Prólogo.

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—No estoy de acuerdo en esto.

—¡Me da igual, padre! Llevamos haciendo esto por años, si tú y la empresa no se harán responsables, entonces yo participaré este año.

El hombre apretó el puente de su nariz, llevaba un dolor de cabeza de horrores y su hijo estaba empeorándolo abismalmente.

—Dije que no, Nik. Y esa es mi decisión final.

El castaño sonrió de costado lentamente, un gesto bastante relajado en comparación a la discusión que llevaban hacía casi dos semanas, retomándola por horas y luego abandonándola en una guerra de silencios.

—Qué suerte que no te he pedido permiso.

—¿Qué hiciste, Nikolas?

—Me inscribí la semana pasada. Y teniendo en cuenta que yo he creado el algoritmo... tengo cero dudas de que este año, el hijo del gran empresario Parker, tendrá un puesto en la competencia.

El hombre, ya canoso, apoyó sus manos en el escritorio, haciendo retumbar las paredes de aquella oficina debido al golpe. Su grito probablemente se había escuchado hasta el piso de abajo.

—¡Dime que no lo hiciste! ¡No puedo haber criado a un hijo tan...!

—¿Tan qué, padre? ¿Tan valiente? ¿Tan arriesgado? —La mordaz voz del chico, acercándose a su viejo padre salía con clara molestia contenida.

—Estúpido. ¡Tan estúpido para hacer esto!

—Ya no hay nada que hacer. —Se cruzó de brazos tirándose hacia atrás. Sus ojos atravesaban a su padre, que parecía tener cada arruga fruncida en enojo—. Es un hecho consumado.

—Nik... —Sacudió la cabeza a ambos lados rendido—. Está bien.

Se tiró a su asiento grande y cómodo, sorprendiendo con su permiso a su hijo, quien esperaba algo más: su preocupación inminente, que detuviera la emisión de su Reality Show.

—Si no puedo detener tus acciones, entonces deberé enfrentarme a las consecuencias de lo que decidas.

Se quedó sin palabras por unos instantes, casi balbuceaba. Eso no eran los resultados que esperaba. Su padre volvió a colocarse los lentes, mirando su escritorio, retomando su trabajo como si aquella conversación hubiese terminado. Le dio una rápida mirada por encima de sus lentes, sin mover la cabeza, de esas que dicen: «¿Qué diablos haces ahí parado todavía?».

—¿Algo más, Nik?

El tartamudeó y dio un paso atrás.

—Nada.

—Entonces tengo trabajo que terminar, avísale a London que me sirva un café, si es posible, al salir.

Trastabilló hacia atrás, se detuvo en la puerta a medio abrir.

—¿No vas a desearme suerte, padre?

No se giró a mirarlo, sin embargo, la voz de su padre caló en sus huesos cuando con un suspiro afirmó: —No creo que la necesites, Nik. Si estás tan confiado en participar es porque debes de tener una estrategia en manos. Pero siempre desearé tu victoria.

Aquellas palabras de extraña manera hicieron lo opuesto a confortarlo, la ira calando hasta su médula.

—Ganaré, ya verás. Y ahí tengo sólo un deseo, padre. Que no podrás negar.

Salió dando estancadas fuertes y apuradas, sólo susurrando un «mi padre quiere café» al pasar por el apuesto de London. Ni siquiera le dio una mirada coqueta como era usual en él. No podía creer que su padre había aceptado sus acciones sin ningún intento de detenerlo. Su padre perfectamente podía cancelar el programa para evitar que él participara, pero había sido su elección no hacerlo. Como era la de él ahora, llevar a cabo toda esa loca idea que se había puesto en la cabeza realizar. Tendría que completar cada reto y desafío que los episodios le impusieran, y debía hacerlo bien.

Tenía que ganar para poder desear que jamás nunca volviera a emitirse un programa. La cadena no podía negarse, siendo que el premio era de libertad completa. Y entonces le demostraría a su padre...

Tendría que ser inteligente y asusto. Pero era el hijo del gran Parker y no era casualidad que el algoritmo fuese su idea. Podía inventarse tres clases de inteligencia artificial en lo que le tomaba cepillarse los dientes. Había descubierto la forma matemática más difícil de todos los tiempos en el almuerzo; y podía discutir las leyes de la física mientras se bañaba con una modelo ardiente y su abogado.

Podría con el Reality. Él lo había creado, al fin y al cabo. Sabía de sus trucos y mañas, y especialmente sabía lo que el algoritmo pediría. No sería fácil, pero la revolución nunca lo era.

Y ahora él iba a revelarse contra su Padre hasta ganar. Estaba decidido.


•••

«La próxima semana, nuestros competidores favoritos, comenzarán su recorrido, en el Reality de la Muerte, donde el único objetivo es salir ganador a cualquier costo.

La vida no vale tanto, cuando el precio de tus sueños es demasiado alto. Y nuestros amigos, han de luchar despiadadamente por ellos.

Dentro, uno de los participantes, será nuestro espía.

El espía es el único competidor que tendrá contacto real con el mundo exterior. Mediante un intercomunicador, podrá escuchar las noticias, pedir consejos, e incluso recibir ayuda especial de los productores del Reality.

El objetivo del resto de los competidores, es el de revelar la identidad de nuestro espía, y eliminarlo del juego. Posteriormente, deberán deshacerse de cualquier evidencia que los conecte con el crimen; y llegar a la final.

El ganador, será aquel participante que no sólo llegue a la final por votos del público, sino que no sea condenado por ninguno de los crímenes que pueda haber efectuado durante el programa.

Todos nuestros participantes constarán con un reloj personal, donde recibirán las actualizaciones semanales de ratings y avances del perfil de cada uno. No contarán con ningún otro tipo de información del mundo exterior, incluido noticias policiales, o eventos relevantes.

El sistema de relojes está diseñado en base al ADN de cada jugador, siendo de uso exclusivo por cada competidor.

El intercomunicador de nuestro espía, se activará en caso de ser conectado únicamente a su reloj.

No hay excepciones para la autoeliminación del participante».

Muerte IntranquilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora