UNO

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Gun

Ver a mi padre esperándome en el aeropuerto es como un soplo de aire fresco. Me da un abrazo y me dice que me quiere y que me echa de menos. Siempre me ha dicho que me quiere. Sé que muchos padres no demuestran ese tipo de afecto, pero él lo hace, y no me molesta. Nunca he entendido por qué algunos chicos se avergüenzan de un abrazo o un beso de sus padres.

Cargo mi maleta en la parte trasera de su camioneta. Es la misma camioneta verde destartalada que siempre ha tenido. En cuanto me siento en el asiento, empieza a poner a todo volumen -Back in Black de AC/DC. Las ventanas están bajadas porque el aire acondicionado no funciona, y el aire caliente y húmedo del verano es sofocante en el mejor de los sentidos. Puedo oler la sal de la playa al este de nosotros, y las altas palmeras que bordean la carretera me recuerdan que estoy en casa.

Conducimos en silencio, disfrutando de la música rock. Donde vivimos, en Bangkok, hay un estatus social interesante. Por interesante, quiero decir jodido. La mitad de nosotros es asquerosamente rica y la otra mitad es muy pobre; estamos en algún lugar del lado pobre por así decirlo. Cuanto más nos acercamos a nuestra casa, me doy cuenta de que las aceras se están desmoronando y de que la carretera está llena de basura. Hay indigentes que duermen en las paradas de autobús y alguna que otra aguja sucia esparcida por ahí. No me molesta en absoluto; al fin y al cabo, este es mi hogar, pero me encuentro observándolo con ojos nuevos después de haber estado fuera durante un par de meses.

Nos detenemos en la entrada de nuestro pequeño apartamento turquesa. La casa de nuestro vecino es de color rosa salmón. Los tailandeses se ponen muy coloridos con sus casas por alguna razón. Salgo y tomó mi maleta, arrastrándola detrás de mí mientras entramos. Inmediatamente me llega el olor a humo de cigarrillo y a hierba. Mi padre fuma en la casa -en su dormitorio, más concretamente- porque es donde siempre está. El olor a humo de cigarrillo me ha acompañado toda mi vida. Los niños me preguntaban si fumaba cigarrillos en la escuela secundaria porque mi ropa siempre apestaba.

Me dirijo a mi habitación y empiezo a deshacer las maletas. A lo largo de los años, he decorado las paredes con tantos pósters de todos mis grupos favoritos y de chicas semidesnudas que ni siquiera se ven las paredes. La mayoría de estos pósters los robé del centro comercial, pero qué otra cosa se puede esperar de un niño como yo. Mi cama es un futón, y también tengo un sofá que hace que este sea el lugar perfecto para que mis amigos pasen el rato.

Mi padre llama a la puerta. Por alguna razón, siempre llama porque cree que necesito privacidad. Siempre he apreciado eso de él. La abro y me doy la vuelta para tumbarme en la cama.

-Muy bien, hijo, el colegio vuelve a empezar en una semana. ¿Vas a ir de verdad este año? -pregunta con una inclinación de cabeza.

-¿Por qué no puedo hacer la escuela en línea? Sabes que odio ese sitio.

-Porque necesitas relacionarte con gente de tu edad para desarrollar habilidades sociales.

Lo miro fijamente sin comprender porque hemos tenido esta conversación mil veces. Es un tipo muy testarudo. No es un padre duro en lo más mínimo, pero tiene reglas.

-Godji estará aquí el lunes para tus sesiones de terapia, ¿Bien? -Mira hacia la repisa de mi ventana, donde ya he desempaquetado mi medicación. Una píldora que se supone que controla mi depresión y mi ansiedad.

Esa es una de las cosas que mi padre y yo tenemos en común. Está tan deprimido como yo, y siempre ha sido así, pero rechaza la terapia o la medicación. Está demasiado enfadado todo el tiempo como para soportar que un terapeuta le pregunte cómo se siente.

Le hago un gesto con la cabeza. -¿Vas a seguir encerrándote en tu habitación este año?

Se pone rígido porque sabe exactamente de lo que estoy hablando. Su adicción y su depresión le están destruyendo la vida. Es una cáscara hueca del hombre que una vez conocí.

TORMENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora