Caos.
Si alguna palabra describía a aquella chica, definitivamente era esa.
Dos días más tarde de aquel incidente en la sala de música, Amity se dio cuenta de que la castaña estaba llena de incontables problemas.
Pero también podía decir que tenía una manera un tanto...ingeniosa de resolver las cosas.
Le parecía alguien diferente a ella: libre, feliz.
Sin embargo, por extraño que pareciera, se encontraba dirigiéndose de nuevo a aquella sala en uno de los incontables pasillos, incluso cuando ese día no debía hacerlo.
Lo curioso era que, cuando ella iba, la morena parecía desaparecer, y supo que sería igual al no ver nadie allí.
Vio esa guitarra que no le pertenecía, y vio también un piano de cola que usaba cuando nadie estaba, mucho menos sus amigas, ya que para ellas era simplemente anticuado.
Tocó despacio una tecla, casi con miedo. Otra le siguió, y a esa otra más, creando una melodía suave, dulce.
Y se transportó por un momento, en su soledad, al pasado.
Cuando podía ser ella, cuando no importaba equivocarse en un acorde, cuando estaba bien.
Cuando se refugiaba en la música para huir de lo demás.
Recordó, anhelando que la vida fuera tan sencilla, que pudiera disfrutar de ser ella, solo ella y no la señorita perfecta.
La melodía la envolvía, la sacaba de sus pensamientos y la hacía perderse en un mundo de notas, de música.
No fue hasta que el sonido de algo cayendo y golpeando el suelo la trajeron a la realidad.
A lo que ella era ahora.
Una morena levantando su guitarra en el suelo, importándole poco la presencia de su contraria.
—¡Ahí estabas!—Dijo con alegría, tomando el instrumento entre sus manos con alegría y alivio.—Creí que te había perdido.—Masculló con un suspiro contento.
No fue hasta segundos después que sintió una mirada quemándola, la misma chica de la última vez, su rostro rojo por el enojo que en ese momento la aquejaba.
—Hey.—Fue todo lo que logró decir, agitando su mano un poco con una sonrisa nerviosa... o hasta asustada.
—¡Vete!—Chilló la peliverde, a punto de tirarle la silla en la que se sentaba directamente en la cara.
Sin embargo y a pesar de la furia que emanaba de la muchacha, la morena no retrocedió, e hizo caso omiso a su petición, manteniéndose firme en el lugar.
—No.—Terminó por decir.—Esta no es tu sala de música.—Rebatió. La pelimenta pareció molestarse aún más sin siquiera saber por qué, por lo que azotó sus manos contra las teclas del piano, creando un sonido molesto antes de acercarse a paso firme a su contraria.
Tomó su camiseta entre sus puños, acercándola más a su rostro, dispuesta a gritarle por los problemas que le estaba causando para ser la mejor.
Y sí, ser la mejor incluía controlar a sus compañeros como representante de su clase.
Pero en ese momento vio directamente los ojos chocolate, un poco más abiertos pero igual de brillantes, detalló en el cabello castaño desordenado y en la piel canela perfecta.
Al darse cuenta de sus que sus pensamientos habían cambiado drásticamente, todo lo que pudo hacer fue soltarla con un gruñido y alejarse.
Estúpida Luz.
(...)
—Uhm...¿Amity?—Cuestionó la morena, entrando nuevamente a la sala, que, al parecer, no estaba vacía. La pelimenta se levantó silenciosamente del asiento en el piano, dispuesta a irse.—¡Espera!—Detuvo.
—¿Qué es lo que quieres, Noceda?—Preguntó brusca, volviendo la mirada solo unos centímetros.
—Tus notas son perfectas.—Afirmó.
¿Qué notas? ¿Las que tocaba, o las que tenía en clases?
—Deben serlo.—Solo respondió, sin regresar por completo, pero tampoco yéndose.
—No.—Rebatió.—No tienen que ser perfectas.—Continuó, haciendo a la pelimenta retroceder con los ojos abiertos.
No tienen que ser perfectas.
Pero su madre lo era.
Su madre le decía que debían serlo.
—De eso se trata la música, ¿no?—Contradijo la de ojos ámbar.—Se supone que es así.—Entonces, como respuesta, escuchó un acorde malsonante por parte de la guitarra contraria. Pensó que era porque había quedado desafinada desde la última vez que se usó.
Casi quiso golpearla por ser tan espontánea.
—Esto es música.—Aseguró, su sonrisa ampliándose de a poco.—¿Lo entiendes?—Cuestionó, y la de ojos ámbar negó, confusa.—La música no se entiende. No es perfecta. La música es... música.—Dijo.
Qué definición más estúpida.
Todo el mundo sabe que la música es el arte de organizar de modo sensible y con lógica la combinación coherente de silencios y sonidos utilizando como parámetros rectores para llevar a cabo y a buen puerto tal actividad los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo.
Eso se lo sabía de memoria, por supuesto. Horas sentada frente a un piano, su madre repitiéndole vez tras vez cuando cometía un error, que eso no era lo que hacían las señoritas.
—Déjame en paz, ¿quieres?—Finalizó alejándose, su mente entrando en un conflicto del cual no podía salir.
No sola.
Pero tampoco iba a pedir ayuda.
Eso no lo hacía una señorita.
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Singing to You-Lumity Rockband AU
FanfictionLuz era libre. Para Amity, Luz era una persona llena de brillo, y más cuando tocaba, como si nada más importara en el mundo que su guitarra, que su melodía. Pero todo cambiaba cuando tocaban juntas. Porque Luz la miraba como si ella fuera lo más imp...