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Era verdad, las bromas eran algo que caracterizaban a este adolescente. Siempre decían que esa era su esencia y que quizá en una de sus vidas pasadas fue un bufón de algún rey.
Muchos decían que dentro de él vivía un espíritu parecido al de un zorro juguetón, pero esas eran solo palabras. Una tarde, mientras cuidaba de su madre enferma llegó un hombre a cobrar la renta. Ellos no tenían el suficiente dinero para ello, y era la tercera mensualidad que le deberían.
Pidieron un plazo, pero este no les fue concedido, sino que recibieron una amenaza en que esa misma noche serían despojados de todo como pago por los pagos atrasados y este.
Lo mejor que se le ocurrió al joven fue hacerle una broma de fantasmas, quizá así los dejarían en paz. Además, en ese pueblo eran creyentes de los monstruos que aparecían en las noches a espantar.
Él tuvo una gran idea para ello, y pasó casi toda la tarde planeándolo.
Ya en la tarde, cuando los acompañantes de su cobrador se aproximaban a tirar la puerta el espectáculo comenzó.
Todo salió como él lo planeó. Excepto por un leve detalle, uno de sus juegos artificiales llegó a unos de los tanques de petróleo que guardaban para las épocas frías.
Solo una mínima parte de su casa quedó libre de llamas (justo en la que ambos se escondían), pero estaban encerrados. El fuego había derretido la chapa por afuera.
Ambos ya tenían grandes cantidades de humo en sus pulmones, estaban ya sin posibilidades de sobrevivir.
Eso hasta que Idris se arriesgó a romper una ventana y sacar a su madre para después salir él. Justo a tiempo ya que dos minutos después la casa explotó por completo.
Lo único que él repetía una y otra vez era la palabra ‘Perdóname’ al cuerpo casi frío de su madre. El humo había empeorado todo, así que esa noche fue la última con vida de la mujer.
Al momento de despertar el joven vió un lugar de color blanco, así como sus vestiduras y a otros siete chicos formando una ‘u’ enfrente de una persona. Él se presentó como el ángel Zadhiel, el que se encargaba de las personas que mataban a inocentes para darles una segunda oportunidad. En su caso debían proteger a chicos con problemas relacionados con el mundo de lo sobrenatural.
A él le tocaría ayuda de un collar que pertenecía a su madre y de una leona demasiado enojona y un poco amargada para su gusto.
