Capítulo 6

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       El fin de semana había sido difícil, pero no fue nada que Dua no pudiera afrontar. El lunes llegó y Dua estaba hecha un manojo de nervios, se había levantado temprano para tomar una ducha y asistir a casa de la señorita Camila a desayunar, probablemente algo con azúcar, su castigo ya había terminado.

       Salió de su casa y tomó camino a la casa de enfrente, al tocar la puerta, una arreglada Camila abrió y la invitó a pasar, directo a la mesa. Al tomar asiento, la plática comenzó.

       —Buen día Dua, ¿Todo bien? —Camila habló

       —Todo bien, ¿Usted?

       —Bien, supongo que cumpliste con el castigo, ¿Estoy en lo correcto? —Camila interrogó.

       —Está en lo correcto. —Dua se sintió orgullosa de sí misma, y eso le causaba conflicto.

       —Good girl. —Camila estiró su brazo para acariciar la mejilla de Dua, bajó por el cuello para después retirar su mano.

       Dua solo amó y disfrutó el contacto, y eso, Camila lo notó.

       —Señorita Camila... —Dua se quedó en silencio, avergonzada de lo siguiente que diría—. ¿Puedo tomar una de esas galletas?, Por favor, mi castigo ya terminó. —Dua bajó la cabeza después de apuntar a las galletas de chocolate que estaban sobre la mesa.

       Camila sonrió.

       —Puedes tomar todas las que quieras y puedes beber esa leche de fresa, con una condición. —Camila dudó seriamente en si debería decir lo que tenía planeado, había dos opciones, Dua saldría corriendo, o haría lo que le ordenó. —Arrodíllate —Demandó, con una voz autoritaria y mirando seriamente a Dua, pudo ver miedo y sorpresa en sus ojos.

        Cuando vio que Dua se puso de pie, pensó que había perdido cualquier oportunidad con la chica y saldría corriendo. Fue grande su sorpresa al ver a la joven caer de rodillas ante ella.

       —Good girl. —acarició su cabeza y cabello.

       —Mommy... las galletas... por favor. —Dua la miró a los ojos.

        —¿Cómo me llamaste? —Camila emocionada y con una sonrisa preguntó.

        Dua al darse cuenta de lo que dijo, se ruborizó por completo y una ola de vergüenza la invadió. Camila lo notó, la tomó por la barbilla para levantar su cabeza y hacer contacto visual.

       —Tranquila mi amor, en algún punto iba a pedirte que me llames así, ¿Puedes decirlo otra vez? —Camila miró tiernamente a Dua.

        —Mommy, mis galletas, no volveré a llamarle así si no me da, usted dijo que sería solo una condición —cuando Dua terminó de hablar vio que Camila estalló en risas.

       —Te daré las galletas. —Camila tomó una galleta y la acercó a Dua, cuando Dua iba a tomarla con su mano, Camila alejó la galleta viendo que Dua la miró desconcertada—. Manos atrás —Camila ordenó, Dua obedeció—. Abre esa boquita— Dua obedeció, Camila llevó la galleta a la boca de Dua, quien formó una gran sonrisa cuando por fin saboreó el anhelado postre.

        El desayuno continuó de la misma forma por los siguientes 15 minutos, Dua arrodillada a los pies de Camila, con las manos en su espalda, recibiendo las galletas y leche de fresa que Camila le daba.

         —Mommy, ya no quiero. —Dua se sentía llena.

         —Está bien, ponte de pie —Camila vio a Dua ponerse de pie. Camila tiró de ella y Dua quedó sentada en el regazo de Camila, quien la abrazó por la cintura. –Dua...- Camila la llamó.

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