Prólogo

953 58 0
                                    

Esa mañana no había sido de lo mal normal, se debatía entre si debía seguir su agenda o salir corriendo y nunca volver. Había tomado su dosis diaria del medicamento recetado desde hace años, trago con dificultad, estaba asustada aun después de tomarlo podía oírla susurrar, la sentía cuando trataba de no buscar el licor en su propia cocina, la sentía cuando volvió a su habitación y esta voz solo le empezaba a susurrar, no lograba entenderle, sonaba lejos muy lejos en su mente.

Tenia miedo ya que si podía oírla es porque el medicamento no estaba funcionando, era comprensible que no le funcionara ya, hace meses que no iba a revisión.

Se paró frente el espejo, podía sentir como si derribaran el muro que la medicina le brindaba, el muro que la protegía de ella.

El reflejo en el espejo se distorsiono, ya no se veía a si misma, si no a la dueña de aquella horrible voz.

-Te vez horrible, mas de lo usual. -la voz dentro de su cabeza habló, esta era demasiado cruel, aun no tenían claro de donde venia, pero si desde hace cuantos años la escuchaba, siempre fue así, agresiva.

-Nada de lo que digas lograra afectarme del día de hoy, no necesito tus comentarios pasivo agresivos, así que...

- ¿Y cómo es que llegamos a este punto, si lo que te digo no te afecta en absoluto? Solo mírate, cada día más delgada, con cortes en brazos y tomando medicamentos que no necesitas, sabes que nunca me iré.

-Las personas que están conmigo me ayudaran a salir adelante y tu desaparecerás de mi cabeza. - dijo desviando el tema, hablar sobre su aspecto físico era algo delicado para ella.

- ¿De que estas hablando? Desde que eras solo una niña estas sola, tu padre te abandono, tus amigos te abandonaron, tu madre igual, no tienes a nadie.

-No lograras que ninguna de tus palabras me afecte, te lo repito. -El reflejo en el espejo sonrió, pero ella solo trataba de no llorar.

-Eres débil, la persona más cobarde que existe, solo quiero preguntarte una cosa ¿Porque seguimos aquí?

-Tengo que luchar por lo que quiero, lo que siento y pienso.

-Ya no tienes por quien luchar, pero eres demasiado cobarde para terminar con esto, no sé qué esperas, solo mírate, eres patética, eres una decepción, un asco, todos sienten vergüenza al verte, todos siempre terminan abandonándote, acaba con esto, libéralos de ti, eres una carga para ellos. -Cubrió su rostro tratando de no llorar, el reflejo en el espejo la veía muy molesta. -Estás sola, si no tienes a nadie ahorita ¿porque crees que es? ¿esperas un milagro? date por vencida, no vales nada, ¿me escuchaste? No les importas, ¡no vales nada!

-Por una maldita vez déjame sola.

Arrojo lo primero que encontró hacia el espejo, se dejo caer al suelo, la voz dentro de ella lograba afectarla de tal manera que solo se quedaba tirada, sin ganas de moverse, sin ganas de nada, aceptando las palabras que le escupía con tanto veneno, una voz que ya no podía ahogar con el medicamento que tomaba, una voz que cada día que pasaba aumentaba más su tono, sus gritos, su veneno aumentaba y ella se perdía en su propio cuerpo, mientras esta segunda personalidad de ella quería tomar el control. Ella no recordaba que había tomado un frasco de pastillas de la cajonera, ella no recordaba que trago todas las pastillas, la dueña de la voz, la que se hacia llamar Dana, finalmente había logrado mover su cuerpo, obligándola a esto.

Tomo el teléfono y llamo a ese número al que tanto se negaba a llamar, pero ya no podía más, sentía menos control sobre si, sentía que estaba perdiendo la razón. Ella no sabía que tenía algo malo, creía que esa voz dentro de si era normal, hasta que esta empezó a tratar de herirla, lastimarla para tomar el control de su cuerpo. Su única compañía era esa voz, era lo único que tenía, esa pequeña voz que anhelaba tomar su lugar.

-Necesito ayuda, hermano. -dijo antes de caer inconsciente, todo el frasco de pastillas para dormir que había tomado estaba haciendo efecto.

Sus ojos se cerraban, sus manos perdían fuerzas, el teléfono cayo y ella también, la voz empezó a reír en su cabeza, finalmente lo había logrado.

...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora