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Después de prepararme mi cafe fuí a la habitación de cinco y ví que estaba hablando con vanya.

— Si sabes, yo conozco a un terapeuta, solía ir con el, yo yo puedo pasarle tu información.—

— Si vanya, gracias,pero yo creo que necesito descansar y dormir bien, hace tiempo qué no lo hago cómo se debe.—

— Si bueno, me iré.— Dicho ésto salió por la puerta viéndome y le pregunté.

— ¿Crees qué está loco?.—

— ¿Tú le crees?.—

— Si vanya, y tú también deberías.— Dije y le dí un abrazo, nos separamos y se fue.

Entro a la habitación y sale klaus de un clóset.

— Oh mierda, que inspirador eso de la familia, papá y el tiempo.—

-¿Qué haces vestido así?.- Comienzo a reír a carcajadas.

— Te dije qué vistieras profesional, Klaus — Musitó entre dientes, y viéndome de una manera relajada, como si mi risa le trajera calma.

Si, bueno, mi risa es parecida al trasero de luther cuando se hecha gases.

— Es mi mejor ropa.— Cinco hace una risa burlona.

— Vayamos a buscar al ropero de papá.—

Salimos e íbamos por el pasillo cuando klaus decide hablar.

— Okey,quiero aclarar los últimos detalles,¿ Tengo qué ir a ese lugar fingiendo ser su querido padre?.—

— Si, algo cómo eso.—

— No es tán difícil.— Le doy una sonrisa confortante.

— y ¿Cuál es la historia de fondo?.—

— ¿Qué dices?.—

— Si, o sea, ¿Los tuve muy joven?, ¿16?, Un joven guapo y pérdido.—

— Inventa lo qué quieras klaus.—

— Y su madre, ¡Esa zorra! Sea quien sea...la conocí en...la disco.—

— Claro, seguro.—

— Y ¿Para el sexo?, Ah ya ya ,era fantástico.— Cinco hace una cara desagradable.

Algo qué me gusta de Cinco es qué no necesita hablar, con sus expresiones lo dice todo.

— Que vistazo tan desagradable a eso qué llamas cerebro.— Dice bajando las escaleras.—

— No me obligas a quitarte la mesada. Dios ¿Cómo lo aguantas?.— Dijo refiriéndose a mí.—

— Hago lo qué puedo.—

[...]

— Lo siento, pero cómo ya le dije a sus hijos, la información es confidencial, sin el consentimiento de la persona,no puedo darles el nonbre.—

— ¿Cómo sabremos si acepta sin saber su nombre.— Dijimos yo y cinco al unisono.

— Ese no es mi problema.—

— ¿Y qué tal mi consentimiento?.— Klaus por fin decide hablar.

— ¿Qué?.—

— Yo no te dí el consentimiento de ponerle las manos encima a mis queridos hijos.— Finge llorar.

— No eh tocado a sus hijos.—

Pure love. | C. HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora