Fangirl

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Arizona se consideraba una friki total. Friki de los libros que leía. Realmente, no era tan raro. Millones de personas vivían veinticuatro horas al día en los libros. Millones de personas esparcidas por todo el planeta tierra, unidas por las innovadoras y muy útiles redes sociales.

Tras leer un libro que le gustara, llegaba la época en la que se dedicaba completamente a Fangirlear. Por todas partes hallaba conexiones. Y eso, le encantaba. En el fondo lo disfrutaba de verdad.

Ese era el objetivo de los libros, o eso creía Ari. Despertar tal pasión en los lectores que estos desearan vivir con los personajes, sus aventuras y en sus mundos; pero que lo lograran en su imaginación que vivieran y paralelamente soñaran despiertos con un lugar y unos personajes ficticios e inexistentes, iba más allá.

A veces resultaba incluso triste. Arizona tenía cientos de novios literarios. Guapos, monos, graciosos, románticos, atentos... Infinidad de cualidades que un hombre difícilmente alcanzaría. Y por eso existían los futuros perfectos.

Arizona sabía que estaba constantemente viviendo en un futuro que ansiaba. Quería crecer ya, y casarse con alguien majo, guapo, atento, gracioso... Tener hijos guapos, majos, atentos y graciosos, y vivir felices y comer perdices.

Realmente creía que un día sucedería, y lo quería ya.

Pasaban los días, leía más libros, seguía soñando con un porvenir único.

En el fondo sabia que eso tenía que acabar. Que no hacía más que engañarse. Y que no era correspondida. Tenía que olvidarlo.

Llegó Semana Santa y viajó a París. Oh, la ciudad del amor. Se dio cuenta en seguida que no podía olvidarle tan fácilmente. Él era su "primer amor". La primera persona que le había mostrado los sentimientos que habitaban en ella.

De nuevo, miraba por la ventanilla, observaba el lento movimiento de tráfico en París, con su clásica torre- impasible, mientras el tiempo envejecía sin remedio a su alrededor- y lo único que cruzaba su mente, era la duda de si Él estaría pensando en ella.

De nuevo, respuesta sencilla: no.

El amor parecía embriagarla, llegar a cada uno de sus sentidos y aturdirlos. La música que escuchaba había cambiado desde que había sido consciente de la existencia de dicha afinidad.

Disfrutó del viaje, por supuesto, pero Él había conseguido sustituir a los protagonistas de sus libros. La había trasladado temporalmente desde el territorio Fangirl al territorio del amor. Un amor que Ari sentía muy real, pero muy vacío.

No sabía que hacer, porque nunca estaría con Él.

Tras las breves vacaciones, llegó de nuevo el colegio, y con el colegio, la rutina mal establecida.

Él iba a su clase, lo veía a diario, y entablaban conversación también a diario. Eso parecía servir de sutura, pero la realidad era que por dentro, la herida no sabana.

Arizona entristeció. Acudía sin ganas al colegio, aunque se mantenía aplicada. Todo el díapensando en Él...

Las semanas pasaban, los exámenes concluían. Y así, llegó, de repente fin de curso, y su pequeño viaje, claro.

Todos dormirían repartidos en habitaciones. Es decir, estarían en el mismo edificio.

Ari bien sabía que era entonces cuando en los libros ocurrían los milagros. El amor surgía. En los libros. Ari tambien era consciente de que no era un personaje ficticio.

La excursión en sí estuvo bien. Las actividades y todo lo programado fue tal y como estaba previsto. Pero Ari estaba entusiasmada, mejor dicho esperanzada, por lo no programado.

Al final, no pasó nada, por supuesto. No, su vida no era una novela. Pero parecía que la de los demás si. A su alrededor el amor surgió. ¿Por que ella no? No paraba de hacerse la misma pregunta.

Las vacaciones empezaron. El ánimo de Ari mejoró, piscina, amigas, sol, calor. Pero los días se le escurrían. En seguida se acabarían las oportunidades para estar con Él.

Y sí, se acabaron y muy pronto. Él se marchó de campamentos a Malta, "a aprender inglés". Arizona supo entonces que tenía que pasar página ya.

Disfrutó al máximo la semana que le quedaba. Lanzarse desde los trampolines, aunque se hiciera daño. Comer en la piscina, con sus amigas. Que siempre habían estado ahí. En fin, socializar.

Arizona iba a Irlanda en Julio. Todo un mes. Aun no se lo creía, su inglés era mejor que el de la media; es más hablaba casi como una residente americana. Pero aun y todo, su madre le había apuntado.

-Te vendrá bien, es una cultura diferente, también lo es el acento, te va a encantar, ya verás. -le había dicho su madre, en inglés, por supuesto.

Ari no había podido evitar sonreír. No había podido parar hasta que le había dolido toda la cara. ¡Se iba a Irlanda! ¡Sóla!

Le había parecido una idea magnífica, y no pensaba desaprovechar la oportunidad. Pero una semana antes, la duda le atormentaba. ¿Y si se quedaba durante todo el mes, tal y como había ido, sola? ¿Y si no congeniaba? Un mes era mucho, realmente. Demasiado ora estar sola.

La soledad era una de las peores pesadillas de Ari, pero la soledad de verdad. Una semana, soportable, pero, ¿un mes?

Ari sabía que el viaje iba a requerir todo su esfuerzo, pero merecería la pena.

Sus amigas, las buenas amigas, eran el resultado de años de convivencia en la misma clase o curso, incluso meses. Pero allí, estaría solo treinta días, y tan solo las horas de clase. Pero era posible. Había millones de personas como ella, y la mayoría lo lograba.

Cuenta atrás. Fue con su madre y su padre a comprar ropa nueva, para el verano. Para el mejor verano.

Acabo con una maleta realmente grande. Un gran bulto que ocupaba casi más que ella, y que pesaba una barbaridad. Arrastrarla costaba. Tenía ruedas, pero aun así. También mencionar que estaba muy nerviosa, primer viaje en avión - por lo menos el primero que iba a recordar- y el mayor tiempo lejos de su familia.

Pero estaba lista, nunca había sido ni sería demasiado casera, sería el mejor verano.

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