Entonces la vi. Con un vestido azul –como su color favorito– sosteniendo una fotografía de su padre, tan parecido a ella. Y el viento movía sus cabellos dándoles vida.
Y la vi correr, entonces decidí seguirla sin darme cuenta de que ella estaba lista para lanzarse al precipicio que nos esperaba. Y al verla caer en un vacío grité y lloré al mismo tiempo.
Cuando por fin decidí lanzarme tras ella, una dulce voz me trajo de vuelta a la tierra. Desperté y ahí estaba mi madre, mirándome con esos ojos profundos, y me hizo esa pregunta la cual nunca he respondido con la verdad. ¿Estás bien?