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Twilight el mejor espía que tenía la región de Westais. Entrenado para cualquier situación que fuese otorgada, no importase el nivel de dificultad, siempre debía de salir victorioso.
Y eso por eso mismo que, la misma organización lo había mandado a una misión dónde la paz mundial la tenía en la palma de sus manos. Debía de enfocarse en realizar una estrategia entre mentiras para poder acercarse al infame principal; Donovan Desmond, aquella persona de mala copa enemiga, quién debia de parar.
Esa era su principal tarea, el maestro del disfraz lo hubiera hecho en tan poco tiempo, si no hubiese más personas entre su plan, ya que su mismo líder le había ordenado en formar una familia falsa. Llendo a adoptar a una infante de cabello rosado, algo peculiar para su edad, pero inteligente. . . Bueno, " inteligente " entre comillas.
Ānya, una infante adoptada para que se le fuera más fácil entrar al territorio enemigo. Segundo paso, debía de que Ānya entrara a la más prestigiosa escuela, donde casualmente asistía el hijo de Desmond. Todo hubiera salido a la perfección, si no le hubieran tendido una trampa.
Fue avergonzante.
Le había llegado un comunicado por su intercomunicador que debía de presentarse sin retraso a un punto exacto. Twilight pensaba que sería de algo importante, por lo que no tardaría ni cinco minutos al estar en aquella ubicación, sin sospechar de nada. Y, al dar el primer paso, sería donde empezaría su perdición. Un montón de bombas de humo caerían a un lado de el, sin darle tiempo de responder, bloqueando su vista, para después observar como le aventaban otra cosa; un inmovilizador en gas, simplemente mentafitamina, dejándolo débil, hasta que, de un momento a otro su vista se nublara por culpa de lo que suponía un golpe en su nuca.
Y, antes de que perdiera el conocimiento, pudo sentir un peso sobre el.
- Oh dios mío. . . ¡Atrapé a Twilight! - hablo una voz muy chillona -. Ahora estarás bajo los bandos del infierno, estúpido.
Fue lo único que escucho para perder el conocimiento, y tiempo después despertar en una habitación de tortura junto a dos hombres quién suponía que serían betas, que en sus manos sostenían lo que creía que eran instrumentos de tortura. Dejó salir un suspiro, ya que le esperaba muchas horas de dolor.
Y así fue, muchas horas dentro de aquella habitación, golpeado, desangrando y rompiendo sus huesos fueron escritos en las paredes de aquella mazmorra. Cuando al final había acabado, tomaron agresivamente su cuello para inyectar algún líquido que supuso, Droga se trataba, y con eso caer inconciente. No hasta que, sus fosas nasales captaron un aroma bastante peculiar que resaltaba; un aroma a rosas blancas junto a un toque de vino tinto, ¿Que combinación era esa?, ¿Debía de ser de un Omega?. Al sentir la presencia del ajeno, levemente abrió uno de sus ojos para encontrarse con la figura de un chico de una altura considerable, cuerpo delgado pero trabajado que se dejaba moldear en el uniforme, cabello azabache y unos ojos del color carmesí, que lo observaban con sorpresa. Lo había reconocido, pero estaba demasiado débil.
