C A P Í T U L O D O S

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C A P Í T U L O  2

Me duelen los senos, odio el ciclo premenstrual. Por suerte este mes me ha tratado con tranquilidad, pero lo que me preocupa no es eso si no las tres semanas de retraso. Estoy más que segura de que no es el mejor momento para tener un bebe. Lombardo, ese apellido que con frecuencia dicen Aurelio, Mario y Luciano es el causante de mis ataques de pánico. Esta mañana todo fue tranquilo hasta que escuche a Luciano nombrar a esa familia. 

El próximo heredero Lombardo intenta robarle territorio, mercancía, tratos y socios a mi familia. A la familia D'angelo. Esa es la razón del atraso de las nupcias, cada vez que se acerca la fecha Alessandro se encarga de hacer algo que ocupe a todos los que se encargan del negocio, incluso hasta Gianna, la abuela paterna de Luciano.

El cuero cabelludo comienza a picarme en cuanto entro en la farmacia seguida de Bianca, Lorena y Carina las mujeres encargadas de mi seguridad. Que sean todas mujeres fue mi petición por qué a decir verdad me siento más segura y confiada cuando estoy rodeada de mujeres. Se que es menos probable que alguna me haga daño intencionalmente. Puede que en algún punto a una de ellas quiera hacerme algo malo, pero es menos probable y cuando una mujer está tramando algo otra mujer puede olerlo.

¡Qué cantidad tan tonta de tipos de pruebas de embarazo!

- ¿Alguna de ustedes se ha hecho una? – Pregunto cogiendo dos distintas para enseñarselas.

- Cada vez que me estreso y mi periodo se distorsiona. – Responde Carina. Me gusta su nombre además de que es a la que más confianza que le tengo dado a que ella es la que más tiempo ha estado conmigo.

- ¿Cuál elijo? – Me acerco a ella enseñándolas.

- Siempre las baratas. – Dice Bianca. – Mi hermana tiene tres bebés y con los tres se hizo pruebas baratas. – Explica.

- ¿Y si sale positivo? – Digo rápidamente.

- Disculpe señora D'angelo, - Pongo los ojos en blanco. – no se le entendió lo que dijo.

- Dijo que nos daría un incentivo. – Bianca le da un codazo a Lorena.

- No he dicho eso, pero si no están contentas con su pago pueden decirme. - Yo con gusto me encargaría de que su pago aumente.

- Ella o nosotras dos estamos muy bien pagadas. Seis mil dólares a la semana.

¡Seis mil! Ya quisiera tener seis mil por semana.

- No le dé más vueltas al asunto, la conozco muy bien y está retrasando las cosas. – Y tiene razón, de las tres Carina me conoce bastante. Lleva conmigo desde que salí del orfanato.

- Tengo miedo. – Digo cogiendo dos cajas más. Mejor me las hago en Italia en compañía de mis cuñadas.

- Hay opciones si sale positivo. – Dice Lorena encogiéndose de hombros.

- Pueden tomar lo que quieran.

Tras estar un rato en el pasillo de las golosinas termino cogiendo unas cuantas de diferentes sabores antes de ir a pagar. Con un poco de pena por el acento italiano en mi inglés cruzó algunas palabras con la cajera antes de dirigirme a la salida. Cuando estamos a punto de entrar en el auto el sonido de la bocina de una camioneta hace que me sobresalte.

Luciano. Pero no hace ni dos horas que salí de casa. Con paso decidido me acerco a su camioneta con el corazón a mil y la ansiedad a dos mil.

- ¿Ahora eres un acosador?

- No, - Hace un gesto desinteresado con los labios mientras hace un leve movimiento de negación. - ¿Quieres acompañarme a comprar unas hamburguesas?

Suelto una risita tonta mientras abro la puerta del copiloto y me siento.

- ¿Dónde está tu seguridad? – Él me hace una señal y al mirar por el retrovisor los veo.

Comienza a manejar hacia el restaurante de comida rápida con una corona en su nombre. Hoy no hace tanto frío como ayer. Se puede decir que soy una persona muy friolenta. De igual manera prendo la calefacción.

- No entiendo como puedes bañarte a las cinco de la mañana con agua fría y ser una persona demasiado sensible al frío. – Me río mientras él gira a la derecha.

- Si no lo hago me quedaría dormida bajo el chorro de agua caliente. – Me gusta darme una ducha de agua fría para tranquilizar mis pensamientos sobre lo que podría pasar si las cosas no se controlan. – Quiero preguntarte algo.

- Has todas las que quieras. – Lo siento muy relajado. Entra en el drive-thru del lugar donde comprará las hamburguesas. Esperamos unos minutos para que nos den el pedido antes de que el se estacione en el estacionamiento del lugar.

- Quisiera saber más sobre lo que está pasando con los Lombardo. – Le paso su comida. Le robo una papa frita y él me mira expectante comenzando a comer. - ¿Por qué no terminan con esa familia y ya? – Muerdo.

- Porque no se puede ser impulsivo, porque siempre hay que esperar a que se sientan confiados para que no estén preocupados y solo entonces se ataca. – siento un retorcijón en el pecho. En su mirada puedo ver que esa es la única información que voy a obtener. Quiero más.

Lo acosaría haciéndole mil preguntas más, pero no quiero discutir.

Debería contarle sobre las pruebas de embarazo. Me siento impotente, no hay algo en lo que pueda ayudar. No se cuanto tiempo he estado sin decir palabra y mirando un punto fijo sin pensar hasta que Luciano me acaricia el brazo.

- No tienes que preocuparte. – Asegura dejando de lado su comida. – Yo te protegeré y si quieres aprender a protegerte te enseñare. – Dice mirándome a los ojos antes de darme un casto beso en los labios. – Así tenga que encerrarte en un bunker para que no te pase nada lo haré. Te amo. – Susurra las últimas palabras. Miro frenéticamente en todas las direcciones en busca de algún peligro, pero no encuentro algo.

- Vamos al apartamento por favor. – Pido con la voz entrecortada. Tengo mucho miedo y no aguantaré a llegar a Italia para hacerme las pruebas.

- Come. – Dice encendiendo la camioneta. Con rapidez conduce hasta el condominio mientras va comiendo y yo hago el intento de comer.

Cuando estamos frente a la recepción no espero por él y salgo disparada como una bala con la bolsa de la farmacia agarrada con la mano derecha. Luciano me sigue olvidando su camioneta. Entró al interior del edificio y llamó al ascensor. Me parece que pasa una eternidad cuando el ascensor llega. Al entrar presiono el número veintidós.

Mi esposo me envuelve en sus brazos y comienza a darme caricias en la espalda. Lo amo. Me siento protegida en sus brazos y sé que me protege. Pero. ¿Quién lo protege a él? Cuando las puertas de la caja de metal se abren me deshago de los brazos de mi esposo y me dirijo hasta el apartamento. Toco el timbre con desesperación. Tal vez estoy exagerando, pero no puedo aguantar más.


























Nota de la autora:

¡Hola! (Siento que gritó cuando escribo con signos de exclamación 🫠)

Espero les haya gustado este capítulo. Me gustaría que me ayudaran a escoger un día de la semana para actualizar la novela.

Gracias por tomar de su tiempo para leer lo que escribo.

No se olviden de comentar, votar y compartir.

❣️✨

Amor genuinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora