Mis piernas pesaban como si tuviera unos grilletes atados a los tobillos, y el agobio aprisionaba mi sistema cada segundo provocándome una incontrolable taquicardia. Sólo veía árboles y más árboles en un entorno muy oscuro, pero tenía que seguir corriendo sin mirar atrás. Escuchaba mi corazón latir en mis oídos. Sentía que cada vez estaban más cerca. De pronto los troncos de los árboles estaban tan juntos que era imposible pasar entre ellos, y una risa ensordecedora estremeció la escena acompañada de unos fuertes y rápidos pasos. Ya me tenían.
—¡Eh! ¡Despierta!
Abrí los ojos de golpe y me encontré con el rostro de mi compañera entre la opacidad de mi habitación, mientras sus manos zarandeaban mis hombros.
—¿Me ha vuelto a pasar? —cuestioné desorientada e hiperventilando, mientras apretaba las sábanas con fuerza. Ella me abrazó sin decir nada.
—Has gritado muy alto. Me has asustado —dijo con voz pausada mientras acariciaba mi espalda.
—Lo siento, Lión.
—No debes disculparte y lo sabes.
En ese momento entró alguien más en la habitación.—¿Cómo estás? ¿Quieres que llamemos a alguien? —preguntó mi otra compañera al tiempo que se colocaba de rodillas en el suelo al lado de la cama, para mirarme con atención.
—Volved a dormir, chicas. Estoy bien, solo ha sido otra pesadilla —dije peinando mi pelo hacia atrás y palpando mi nuca mojada, mientras el temblor de mis manos se normalizaba.
Ellas se levantaron sin decir palabra y salieron del habitáculo dedicándome varias miradas apenadas. Me recosté de nuevo y me di cuenta de que la cama estaba empapada por mi sudor. Cerraron la puerta, pero aun así pude escuchar como hablaban en voz baja.
—No entiendo por qué está así todavía. El doctor dijo que era temporal —escuché la voz de Danubi.
—Ya, pero nosotras no podemos hacer mucho. Dijo que incluso era peor despertarla en medio de una crisis. Pero es que no puedo verla así... escuchar esos gritos y hacer como que no los estoy oyendo.
Lión y Danubi eran muy buenas compañeras y amigas. Llevábamos desde septiembre viviendo en este piso, y siempre estaban teniendo que soportar cada uno de mis terrores nocturnos. Jamás se habían quejado, pero poco a poco yo misma iba notando como se cansaban de esto. Sabía que yo no tenía la culpa, que no era de mí de quien estaban cansadas, sino de esta mierda que me tenía atrapada desde hacía ya tres años. Pero me era imposible no pensar que era un lastre para ellas y para cualquier persona que tuviera que vivir conmigo.
Al principio las pesadillas eran esporádicas, aparecían una vez cada dos meses, y luego un par de veces al mes, hasta que cada vez eran más frecuentes. Estaban siendo capaces de atormentarme noches seguidas. Según los médicos, me encontraba en el peor episodio del trastorno, pero siempre decían eso. Debía haberlo superado hace tanto tiempo que solo pensaba en tener que vivir con eso toda mi vida.
Esa semana en particular, estaba tan agotada mentalmente que me estaba pasando factura en mi exterior, deteriorándome aún más. Cuando observaba mi rostro en el espejo del baño no veía a la misma yo de siempre, de años atrás. Veía a alguien que ya no podía más, a alguien que arrastraba su alma a cada paso que daba, como si le costase hasta la acción de respirar. Había perdido bastantes kilos en esas tres semanas. No me reconocía.
—¿No tenías clase a las nueve los martes? —me preguntó Lión, mientras introducía un batido en su mochila.
—Hoy no me encuentro para ir —contesté, encendiendo el televisor sentada en el sofá. —¿Quieres que me quede contigo?
ESTÁS LEYENDO
Amnesia
General FictionNo sabía qué había pasado. No sabía quién era yo. Lo que sí tenía bastante claro es que o hacía algo, o mis pesadillas iban a matarme un día de estos. Tres años después, era hora de recuperarlo todo: Pero, ¿acaso se es capaz de recuperar lo que no s...