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Las calles anchas de la ciudad de Filadelfia se podían ver desde las grandes ventanas de cristal de la cafetería donde me encontraba. Eran apenas las siete y media de la mañana y ya las calles estaban abarrotadas de personas.
Nunca pensé que podría adaptarme tan bien, nunca pensé que llegaría a considerar Philly mi casa. Llevaba viviendo tres años, y aun me fascinaba la ciudad, su gente, sus edificios, sus costumbres.
Tenía una carrera en la Universidad Privada de Pensilvania, una novia que me amaba, un mejor amigo y un futuro por delante. Que más podría pedir.
Aparte mis ojos del ventanal, y mire el interior de la cafetería, donde todos los días me tomaba mi café antes de ir a la universidad. Era mi favorita por que quedaba cerca del campus, y por su estilo Conde Nast. Mesas y sillas tapizadas de color miel, contaba con espacio para cincuenta comensales, todo estaba dispuesto para crear una atmosfera íntima pero abierta a la vez, frecuentada principalmente por los jóvenes de la universidad.
Este fue mi primer trabajo, pero lo deje hace casi un año para trabajar en un bar, donde me pagan el doble, y solo trabajo los fines de semana, incluyendo los martes y los miércoles.
Probé mi Verkehrt que ya estaba tibio, y le di un buen trago…mmm, estaba delicioso. Comprobé mi móvil, solo habían pasado cinco minutos, mi novia siempre llegaba a tiempo. Puse el vaso encima de la mesa junto con el móvil y observé la puerta de la cafetería esperando ver a mi chica.
Los días entre semanas casi no nos veíamos, el único momento que teníamos para estar juntos era en esta cafetería, y los domingos que salíamos a comer por ahí. Los dos vivía mos en la residencia de estudiantes, pero yo era demasiado tímido como para quedarme a dormir con ella y a ella mi amigo y compañero de cuarto no le caía bien, decía que era muy mujeriego y que podría influenciarme, pero nada de eso era verdad.
Bruno Stewart lo conocía desde que llegue a la residencia y es un chico estupendo. Trabaja conmigo en el bar, y no puedo negar que le gusta coquetear con las chicas, pero nunca me ha influenciado para serle infiel a mi novia.
La puerta de la cafetería se abrió, y entró una morena que llamo la atención de todos los hombres del local…hasta la mía.
Vestía unos vaqueros de color negro los cuales se le ceñían a las nalgas y los muslos como un guante, unas botas de cuero a juego con la chaqueta que llevaba encima del top negro que cubrían sus senos…vaya senos, y su cabello negro lo tenía recogido en una coleta alta.
¿Cómo una morena podía llamar tanto la atención?
Recorrió con la vista el lugar y sin darle importancia al hecho de que todos la miraban, camino hacia una mesa vacía. La mesa que quedaba justo en frente de mí.
Se acomodó y un camarero vino atenderla. El muy grosero no apartaba su mirada los pechos de la chica, ella le pidió lo que sea que le haya pedido y él se marchó. Me obligué a dejar de mirarla, no quería ser igual que ese camarero.
Me lleve mi vaso a la boca, pero mi café ya estaba frio. Le hice seña a un camarero que conocía para que me trajera otro café, no para mí, si no para Britt, mi novia. Miré la hora, cinco minutos más, ya Britt estaba de camino.
No sé la razón, pero mis ojos volvieron
a mirar a la morena, que esta vez estaba revisando su móvil. Su piel blanca hacia un buen contraste con su cabello negro, no era alta pero tampoco pequeña, más o menos de mi tamaño y se notaba que se mantenía en forma porque valla cuerpo. Dejó el teléfono en su mochila que estaba encima de la mesa y como si supiera que la miraba, clavo sus ojos negros en los míos.
Se me helo la sangre cuando me miró, mi respiración se me acelero igual que mi pulso.
La chica me pilló y eso me hizo sonrojar hasta la los pies. Ella me dedicó una pequeña sonrisa y sentí la cara aún más roja. Aparte la mirada y la fijé en el camarero que venía a traerme mi otro café, lo puso en la mesa y se fue.
Hoy la cafetería estaba casi vacía para ser un viernes. Probé el café y me quemé la lengua, hice una mueca, levante la vista y vi que la chica del frente seguía mirándome. Sonrió, y el camarero que la atendió antes le entrego su café, ella lo tomo sin quitar los ojos de mí y lo probó.
Entonces caí en la cuenta de que quizá no me miraba a mí, me volteé para ver quién estaba detrás, pero no había nadie.
La volví a mirar y ella rió, iba a morir de vergüenza delante de esta mujer. Volví la vista a la puerta, Britt ya se estaba tardando mucho y la morena me estaba incomodando, no  me gustaba sentirme así, odiaba sentirme así.
Entraron dos chicos primero y luego entro mi chica, al fin, estaba a salvo de los ojos de aquella morena que no hacía más que reírse de mí. Poniéndome de pie para recibir a mi novia, sin poder evitarlo mire de nuevo a la chica, el corazón me dio un vuelco, cuando vi que ella seguía con sus ojos fijos en mí, me miró de arriba abajo, y sentía que se me encendía todo el cuerpo, quería salir cuanto antes de allí, esa chica me miraba raro y no me gustaba.
Me sobresalte por un abrazo de Britt y volví a mis sentidos, mire a mi chica y le besé en la mejilla. Mi timidez sobrepasa los límites, tanto así que no podía besar en la boca a mi novia, no podíamos hacer nada de lo que las otras parejas hacen, y aunque eso a ella no le importa a mí me vuelve loco. Abracé a Britt, y por encima de su hombro le eche un vistazo a la morena, tenía los ojos clavados en mí. Su mirada constante me estaba poniendo muy nervioso. Britt y yo nos sentamos y posé mi mirada en la rubia de ojos claros que tenía al lado.
Brittany Holmes, era la chica perfecta, estaba hecha a mi medida, en todos los sentidos. Nos conocimos el primer año de universidad, primero fuimos amigos y luego surgió el amor. En noviembre cumplimos tres años de novios, y nunca nos hemos peleado, siempre estamos de acuerdo en todo, y lo principal es que nos amamos.
-Te he pedido un café.
Le avise mientras le brindaba el vaso. Le toque la mejilla con mi dedos y sonreí. A veces no me creía la suerte que tenía.
Yo era uno de eso chicos que no llamaba mucho la atención, era delgado, no muy alto, los pocos músculos que poseía mi cuerpo fue por la escuela militar a la que fui, mi padre me obligó y aunque al principio no quería ir, ahora se lo agradezco, porque me enseño a ser organizado y responsable y a saber lo que quiero, pero igual no tengo un cuerpo de esos que aparecen en las revistas. Me gustaba leer y estudiar, y sin go Britt me quería tal y como era.
-Tienes que trabajar esta noche ¿verdad? -me miró y yo asentí.
-Este finde me quedare en casa de mis padres.
Los padres de Britt vivían en Pensilvania, eso quería decir todo el fin de semana lejos de ella.
-Querían que fueras conmigo pero ya les dije que trabajabas -me informó.
No podía faltar al trabajo, necesitaba el dinero para pagar los nuevos libros, además estaba ahorrando para comprar un pequeño apartamento entre yo y Britt, sus padres querían comprarlo pero me negué, mi padre, Douglas Hyde, siempre dice que hay que luchar por lo propio.
–Te voy a extrañar-ella rió, y se terminó el café, me encantaba verla sonreír.
-Solo son dos días, nos veremos el domingo para salir a comer.
-Igual te voy a echar de menos -le tome sus manos entre las mías.
–Yo también Joshi -esa era su apodo cariñoso para mí, no me gustaba porque me hacía sentir ño, como un niño, y ella lo sabía, pero no me molestaba, siempre y cuando me lo dijera con amor y con esos ojos que tanto me gustaban.
Entonces recordé, y disimuladamente miré al frente y me topé con los mismos ojos negros que me torturaban antes. O esa chica estaba loca o tenía un problema que solo le permitía mirar al frente.
Sí, eso debía ser.
Porque una chica tan atractiva no podía fijarse en mí, eso era imposible. Ya se había terminado su café y estaba sentada…ahí…mirando hacia mi mesa. Me miró directo a los ojos y tragué saliva. Sus ojos eran capaces de traspasar el alma de alguien que la tuviera de hierro, saco su móvil y fijó sus hermosos ojos en la pantalla.
– ¿Que miras? -giré la cabeza rápidamente hacia mi novia, gracias al cielo que ella no era celosa, aunque no estaba haciendo nada mala.
-Nada, pensé ver a alguien que conozco-ella no pregunto nada más, mire el móvil, ya casi teníamos que irnos.
Miré a mi estupenda chica, luego mire nuestras manos entrelazadas, y me llevé una de ellas a la boca y la bese.
–Te amo –sonrió y me miró a los ojos
-Yo más-me respondió, yo también le dedique una sonrisa.
Saqué mi cartera para pagar la cuenta y como si mis ojos tuvieran vida propia se desviaron hacia la mesa del enfrente, pero…ya la morena no estaba.

Eres mi dueñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora