Era un día frío y lluvioso, comenzaba la temporada de invierno.
Iba preparada, revisé el pronóstico del clima la noche anterior y preferí guardar inmediatamente el paraguas en mi mochila. Aunque me alisté para el día que se venía, nada evitó que tuviese la mala suerte de que mi paraguas se estropeara con el viento. Corrí rápido a refugiarme bajo el alero de una de las tiendas del centro y, al ver que la lluvia no pensaba parar, creí que lo mejor sería entrar a alguna de ellas. Había una cafetería y en ese momento, un caliente café no me vendría nada mal.
La atención fue ágil y en unos pocos minutos llegó mi orden. No pude evitar mirar otro pedido que traía el mesero, una gran copa de helado, con crema y una fresa en la punta. ¿Quién en su sano juicio pediría un helado al haber -2°C? De mera curiosidad seguí la copa con la vista, era para un chico que estaba dos mesas más adelante.
Él agradeció animadamente su pedido y comenzó a devorarse el helado mientras escuchaba algo en sus audífonos inalámbricos. Era alto y en las pequeñas mesas de la cafetería debía encorvarse para comer bien. Su rostro era atractivo, sus facciones eran suaves y su piel se veía tersa y sana. Parecía más un cantante famoso o un actor que una persona normal.
Mi café estaba en su punto, un poco caliente, pero para este clima era perfecto. Espero que termine de llover o llegaré mojada al taller.
El chico se paró rápidamente, al parecer iba muy apresurado. Pero sin duda tenía tiempo de ir a tomar un helado. Pagó la cuenta y se fue, el marco de la puerta estaba un poco bajo, así que casi se golpea con la campana de la entrada. Por suerte eso no pasó.
Terminé mi café y pedí la cuenta, iba a pagar con mi tarjeta, así que tuve que ir a la caja de la entrada para poder hacer pago de lo que consumí. En eso, me di cuenta que había un pequeño auricular botado en la silla de la mesa donde antes había comido el chico del helado. Si pagaba rápido podía llegar a alcanzarlo y entregárselo. Seguía lloviendo, me iba a mojar, eso no le gustará a mi profesora de arte, pero hacer una buena acción es más importante. Sobre todo porque esos audífonos son extremadamente costosos, y al menos para alguien con poca accesibilidad económica como yo, me molestaría perder uno de ellos.
Salí a pasos largos de la tienda, todo estaba lleno de posas de agua, esta ciudad nunca aguanta bien a las lluvias, por más mínimas que estas sean. Pero aunque vaya a mojarme agradezco que llueva, la contaminación de la ciudad se va un tiempo y se puede respirar aire fresco.
—¡Disculpa!
—¿Sí?—retiró el auricular de su oreja y creo que ahí se percató que ya no estaba el otro—No otra vez, dios.
—Buenas tardes, estaba en el café del que saliste recién, ¿es esto tuyo?
Saqué el audífono de mi bolsillo y se lo mostré.
—¡Oh, dios! ¡Muchas gracias! Ya hubiese sido la segunda vez que perdía alguno de estos.
—Me alegro entonces haber llegado a entregártelo—hice una señal con la mano y me despedí del chico.
Empezó a llover más fuerte, el viento justo hizo su aparición estelar, el mismo maldito viento que me rompió el paraguas antes.
—¡Oye, espera!
El chico desconocido me tomó del hombro y venía un poco agitado, a pesar de los grandes charcos de agua yo ya había avanzado bastante.
—¿Dónde vas? Tengo otro paraguas, puedes quedarte con él, puedes enfermarte si te mojas durante tanto tiempo. Además ya me hiciste un gran favor, esos audífonos si que son costosos.
—Muchas gracias, lo aceptaré, la verdad es que no me gustaría mojarme más.
—¡Gracias por aceptarlo! ¡Que tengas un buen día!