Me levanté en lo que parecía ser una pequeña habitación de invitados. No es que estuviera muy limpia que se diga, ni tampoco muy iluminada. Olía mal, como si algo se hubiera muerto en ese sitio y tuvieran el cuerpo descomponiéndose, ese olor me mareaba. Me levanté del frío y húmedo suelo y, a tientas, busqué algo que me pudiera ayudar a reconocer dónde estaba.
Fui palpando las paredes en busca de alguna grieta o algún agujero por el cual poder mirar, pero nada, era inútil, aquella sala estaba muy bien incomunicada y completamente a oscuras, ni si quiera había un interruptor de la luz.
Me volví a acurrucar en el suelo y llorando me quedé dormida. Estaba sola, ya no me quedaba nadie, ni si quiera mis padres. Tampoco sabía nada de Kit, ni tampoco cuanto tiempo llevo aquí metida. No tengo ni mi móvil ni mi ropa, solo la ropa interior y aquí dentro hace bastante frío.
Se oían voces al otro lado de la sala, no conseguí distinguir las voces por si alguna era la de Kit. Las voces cesaron y, acto seguido, una puerta se abrió y tres hombres altos irrumpieron en el cuarto y me sacaron a la fuerza. Me llevaron a rastras hacia un salón cuyo suelo estaba cubierto por latas de cerveza vacías, colillas y cajas de pizza vacías. En el centro del salón había dos sillas, en una de ellas estaba Kit, atado y amordazado la otra tenía mi nombre.
Traté de zafarme de aquellos hombres que trataban de agarrarme para atarme a la silla, pero ellos fueron más rápidos y, antes de poder hacer nada, me dieron un bofetón y me tiraron al suelo. Lo siguiente que recuerdo es estar atada en la silla mientras Kit me miraba preocupado.