Últimamente siento como si hubiera perdido una parte de mi, pero por más que lo pienso no logro recordar eso que extraño incesantemente todas las noches a la misma hora, como si de una alarma se tratara. ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Me habré equivocado? La verdad pienso que mientras más intento olvidar que mi vida va contra el reloj, más crece el miedo de volver a la realidad, y que esta me golpee tan fuerte que empiece a extrañar de nuevo el sueño en el que estuve tanto tiempo sin pensar.
Tengo un testigo que ha observado cuidadosamente las razones de cada una de mis lágrimas y aunque estoy segura que de vez en cuando no está siempre de mi lado, entiende que soy sincera cuando susurro casi sin voz que estoy cansada, cuando entre las tantas respiraciones entrecortadas cuento cada segundo que paso mirando la oscuridad que se forma después de cerrar los ojos, deseando de a poco poder descansar sin que las voces de culpa se apoderen de mi conciencia y se transformen en la esencia de mi llama más extinta .
Sin embargo, me he obligado a entender que volver en el tiempo nunca es la solución, aun así el deseo egoísta de ser feliz me pide a gritos dormir para soñar con los recuerdos que juré congelar por mi bien. Ojalá mi mente leyera mis labios para que se conmoviera con cada palabra incompleta que nunca pudo salir, ojalá el lápiz sobre aquel papel blanco dejara de pintar porque en cada trazo que hace se lleva una parte de mí que no podré recuperar.
Al final solo me queda la conciencia de saber a ciencia cierta que de tantas miradas atrapadas en el espejo que juzga hasta el más ínfimo pensamiento que trato de esconder para no ser consumida por las creencias de la muerte, se han quedado bajo la manga del destino, esperando ser usadas por el Karma cuando se entere que el ultimo pétalo marchito le ha sonreído a mi alma.
Este es el sueño frágil que yo misma pinté, tratando de escapar del dolor de perder. Ahora me toca enfrentar la hoja blanca de papel que dejé a media escribir cuando mis manos se apiadaron del pasado y le encargaron a mi reflejo pecar de felicidad, frente a los ojos vendados de las sombras del recuerdo que gustosas aceptaron hacer un pacto con el paso de los años, a cambio de un efímero milímetro de tranquilidad.