Hoy decidí verla, y no simplemente verla, decidí observarla lentamente, cada uno de sus movimientos y cada una de sus expresiones. Me di cuenta que somos iguales, que dentro de ella también hay una señorita que sufre, que entrega todo por amor y no le corresponden.
La miré mientras conducía su automóvil, y le dije:
—Mami, ¿sabes que eres hermosa?– La miré sonrojarse y arreglar su cabello.
Comprendí que todos sufrimos en la vida, que ella siempre será mi madre, y que eso no va a cambiar.