Capítulo 1

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ROSSE

El día pinta maravilloso. El calor está a flor de piel, es la excusa perfecta para utilizar vestidos y faldas de colores brillantes. ¡Por fin se ha ido el invierno!

Camino por la acera de mi calle; los perritos callejeros me siguen, exigiendo su almuerzo. Acaricio a todos y cada uno de ellos, después, les dejo la comida que les preparé junto con un poco de agua. Es una lástima que no pueda tenerlos en mi casa por el poco espacio que hay.

Camino hacia mi oficina. La gente de mi alrededor está tan absorta en sí misma, que parece ignorar lo bello que es el mundo.  No puedo entender esa carencia de asombro.

Llego a mi lugar de trabajo y este no se queda atrás; todos parecen tan desdichados, me gustaría hacerles ver que tienen todo a sus manos, que cualquier persona en peores condiciones desearía poder tener lo que ellos. Se la pasan quejándose de cualquier cosa, que enserio no comprendo cómo pueden odiar tanto la vida, si es magnífica.

Vanesa, mi compañera de cubículo, acaba de tomar el ascensor junto a mi. Es tan lindo su cabello negro, ojalá yo pudiera tenerlo así de largo y sedoso algún día.

— Buenos días, Vane — saludo —. ¿Qué tal tu fin de semana?

Ella me mira, arrugando el ceño y la nariz, igual que siempre, ignorándome.

El ambiente se volvió tenso, de pronto, me gustaría que esta cosa subiera más rápido.

Miro para otro lado, el gris de las cortas paredes parece no cambiar ni un poco con el tiempo. Los números en la parte superior van iluminándose conforme subimos y, al cabo de unos segundos, por fin brilla el número 11, haciendo que las puertas se abran.

— Bien, sal tú prime...— Vanesa se adelanta para salir, sin siquiera dejar que termine la oración.

Ok, será un gran día, no manifestaré nada más, el universo es poderoso.

Acomodo mis cosas en el escritorio, la macetita que puse para decorarlo ya está marchita, y tan solo han pasado 5 días. No lo entiendo, esto rara vez me pasa.

La jornada apenas empieza, hay tres notas con pendientes pegadas en mi computador. Genial, aunque, sumando los pendientes que dejé del viernes, más los que seguramente surgirán en el transcurso del día, es muy probable que trabaje horas extras... Otra vez. 

— Ros — escucho la voz de Richard, el encargado del departamento C y mi jefe —, tráigame un café.

Eso no está en mis responsabilidades, pero creo que hacer lo que él diga, lo hará ver que me esfuerzo por hacer mi trabajo con eficiencia, además, ¡así seguro que me da un aumento!

— Claro, señor — digo, sonriendo —. En un momento se lo llevo.

— Bien, lo espero.

Me dirijo a cumplir la orden de Richard; el espacio que se designó como 'cafetería' consiste en un pequeño armario abandonado; era el único lugar donde se podía acondicionar para eso en este piso, pero es tan reducido el espacio, que lo único que cabe dentro para amueblar es una mesita, la cafetera y un mini estante del tamaño de un libro. Caben, si acaso, tres personas al mismo tiempo en este lugar.

Bien, bien. Agua no muy caliente ni muy tibia, dos cucharadas de azúcar y... ¿Era leche o crema lo que le gusta?

Ok, no entres en pánico, solo tienes que recodar; haces esto todos los días, no pasa nada.

Siempre pongo el líquido del bote rojo, ¿pero por qué ahora hay dos botes azules!

Miro para todos lados, como si en algún rincón estuviera la respuesta. Si quiero que reconozca mi trabajo tengo que hacerlo bien; no puedo fallar en algo tan simple. Pondré... un poco de leche, sí, solo un poco. Bien. Ahora, un poco de crema, por si acaso. Ok, eso es, fue fácil.

AlaniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora