Palpando mi cadáver

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Dejemos que nos mate este mundo y seamos solo un individuo más, sin marcar la diferencia; sin llamar la atención. Ubiquemos a aquellos a quienes consideramos amigos a ver si nos rescatan, confiemos en un extraño y contémosle nuestros malos pasares a ver que aconseja. Hagamos bosquejos de nosotros mismos y vislumbremos el retrato a ver si nos asquea tanto como nuestra indeseada existencia. Me asomo por la ventana de mi solitario apartamento y vislumbro a niños corretear y sonreír al unísono en la plazoleta de en frente. Envidio algo, aquella sonrisa que se anuncia sin pavor en su rostro, en la forma en que viven su vida. <<¿Cómo le dan color a lo que es blanco y negro? —me cuestiono—. ¿Cómo pueden sonreír cuando son señalados tras su espalda?>>. Antes mi sonrisa era notoria, como no si llegué a ser el capitán del equipo de Basquetbol, tenía novia y unos cuantos amigos; ahora no soy más que un tipo desvaído y achacoso sin dolientes, estoy solo entre las cuatro paredes de un apartamento que me aísla del mundo real. Llevo dos años aquí, tampoco es una cuestión para lamentar puesto que ahora tengo tiempo para mí mismo. Solía ser el centro de atención y no llegué a contar con el tiempo como para dedicarme a mi persona, todo esto se esfumó el día que un mal lanzamiento propinó una derrota en la final del campeonato estatal. Todo mundo me abandonó inclusive mi novia y encontré regocijo en el lugar donde actualmente me encuentro. Sellé la puerta con tablas de madera con la idea de no poder escapar, este lugar me brindaba júbilo y descanso eterno ante todo traidor. Las paredes de mi lecho carecían de color, la pintura se había desteñido y estas no eran más que ladrillos y arena. En una de ellas trazaba una línea con el fin de llevar el conteo de los días y no perder el sentido del tiempo que era lo único a lo que le daba relevancia. Mi pequeño contexto escaseaba de los bienes comunes: carecía de todo artefacto electrónico que distrajera mi mente, apenas tenía una colcha en el suelo donde solía descansar, los resortes de esta no daban tregua a mi espalda por lo que en algunas noches terminaba durmiendo en el suelo. Me encerré en este sitio para castigarme a mí mismo, por ser una persona ilusa que confiaba sin vacilar en los demás. Llevaba dos años aquí y no había nada para comer ni beber, subsistía a duras penas con los desperdicios de comida que me arrojaban curiosos, mi caso era bastante conocido en la zona. Hace cuatros días nadie acude a mis suplicas y comienzo a sentir los efectos de una mala alimentación por no mencionar que me encuentro deshidratado. Mira el foco que se encuentra en el techo. ¿Consideras que sirve para alejar la oscuridad? Pues no, tiene por fin iluminar tu desdicha. Cuéntale a alguien tus problemas, probablemente lo divulgue como puede que te auxilie. La gente añora un disfraz. Ignoras que nadie va a acompañarte en la tumba, que las amistades son temporales, ni notas lo irrelevante que es tu existencia para tu entorno. ¿Qué haces alistándote para visitar a tu amigo que se encuentra enfermo? Aquello no será reciproco. Vivo en el segundo piso de un edificio abandonado, no cuento con vecinos que deseen rescatarme. Agonizo por el hambre y sujeto mi estomago al tiempo que golpeo mi frente contra la pared tratando de cohibir mi dolor. No pude sobrellevar aquello y opté por salir de mi aislamiento con el fin de hurgar entre al basurero con la esperanza de conseguir insumos. A regañadientes comencé a despegar cada tabla hasta que finalmente concluí mi labor, algunos de mis dedos sangraban victimas de astillas que se insertaron en estas. Mi escuálido cuerpo no contaba con las energías del deportista que llegué a ser.

Abro la puerta y me encuentro con un ramo de flores ya marchitas en una canasta, eran margaritas, mis favoritas. Junto a estas se encontraba una pila de cartas, todas compartían las mismas disculpas; entre ellas vi una beca para la universidad de Duke pero esta ya había expirado. Me alegró saber que ellos habían reconocido su error, después de un tiempo esbocé una sonrisa que me cubría la cara, quería empezar de cero e intentar hacer las cosas de una manera más prodichosa. Estaba sediento y hambriento, casi a la par. Decidí huir de lo que fue mi casa durante dos años, sabía que había sido un tanto extremista  con respecto a todo pero había tiempo para comenzar de nuevo. Comencé a bajar sujetándome del barandal, eran demasiados escalones y no llevaba la mitad; continué bajando agotando todo mi ser hasta que mis pies fallaron y caí por lo que quedaba de escalones, mi cabeza recibió el impacto y perdí el conocimiento... No desperté jamás. 

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