Prefacio

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Samantha salió muy temprano de casa para trabajar y, para su mala suerte, el cielo comenzó a nublarse justo después de eso, anunciando un día lluvioso.

Samy−como su madre acostumbraba a decirle−no previó llevar consigo algo para cubrirse, así que en cuanto las primeras gotas de agua cayeron, se echó a correr tan rápido como pudo, hasta que logró refugiarse bajo la copa de un gran árbol. Este tenía un peculiar aspecto; el tronco estaba torcido y las ramas que desprendían de él estaban todas marcadas con pequeñas y delgadas líneas en forma de espiral. A Samy le pareció extraño, pero al no tener donde más resguardarse, le restó importancia.

Esperó ahí pacientemente a que la lluvia cesara, pero para que eso ocurriera pasaron largos minutos, larguísimos y aburridos minutos. Del suelo emanaba un fuerte aroma a petricor, que casualmente, era de los olores favoritos de Samy.

¿Las demás personas habrán ignorado la existencia del singular árbol durante tantísimo tiempo? ¿Por qué parecía que, hasta ese momento, a ella también le había pasado desapercibido?

Teniendo la seguridad de que no habría más lluvia durante un rato, Samy decidió dejar atrás su refugio.

Se formaron algunos charcos de agua en el suelo; Samantha se vio reflejada en varios de ellos. Le pareció extraña la manera en que se percibía; si bien no se creía fea, el frizz que el clima le provocó en su cabello la hacía sentirse bastante insegura.

La calle estaba completamente sola, el ambiente tenía una sensación bastante extraña; el frescor del viento golpeaba su rostro con tantísima suavidad, que esto le provocaba incomodidad. El cielo se volvió más grisáceo en algunas partes, y en otras, podía verse aún más celeste que de costumbre. Pero eso sí, no había ningún ruido externo a Samantha; además de su respiración y el crujido de sus pisadas, toda la calle estaba en completo silencio.

Se encontraba sola. Pensó en seguir el rumbo al que se dirigía, estaría llegando tarde al trabajo, pero le explicaría a su jefe que la lluvia le impidió estar a tiempo. Sí.

La sensación de incomodidad se tornó a angustia. Samy comenzó a sentir que alguien la vigilaba y la nuca le picaba en un singular cosquilleo. Volteó a todas partes, pero no veía ni escuchaba que alguien más estuviera ahí. Continuó caminando, pero la idea no salió de su mente ni un momento. Conforme avanzaba, se aseguraba de no estar atrayendo a ningún malhechor, pues su capacidad en cuanto a defensa personal era muy deficiente.

− ¡Eeey! −gritó− ¿Quién anda ahí? Que te he oído, sal de donde sea que estés.

En realidad, no escuchó nada. Pero la sensación seguía en su nuca, además, si nadie más estaba, ¿quién se daría cuenta que gritó eso? Solo era para sentirse un poco más segura. Al fin y al cabo, en cuestión de minutos llegaría al trabajo, estaría completamente a salvo ahí.

Después de un rato de estar caminando, Samy se percató que, por más que avanzara, siempre regresaría al árbol torcido. Pensó que tal vez se encontraba en un sueño; había leído que a veces, cuando sueñas, puedes ser consciente de que nada es real, y también hacer cualquier tipo de cosa que estando en la vida real no se podría.

Lo que hizo para comprobar que lo que estaba sucediendo era un sueño fue pellizcarse, pero poco después de tener sus dedos lastimando su piel, esta empezó a enrojecer y a doler muchísimo. ¿Entonces era real? Había hecho al menos diez intentos para llegar a su trabajo, y alrededor de cinco por regresar a casa, todos en vano. Su jefe estará furioso porque no se presentó; ¡y su madre! No se imaginaba cuán preocupada estaría. Quién sabe cuánto tiempo llevaba así, atrapada en esa especie de bucle y, por si fuera poco, seguía sintiendo que alguien la observaba.

Alterada por lo ocurrido, Samy empezó a sentir que les faltaba aire a sus pulmones. El ambiente seguía igual; el aroma que desprendía la tierra húmeda se tornó molesto, le provocaba nauseas. No entendía en qué momento quedó atrapada en esa situación, pero sin lugar a dudas, la cosa solo empeoraría. No, no. Ella tenía esperanza de que, en cualquier momento, el cielo volvería a su habitual color, el árbol torcido desaparecería, la extrañeza que sentía en todo su cuerpo se esfumaría y, cuando volviera a intentar regresar a casa, podría ver llegar sin ningún problema.

Pero no fue así.

~Meritzi.I

Fecha de publicación: 26 de junio del 2022.

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