II - Una Ligera Esperanza

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El amanecer de un nuevo día, había logrado dormir toda la noche sin ningún problema y sin despertarme. Podía sentir algunas lágrimas correr por mis mejillas aun, ese sueño, había sido algo real. No era un limbo como pensaba, era algo real.

Estando aun anonadado, y con las ganas de querer volver a ese lugar donde me sentía en tanta paz, traté con todo mi esfuerzo de volver a quedarme dormido, pero el intento fue en vano. Por más que tratara, solo me sentía incómodo de seguir tanto tiempo acostado y no lograba inducir el sueño.

- Eso, de verdad fue algo real, ¿Cierto? – Pienso en voz alta mientras recordaba la relajante voz de aquella persona en mi sueño.

- Real o no, es la primera vez en tanto tiempo que puedo decir que estamos "bien" al despertar – Digo en mi mente y suelto un ligero suspiro.

Tras secar mis lágrimas con las mangas de mi franela, me levanto de la cama y me estiro un poco. Había pasado tanto tiempo sin dormir tantas horas que sentía mi cuerpo algo entumecido, pero al mismo tiempo, seguía sintiendo la calidez que sentía mientras estaba en ese sueño. Era una sensación que me envolvía, y me hacía estar en una completa calma.

No había ni terminado de estirarme cuando entran a mí cuarto repentinamente.

- Hijo, por favor, ¿Podrías ayudarme en algo un momento? – Pregunta mi madre mientras sostiene una cesta con ropa en sus manos.

- Ah, claro. Dame un momento. – Respondo y rápidamente termino de estirarme, yendo hacia ella.

- Te ves, algo distinto hoy. – Comenta mi madre mientras me mira.

- ¿Distinto? Exactamente, ¿A qué te refieres? – Pregunto con curiosidad.

- Pues, no sabría decirlo exactamente, pero es como si tuvieras más brillo en tus ojos. Además, se nota que por fin te dormiste temprano anoche, ya no tienes tantas ojeras hoy. – Responde mi madre con algo de entusiasmo

- Ah, pues... Si, anoche decidí dormir temprano, no tenía muchas ganas de nada. – Comento con sutileza.

- Y deberías seguir haciéndolo, eso de andar toda la noche en esa computadora solo te hace daño, hijo – Dice mi madre con un tono de preocupación.

- Lo sé, trataré de dormir temprano más seguido. – Respondo y le doy una ligera sonrisa.

Al darle esa sonrisa, pude ver en sus ojos un ligero destello, haciendo que ella sonriera también. ¿Cuándo habrá sido la última vez que hable con ella tan tranquilamente? ¿Cuándo fue la última vez que sonreí con naturalidad? Pensar tanto en ello, no solucionará nada. Algo que si es destacable, es el hecho de que me siento tranquilo, como si la ansiedad constante fuera más leve y los pensamientos en mi mente estuvieran más serenos.


Tras terminar de ayudar a mi madre con la ropa, me dirijo a la cocina para desayunar. Cuando mi madre está en casa, suele dejarme mi desayuno ya preparado, así que solo debo calentarlo y comer. Mientras tomaba mi desayuno, me quede pensando en esa persona que había aparecido en mi sueño, intentaba recordar su cálida voz que me arrullaba, la forma en la que tarareaba cuando estábamos en silencio.

- Hijo, recuerda que debes ir a clases hoy. – Dice mi madre desde otra habitación.

Saliendo de mis pensamientos, me fijo en la hora y termino de desayunar rápidamente, para tomar un baño y salir al instituto lo más pronto posible. El instituto no quedaba tan lejos de mi casa, pero me gustaba llegar temprano a los sitios de ser posible.

Memorias SilenciosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora