𝟎𝟐➤ 𝐇𝐲𝐮𝐧𝐣𝐢𝐧

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Felix y yo no caminamos juntos desde la escuela. Nunca lo hemos hecho.

Pero vivimos uno al lado del otro en la Calle Blond.

Justo en la puerta de al lado.

Felix usualmente camina a seis metros delante de mí en nuestro camino a casa.

Estoy acostumbrado a esto y se siente cómodo.

En los días cuando él se queda en casa enfermo o... lo que sea, se siente mal. Camino solo a casa y nunca parezco llegar lo suficientemente rápido.

Sin embargo, hoy él está aquí, caminando frente a mí. Sin reconocerme, lo cual es nuestro acuerdo no hablado.

Actuamos como si no nos conociéramos alrededor de nuestros amigos.

Mantiene las cosas simples.

Aleja la realidad.

Meto mis manos en mis bolsillos; mis ojos cayendo en los familiares huecos de la acera debajo de mí. El viento lleva olores del vecindario hacia mi nariz
mientras camino. Suciedad... caucho... césped... incluso un poco de basura, encuentran mis fosas, recordándome a casa.

No vivimos en la mejor parte de la ciudad, pero podría ser peor. Las casas son pequeñas y torcidas, pero los árboles son grandes y altos. Robles grandes estiran sus ramas sobre los techos agujereados y pintura raspada de las casas debajo, manteniendo los secretos dentro y la luz del sol fuera.

No es que la luz ayude algo.

Levanto mi cabeza e inspecciono la calle.

Hace mucho tiempo el vecindario probablemente era bastante bueno... antes de que el pavimento se partiera y se levantara, y las luces de la calle colgaran en ángulos peligrosos. Estoy seguro que hubo un momento cuando la Calle Blond era probablemente un lugar ideal para pasear a tu perro o tener una parrillada.

Sin embargo, ya no.

Los únicos perros en el vecindario son callejeros, y las parrilladas son algo visto solamente en la televisión.

Una brisa flota a través del viento, levantando suavemente el cabello de Felix.

Tengo una vista de su perfil mientras su cabello se levanta y sonrío para mí mismo. Felix no tiene idea de lo atractivo que es.

En la escuela él camina cautelosamente, prestándole poca atención a los adolescentes Neandertales compitiendo por su atención.

Los chicos no entienden por qué es tan callado y desinteresado.

No saben nada sobre él

Pero yo sí.

Una hoja cae de uno de los robles altos y acaricia el brazo de Felix antes de caer al suelo.

Mis ojos se quedan en él mientras nos acercamos a nuestras casas.

Me gusta verlo caminar, y no de una manera sexual.

No me malinterpreten, tiene un buen trasero. En verdad, tiene bien... todo. Pero hay algo sobre la manera en que camina... se mantiene erguido, mantiene su cabeza derecha y sabe a donde va.

Es hermoso.

He visto su caminar a casa a seis metros delante de mí desde el tercer grado.

Ahí fue cuando se mudó al lado.

Teníamos nueve, mi vida era un infierno, y él era nuevo.

También era la razón por la cual iba a la escuela.

O me levantaba en las mañanas.

O seguía respirando.

La promesa de Felix.

Él deja caer un trozo de papel al suelo sin detenerse.

Es para mí. Es como "hablamos" en nuestra caminata a casa.

Mantengo estable mi paso, aunque quiero correr a donde el trozo de papel cayó y recogerlo como una sabueso.

Mis pies finalmente alcanzan donde su nota aterrizó y me inclino para recogerla, apenas ralentizando mi movimiento. Abro la pequeña nota doblada.

Está cubierta de caritas felices.

Por supuesto.

"Deja de mirar mi trasero".

Sonrío.

Como dije, él tiene un buen trasero. Pero ahora no lo estoy mirando.

Sabe que no lo estoy mirando.

No, estoy mirando sus delgados dedos, atrapados como imanes alrededor de las tiras de su bolso. Sus nudillos están blancos y sus antebrazos flexionados.

Está tenso.

Casi estamos en casa. Esta es la peor parte del día, para ambos.

Meto su nota en mi bolsillo y tomo una profunda respiración.

Estamos en nuestros caminos de entrada ahora.

Felix no me mira o me dice adiós.

No lo despido o lo miro tampoco.

Porque este es el inicio del final de nuestro día.

Aquí es cuando las cosas salen mal.

Es por eso que me dejó una nota.

Porque lo sabe, y yo lo sé, que ambos necesitamos un poco de liviandad antes de entrar a nuestros hogares después de la escuela.

Hogares.

En verdad no son hogares.

Son más bien casas donde dormimos.

Donde comemos, si tenemos suerte.

Donde lloramos y peleamos.

Donde sangramos y nos rompemos.

Donde tememos y gritamos.

Donde nos rendimos.

Donde suspiramos.

Donde apenas sobrevivimos.

Sé esto porque nuestras casas están a apenas a seis metros de distancia.

La ventana de su habitación da a la mía.

La ventana de su cocina da a la mía.

Vemos todo lo que le pasa al otro.

Es terrible, molesto y vergonzoso.

También es la razón por la que Lee Felix es mi mejor amigo.



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© @𝐠𝐞𝐨𝐭𝐞𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞 𝐲 𝐂𝐡𝐞𝐥𝐬𝐞𝐚 𝐅𝐢𝐧𝐞

graciaas por leer<3

𝐡𝐨𝐩𝐞 ►𝑯𝒚𝒖𝒏𝒍𝒊𝒙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora