Capítulo 2

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| 7 de diciembre | 10:00 am.

Recién desperté y bajé a desayunar.
Mamá me hizo yogurt de frutilla con cereales, me encantaba.
-Buen... Día- Dijo Diego con un bostezo en el medio mientras se acercaba a la mesa. Mis padres respondieron y yo solo sonreí falsamente. Mi padre le ofreció quedarse la noche anterior en la habitación de huéspedes para no perder tiempo esta mañana.
Lo miré. Tenía una remera negra mangas cortas, y una bermuda de fútbol negra. Su pelo castaño estaba despeinado en la parte trasera y sobresalía por adelante. Pude notar que todavía tenia la marca de la almohada en su cara, sonreí. Me miró con cara confusa y negué con la cabeza mientras llenaba la cuchara de cereales.

Mi casa quedaba bastante lejos del puerto y además el tráfico era muy abundante a estas horas. Por lo que 10:30 am, ya habíamos empacado las valijas al auto y estábamos yendo hacia el puerto.

| 10:45 am.|

-Sí... Ya escuchamos- Respondimos desganados al unísono junto con Diego a la séptima advertencia de mi padre.

-Diego, decime la hora- Le dijo mi padre.

-Sí... Ya escuchamos- Habló éste otra vez desganado. Mi padre me miró confundido ante su respuesta y yo largué una carcajada. Diego no estaba prestando atención a nada de lo que dijo mi padre. Aunque no lo juzgo porque yo también dejé de hacerlo a la segunda advertencia.
Giré la cabeza, mirando hacia el asiento de atrás haciéndole señas para que responda.
Me hizo señas con las manos para que le diga que responder, y le señalé la muñeca como si tuviera un reloj.
Rápidamente se sentó derecho en el asiento y sacó su teléfono... -Son las... 10:57 am- Dijo.
-Es muy tarde- habló papá aumentando la velocidad. Era tempranisimo.

El sol estaba fuerte. El calor atravesaba los vidrios y los rayos impactaban de frente.
Los shorts de jean color blanco que tenía puesto y el top naranja generaban aún mas calor.
Tenía ganas de tirarme en un río de la Antártida.
Los Crocs transpiraban mis pies de una forma asquerosa, así que me los saqué y subí los pies a la parte delantera del auto.
-Baja los pies, Catrina- Increpó papá.
-Ay papi no rompas- se me escapó. Tape mi boca con ambas manos. Papá me miro de reojo con mala gana. Le sonreí avergonzada.
- Igual eso no es nada comparado con lo que dice cuando usted no está-. Añadió el insoportable que estaba en el asiento trasero.
-¡¿Que te metes?! idiota- Grité girando la cabeza hacia atrás.
-Ve lo que le digo. Es muy agresiva sobre todo-.
-¡¡¿Por qué no cerras un poco el... ¡La boca!??- expulsé totalmente enojada.
-¡Porque no tengo ganas!- Continuó Diego.
-¡Y a mi que me imp...!- Me interrumpió mi padre.
-¡¡Cálmense los dos!!- Me crucé de brazos y giré mi rostro enfadado hacia adelante.
-Catrina dejá de insultarlo-
-¡Pero papá es injusto!-
-No te pregunté que era justo o no, te callas y punto-.
-¡Siempre lo defendes a él!- le grité cansada.
-No defiendo a nadie. Solo pretendo que con este campamento su convivencia pueda mejorar. Ustedes son familia, no pueden llevarse de esta forma-
-Él no es de mi familia ni tampoco tengo la obligación de llevarme bien- gruñi.
-Por fin decís algo prudente- Dijo Diego.
Giré mi cabeza por sobre mi asiento y lo mire con odio. Solo me sonrió irónicamente.
-¡Bueno se acabo la conversación!- finalizó mi papá -Y vos bajas los pies de ahí-. Desganada obedecí.

Durante el camino no volvimos a hablar. Yo intentaba dormir y Diego, por su parte, iba escuchando música desde su teléfono con auriculares. Pude verlo gesticular las canciones por el espejo retrovisor. Yo todavía no entendía como ese inútil cumpliría 18 años en unos meses.

Llevaba puesta una bermuda color beige, que acentuaba sus grandes y largas piernas.
Usaba unos anteojos de sol negros, para decir verdad estaban buenos, pero a él se le veían tan ridículos.
Sabía que en el campamento intentaría coquetear con cualquier cosa que respire. Me molestaba solo imaginar su arrogante actitud cuando consiga a una estúpida que le preste atención. Digo estúpida, porque hay que ser estúpido para caer en su trampa. Pero eso pensaba yo, las demás no conocían su particular personalidad con complejos de narcisismo y egocentrismo, solo veían su físico. Único atributo existente en ese maldito.

El verano en Veravellier  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora