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Jeongyeon estaba terminando su jornada laboral, aún faltaba limpiar algunas mesas y ordenar un par de sillas, ya habían cerrado el establecimiento, así que era la única allí. Tenía un trabajo de medio tiempo en una cafetería, lo suficiente para obtener algo de dinero para pagar sus estudios, y de vez en cuando ayudarle a pagar el alquiler a sus padres.

Había estado las últimas dos horas sumergida limpiando el lugar así que no era consciente de todo el alboroto de afuera, una desventaja de usar sus auriculares para realizar cada una de sus actividades al final del día.

La cafetería quedaba a fueras de Seúl un poco apartada, pero cerca del campus de su universidad, era más transitado entre semana por jóvenes universitarios, pero hoy era sábado, estaba lista para aprovechar y descansar su fin de semana, realizar sus deberes y ayudarle con su pequeña tienda de conveniencia a sus padres, la cuál ya estaban a poco de perderla por tantas deudas.

Desde que Seungyeon había enfermado, todo su dinero había ido en cuentas del hospital, sus padres lucían cada vez más cansados y desanimados respecto a su salud y a su agotado deterioro físico a causa de los largos horarios laborales. Su padre había tenido que conseguir un turno nocturno en una fábrica en el centro de Seúl, y dejar a su madre a cargo de la tienda de conveniencia durante las noches ella sola.

Su familia era de escasos recursos, por lo que Jeongyeon se esforzaba todos los días en ser de ayuda, aporte para sus padres y de fuerza para Seungyeon, por lo que nunca cruzó por su mente, revelar su secreto.

Sería añadir otro gran problema a la larga lista.

Por suerte su don, como ella solía llamarlo en vez de una extraña anomalía, pasaba desapercibido a diferencia de otras mutaciones.

Cuando acabó de limpiar todo el establecimiento, fue a los vestuarios y se quitó el uniforme, limpió un poco su cara llena de sudor y se aseguró de cerrar adecuadamente el lugar, su jefe vendría en la mañana a realizar mantenimiento como todos los domingos tenían acostumbrado.

La cafetera estaba dañada, esperaba que trajeran una nueva que preparará más rápido el café, se había ganado una que otra mirada de reproche de parte de un cliente, por tardar en preparar su café negro.

Cuando salió a la calle, sacó las llaves de su moto del bolsillo delantero de su jean olgado, no demoró en sentir como la helada brisa se colaba a través de sus prendas, recorriendo su espina dorsal, provocandóle escalofríos, incluso aunque traía encima una enorme chaqueta negra impermeable, estaba muerta de frío, la calle estaba abandonada, sólo podría escuchar el aterrador chillar de los cigarras y el crujir de las ramas de los árboles al ser sacudidas por el feroz viento.

La calle se inundó del sonido del pitido que realizó su moto trás quitar el seguro.

Sin ser consciente, de que en este momento, lo mejor era permanecer en silencio, Jeongyeon silbó alegremente de camino a su motocicleta.

Estaba por tomar asiento sobre esta, cuando el crujido que provocan las hojas al ser aplastadas y pisadas fuertes, llegaron a sus oídos. Una mano fría y extremadamente pálida se posó en su hombro.

Casi pega un fuerte grito, por tal susto de ese calibre, juraría que su alma abandonó su cuerpo por algunos segundos.

Cuando se dió la vuelta, se encontró a Dahyun de frente, muerta de la risa.—¡Hubieses visto tu cara, unnie!—Estalló a carcajadas. Vaya que si le había pegado un buen susto pero jamás lo admitiría, su cara se llenó de indignación y frunció el ceño tanto como pudo, sin importarle que eso le causaría algunas arrugas a futuro.

—No me jodas. ¿Qué haces aquí? Ya te hacía durmiendo.—Preguntó bruscamente, dándose la vuelta y colocándose su casco. —¿Quieres que te lleve a casa? Puedo pasar a dejarte para que no tengas que pagar un taxi.—Se ofreció la rubia, ya más relajada.

OBVILION / 2YEON & MICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora