Capítulo 3. Ella es Julieta ¿De Shakespeare o el Marqués de Sade?

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..."Los desórdenes a veces enmiendan el desorden"... Ángeles Mastreta.

Ella alisó las medias de seda en sus piernas y ajustó los broches del liguero para enseguida observar su efecto en el espejo de cuerpo entero de su vestidor. El coordinado de sujetador y tanga de seda negro era muy sexy. Obsequiándose a sí misma con una sesgada mirada, Elia Guevara acarició con su mano su plano abdomen y luego la subió hasta sus senos.

Por debajo de la seda del corpiño, sus pezones formaban un pico y unos finos aros de platino ejercían un erótico peso a las sensibles puntas. Entre sus muslos, otro aro a juego perforaba la capucha de su clítoris y el peso allí la conducía a la locura con la añadida sensación de placer.

¿Era pervertida? ¿Depravada? Años atrás había pensado que sí. Durante sus más tiernos años de vida había asistido a un colegio de religiosas y al crecer sus deseos y el disfrute que encontraba en el sexo, se contraponían por completo a la moral que se le había inculcado. Eso había conseguido afligirla, pero no más. Ahora se aceptaba como era.

Frente al tocador se retiró los parches anti ojeras que había debido usar por haberse desvelado trabajando hasta tarde, y procedió a maquillarse.

Luego se enfundó en el ceñido vestido de cuello en V de Dior que había elegido para ese día. Marcaba sus hombros y podía lucir su estilizada figura sin dejar de verse como una mujer de negocios. La gente siempre respondía a la vestimenta. Los hombres. Y Yago no podría apartar los ojos de ella. Su plan para hacerlo caer consistía en mantenerlo fuera del equilibrio. Si estaba distraído ella conseguiría derribarlo.

Se perfumó de la cabeza a los pies y después de calzarse los altos tacones, se colocó en el brazo su bolso y abandonó la habitación.

La grabadora con sus notas de voz para Valentina, su ama de llaves, la dejó sobre la mesa del recibidor. Tomó la correspondencia que ya había sido clasificada para ella, y revisó el vencimiento de los diferentes pagos de servicios. Ella alzó lentamente una ceja ¿de nuevo estados del banco? ¡¿Qué hacían allí?! Hacia más de tres meses que solo los recibía de forma electrónica. ¡Qué lata tener que comunicarse de nuevo al banco para solicitar una vez más que no lo enviaran en papel! Era una práctica insegura y poco ecológica.

Giró en sus altos tacones y tirando del pomo de la puerta la cerró tras salir de casa.

Después de encargarse de unas diligencias, finalmente bajó de su BMW delante del WTC pasado el medio día. Entregó sus llaves al aparcacoches y enseguida cruzó con paso firme el amplio vestíbulo con rumbo al ascensor.

Elia quería conciliar la adquisición de Stevens y la única forma era quitársela a Yago. Provocarlo implicaba un riesgo, pero ella había jurado convertirse en su debilidad y lo lograría.

La pelirroja cabeza de Olga Martínez se levantó por detrás del escritorio, sus grises ojos se ensancharon mientras una conocedora sonrisa cruzaba sus rojos labios.

—¿Debería irme ya por mi almuerzo? —murmuró divertida la secretaria de Yago al tiempo que se recostaba en su silla y le daba un concienzudo repaso a Elia.

—¿Está solo? ¿De qué humor está? —indagó evitando deliberadamente responder a su cuestionamiento.

—Solo, sí. También ha tenido mala cara toda la mañana —farfulló mientras recogía el precioso bolso que escondía en un cajón bajo su escritorio—. Yo definitivamente almorzaré de una vez. Entra y dile que lo veré mañana.

Elia boqueó asombrada.

—Eso es un almuerzo muy largo, Olga. Él podría despedirte.

Rendidos al Placer (Completa en Sueñovela🦄)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora