado.

Jiang WanYin se negó a responder. – tengo hambre – cambió abruptamente el tema, su estómago cooperó con el al hacer un sonoro rugido.

WangJi sonrió impotente. – está bien, te ayudaré a poner la mesa.–volvió su mirada a la nueva pintura en la sala. – es bonita.

– Lo sé, también lo dijiste la ocasión anterior cuando fuimos a la galería – respondió removiéndose suavemente entre sus brazos.

– Es un irbis ¿Por qué?

– Sólo me gustó.

WangJi arqueó una ceja interrogante.

Sabía que WanYin no hacia nada sin un propósito, lo conocía perfectamente, esa era una de las razones por las que lo amaba; demasiado para su propio bien.

– Te lo diré después de cenar.– respondió con una sonrisa misteriosa.

Terminaron de cenar pasadas las once de la noche.
– ¿Me dirás por qué?– volvió a preguntar.

Suspiró.– Al igual que un leopardo de las nieves se oculta perfectamente entre las nevadas montañas, es mejor que algunas cosas pasen desapercibidas.– su voz suave se escuchó claramente en el espacio silencioso.

Lan WangJi lo observó con un brillo extraño en los ojos.

Mierda, otra noche sin dormir.

Sonrió seductoramente.

Una sonrisa que sólo el joven frente suyo conocía.

¿Cómo diablos Lan WangJi y Jiang WanYin habían terminado viviendo juntos?

O mejor aún, ¿Quién demonios pensaría que ellos dos estuvieran casados?

Nadie sabía de ello, ni siquiera sus padres, y por un año habían mantenido ese secreto.

¿Había necesidad de revelar eso? No.

Por que todos ocultan algo. Y ellos no eran la excepción.

Siendo sinceros era mejor así. Quizás algún día hicieran público su amor, pero por el momento no era necesario.

Estaban mejor así.

Porque al igual que un irbis se esconde perfectamente en las montañas nevadas, algunas cosas son perfectas pasando desapercibidas.

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Y.... Aquí la parte final! ❤️🥰
Gracias por su apoyo 😊
Espero que os haya gustado!!!!

Nos vemos en alguna otra historia.

El autor tiene algo que decir:

¡Por favor deséame suerte, el ingreso a la universidad se acerca😰!

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