Pasado el invierno y los días helados, agosto se alejó para darle paso al caluroso septiembre. Las hojas seguían algo amarillentas y las flores aún no salían, aunque ya se podía estar en la calle sin tanto abrigo y bufandas. Casi no llovía ya.
Paco me buscó después de la escuela para ir a merendar. Me hubiese gustado ir directamente a la casa, pero bueno, tampoco me venía mal tomar un café por ahí. Para este tiempo, él ya había sacado cinco materias de ocho que aún le quedaban. Seguía firme en el estudio y se planteó anotarse a un curso de aceleración para terminar antes. Me daba orgullo. Que haya pasado por tanto y aun así tener la voluntad de recomponerse, más que admirable.
―¿Qué tenes planeado para hoy? Es viernes ―me preguntó.
―Nada, si sabés que no salgo los fines de semana.
―Bueno, entonces tenemos una cita. Salgo a las diez del taller, te paso a buscar por tu casa ―confirmó.
Supe ahí que el diferenciaba las citas de un encuentro casual. Por ejemplo, esta salida no había sido una cita, simplemente habíamos salido. La de la noche sí sería una cita, porque esa conllevaba preparación y aviso con antelación. Implicaba vestirse de otra forma y esperar otra cosa. Era distinto.
Me dejó en mi casa como a las siete de la tarde.
―¿A dónde vamos a ir?
―Es sorpresa.
―Pero tengo que saber así veo lo que me pongo ―le dije.
―Bueno, ponete algo abrigado.
Arrancó la moto y se fue, no sin antes despedirse con un beso.
Ya se sentía el olor a comida cuando entré a la casa. Cerati sonaba en todo el comedor así que supuse que ni mi papá ni Celina se encontraban allí. Franco salió de la cocina con una tostada en la mano y regodeándose en felicidad, cantando apasionadamente té para tres.
―Aprobé el final, hermanita. Estoy oficialmente en quinto año. Tres más y soy libre ―celebró al aire.
Quise reírme pero me salió retarlo. No puede ser que por culpa de nuestros padres se quede estudiando algo que no le gusta. ¿Para ejercer de qué? ¿De mal médico? Todo eso lo pensé, claro, a él simplemente lo felicité por su buen desempeño.
Vicky me llamó entrada la cena para preguntarme qué iba a hacer con el remerón del día de la primavera, como si no faltase todavía casi un mes. Qué se yo como iba a teñirla o qué lentejuelas le voy a pegar. Ni siquiera estoy en el grupo de organizadores como para opinar. Dios mío, no puedo creer que esta chica siga pensando que soy su amiga. Sólo faltan dos meses, la fiesta, la entrega de diplomas y listo, no la veo nunca más. Ni a ella ni a ninguno de los otros idiotas que tengo de compañeras. Jajaja, ni idea de dónde saqué tanto odio hacia ellos. Se ve que los años acumulados con ellos hacen que en algún momento explote.
Subí a mi cuarto a prepararme para mi cita con Lautaro. Me advirtió que haría frío, pero no tengo tanta ropa abrigada linda, así que me aventuré a las calzas térmicas y un tapado sintético. No hay nada mejor que aportar. Un poco del maquillaje que Celina renovó, algunos accesorios, una cartera a juego y un par de botas negras fueron la finalización del look. Franco vino a ofrecerme el postre pero antes de responderle, Paco tocó bocina.
―Divertite, y no hagas nada que yo no haría.
Fácil, había muy pocas cosas que él no haría.
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Salvando a Mía
Teen FictionMía tiene un objetivo que alcanzar antes de los 21 años: suicidarse. Después de varios intentos, parece que va a conseguirlo en una fiesta organizada por sus compañeros, pero cuando el auto está por rozarla en la autopista desolada, Paco llega a sal...