Capitulo Veintiocho

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Bajé las escaleras tallando mis ojos, intentando despertarme completamente, cubriendo mi boca con la mano sobrante cubrí un bostezo perezoso.

— Buenos dias. — Saludé al entrar a la cocina.

Monserrat no alzó el rostro al devolver el saludo.

Fruncí los labios asumiendo que continua enfada, así que no le dí importancia y tomé mi lugar en la mesa.

—¿Dónde está Ben?. — Pregunté.

Ella me lanzó una mirada de reojo, cargada de fastidio.

— No tengo idea. — Ladró.

Bufé. Cuando sirvió mi desayuno me dediqué a comerlo en completo silencio, ignorando sus movimientos por la habitación.

Funcionó bien los primeros siete minutos, luego su mala cara dedicada especialmente a mí, me cansó.

Tomé el último trago de jugo y salí de la cocina sin decir más. Hice una nota mental sobre dejar de comer allí y empezar a hacerlo en el comedor, así al menos no tendré que ver sus muecas.

En vista del buen clima, salí al jardín, me senté sobre una roca que ahí encontré y me dediqué a retirar las hojas secas de los rosales cercanos. Pasé gran parte de la mañana limpiando las hojas caídas del suelo, cubriendo algunas raíces sobresalientes de la tierra y cortando algunas ramas secas.

Extrañé la presencia de Ben en todo momento. Es deprimente el saber que él es el único en este lugar con quien tengo algo similar a una amistad.

Con el pasar del tiempo, el pensamiento del gran resentimiento por parte de Monserrat por negarme a intentar algo a favor de Gabriela, hizo grieta en mi paz y desinterés.

¿Por qué debería ayudarla?.
Ni siquiera me conoce y desde que llegó aquí, lo único que ha hecho es fastidiarme.

Bufé.

Con esa línea de pensamientos rondando mi cabeza, llegó el mediodía.
Al volver al interior de la mansión, fuí directamente al comedor y permanecí quieta hasta que una inexpresiva Monserrat llevó mi almuerzo.

Mientras comía, escuché la voz suave de la misma chica de la visita pasada. Fuí a la sala Pero cuando Monserrat notó mi presencia bajó la voz.
Monserrat la llevó a su habitación casi a rastras y no salieron de allí hasta una hora después, cuando fué hora de que la chica volviera a su casa.

La acción me molestó de sobremanera.

Luego me convencí que no tiene importancia, igualmente no hay algo que yo pueda hacer.

Decidí no prestar mayor atención a algo que en realidad no es de mi incumbencia, me preocupa Ian, a pesar que no he tenido tiempo para conocerlo, me parece un buen chico y no me gustaría que nada malo le sucediera.

Nuestra Luna De Sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora