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Despertó escuchando una que otra palabra por parte de Rin. Su mirada se posó sobre la ventana de la habitación, el ocaso no tardaría en hacer presencia. Bufo, frunció el ceño tras escuchar una que otra cosa caer al suelo estrepitosamente, se levantó con dificultad de la cama acercándose a la puerta.

–No voy a repetirlo una vez más... ¿Viste o no merodeando a una mujer pelirosa por aquí?

Se detuvo en seco. Me encontraron. El agudo grito de aquella mujer le hizo regresar a la realidad. Abriendo apenas la puerta para mirar lo que pasaba.

–En Konoha no hay mujeres con un cabello tan escandaloso–soltó la mujer. –Y si así fuera, en nuestra nación no nos distinguimos por entregar a los nuestros a otra–escupió. El hombre frente a ella sonrió burlón.

–Los aposentos de una dama no deben ser ultrajado en vida–recitó el hombre. –Matenla, después de eso podremos revisar la casa sin problemas–ordenó.

Sus jades se abrieron llenos de pánico al observar a un tercer hombre pararse frente a Rin, levantando su katana dispuesto a tomar la vida de la mujer. Los castaños ojos de la Nohara miraron de soslayo hacia la puerta, mirando apenas los jades de la pelirosa, sonrió sinceramente. Huye.

–No... No, no–susurro abatida.
La castaña cerró los ojos con fuerza, esperando su letargo terminará pronto. El sonoro golpe de la puerta corrediza siendo abierta le hizo abrir los ojos nuevamente, mirando aterrada hacia aquella mujer quien fruncia el ceño.

–¡Hyuga!–exclamó.

–Finalmente sales de tu agujero estúpida Yujo–sonrió el hombre. La pelirosa gruñó ante la denominación.

La Nohara chillo al mirar la fluidez y certera puntería de la ojiade al arrojar aquellas cuchillas sobre su captor y la segunda contra el hombre frente a él. Sintió el agarre cesar, escuchado el seco golpe del cuerpo de aquel hombre caer tras de ella. Con sorpresa llevó su mirada hacia el frente, abriendo ligeramente la boca al observar al otro tipo con la cabeza ladeada. Más la pequeña marca y la gota de sangre que corrió hacia su mentón, le delató.

–¡Atrapenla!–gruñó el hombre. Los tres hombres caminaron a la habitación.

–¡Corre! –exclamó la ojijade, mirando a la castaña antes de adentrarse nuevamente a la habitación.

Rin boqueo un par de veces, observando a los tres hombres restantes regresar su mirada nuevamente a ella. Trago grueso.
Salió por la ventana con dificultad, corriendo lejos de aquella cabaña, escondiéndose entre la maleza del bosque. Observó, pasando los minutos aquellos tres hombre saliendo de la cabaña, prendiendo unas cuantas lámparas, lanzandolas contra las paredes de aquel hogar.

Un enorme nudo se hizo dentro de su garganta, no vio en ningún momento salir a Rin. Su corazón se estrujo con él sentimiento de dolor y culpa. Las llamas no tardaron en hacerse con toda la casa. El ocaso comenzó a observarse, una fuerte punzada le hizo doblarse, llevando su palma al costado de su abdomen, mirando con el ceño fruncido el color carmín teñir su piel. Giro sobre sus talones, sin mirar atrás recorriendo el solitario bosque.

Abrió los ojos de golpe, un fuerte dolor de cabeza le hizo gruñir, el recuerdo de unos ojos ónix le provocó escalofríos. El tenue aroma a hierva medicinal le hizo alzar la mirada, frunciendo el ceño al ver a un par de jóvenes mujeres mirarle con sorpresa y un poco de miedo. Miró a su alrededor, remarcando aún más su confusión. ¿Dónde estoy?.

–Llama a Uchiha sama–escucho.

Observó a una de aquellas mujeres salir apresurada de aquella habitación, quiso sentarse sobre aquella cama, más el pequeño dolor bajo sus cosillas le hizo mirar y finalmente darse cuenta de aquel vendaje. La herida nuevamente esta abierta. Escucho pasos tranquilos dirigirse hacia aquella habitación. Una vez abierta ambas puertas frunció el ceño al mirar a un par de guardias reverenciando.

YugenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora