Capitulo treinta y cuatro

23.8K 1.8K 104
                                    

Chase

Me bajé de la camioneta adentrándome en la mansión de mis padres, ignorando el saludo chillón y falso de Zoelia.

— ¿Dónde está Trevor?— le cuestioné haciéndola a un lado.

— Su padre está en su despacho. — informó con su irritante voz pausada, fingiendo calma y elegancia. — Sumamente ocupado.

Asentí antes de trotar escaleras arriba, crucé los pasillos a paso rápido hasta estar frente a la puerta de su despacho, no me moleste en tocar, simplemente la abrí y entré.

— Lo maleducado lo heredaste de tu madre. — lo escuché decir. — Buenas tardes hijo, ¿Que te trae por aquí?— preguntó ajustando sus anteojos.

— Lo déspota de ti, hay que agradecerle a la diosa por eso. — escupí deteniéndome al lado de la puerta. — ¿Donde está Ian?

Trevor levantó la mirada, pareciendo interesado por primera vez 

— ¿Desde cuándo te importa alguien que no seas tú?

— No estoy para tu mierda, Trevor.  ¿Que pasó con él?

— Soy tu padre, no lo olvides. — ladró al ponerse de pie.

— ¿Así como ustedes olvidaron que tenían un hijo? — reproché sin pretenderlo realmente. — Dime lo que sabes y me iré.

— ¡Respétame que estás en mi casa mocoso! —  espetó dando un golpe al escritorio. — No tienes ningún derecho de cuestionar mis desiciones.

Solté una risa sin gracia, sintiendo el amargo sabor del enojo subiendo y bajando como bilis por mi garganta.

— Trevor no tengo tiempo para esto, dime qué pasó con Ian de una vez.—  pedí una vez más, reprimiendo las ganas de gritar.

— ¡Chase, cariño!— rodé los ojos al escuchar su voz, un segundo después sus brazos me rodearon. — ¿Que haces aquí?

— Poco, solo quiero saber dónde está mi beta.

— Oh, pensé que venias a visitar a tus padres. — bajó la voz pareciendo triste. — Creí que, por una vez, consideraste el bienestar de tu vieja madre.

Hace más de tres siglos ese tono en su voz me habría roto, ahora se que no es sincero. Esta siempre fue su forma de manipular y me provoca asco aceptar que funcionaba demasiado bien.

— Alicia por favor, ya no funciona conmigo esa mierda. ¿Ian, donde está?

Los ojos de mi madre viajaron a mi padre de inmediato, este frunció las cejas

— No se de qué hablas, es tu beta no el mío.

— Tienes razón, pero la última vez que revisé estaba en una camioneta junto a ustedes.

— Y la última vez que yo lo ví, estaba en una camioneta de vuelta a tu manada. — respondió mi padre. Se hundió en la silla sin mostrar mayor interés. — Ya aparecerá.

— Quizá Maceo lo tenga. — dijo mi madre sin interés.

— ¿Quien más si no? ¿Creen que solamente desapareció?

— No... Pero si Maceo lo tiene no creo que tenga caso buscarlo.

Mi paciencia empezó a disiparse como humo, Alec empezó a inquietarse en mi interior.

Ardía saber que ella tiene razón, tal vez él ya no esté vivo y la sola idea jode.
Lejos de ser mi beta era mi amigo, aunque él no lo creyese así.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 04 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Nuestra Luna De Sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora