Juntos

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Fácilmente podrían decir que fue el viaje más largo que alguna vez hayan hecho, a pesar de que el año pasado se fueron juntos una semana a una playa al norte de Tokio en motocicleta, 6 horas con 10 minutos de descanso, ninguno de sus traseros lo olvidan. Pero este viaje de la fiesta a la casa de Inupi era tortuoso.

Decir que Koko no es fan de las motocicletas es comentar lo obvio, pero incluso a él le sorprendía no estar asustado por la velocidad en la que conducía Seishu para intentar llegar lo antes posible. Ni siquiera cuando comenzó a conducir con una mano mientras ocupaba su mano libre para acariciar y apretar el muslo del pelinegro.

Agradecidos con las calles vacías debido a la hora, se adentraron en la casa rápidamente.

Inui subió rápidamente a dejar su bolsa de la farmacia en su habilitación... Sí, se notaba que era la primera vez que hacía esto.
Y volvió corriendo para cerrar la puerta.

Por un momento Inupi pensó que tendría que dejar su puerta a medio cerrar debido a la velocidad con la que Koko lo empujó contra la primera pared que vio apenas estar bajo techo.

El pelinegro puso sus manos en la pared, a cada lado de la cintura de Seishu mientras éste enroscaba su brazo al rededor de la nuca del otro para acercarlo mientras cerraba la puerta.

Una vez que se escuchó la cerradura moverse Koko tiró del chaleco de Seishu con fuerza, intentando atraerlo hacia sí de manera casi desesperada. Contrario a sus acciones, se separó del beso y miró hacia abajo, buscando las palabras correctas para pronunciar; quería una confirmación verbal de lo que estaban por hacer, confirmar que no era uno de sus muchos sueños húmedos con el mayor.

T-tú... Te gustaría... Podríamos em- tartamudeó y divagó con nerviosismo el pelinegro, aún con la cabeza gacha, mirando a través de sus pechos casi rozandose.
Para Seishu, era la vista más adorable que ha tenido de Koko en toda su vida. Se veía pequeño y temeroso, como un gatito.

Sonrió por su pensamiento de imaginar al otro como un felino, aunque lo ignoró para acunar sus mejillas en sus manos y besar suavemente su frente. Acto que hizo que al más bajo se le erice la piel, subiendo su vista lentamente para conectar miradas con el rubio.

¿Quieres hacerlo?- a pesar de querer mostrar seguridad para el otro, Inupi también estaba temblando, nervioso y deseoso mientras esperaba un "sí" de parte del otro.

Como si esa pregunta fuese la fuente de su felicidad, sus ojos se iluminaron y asintió levemente, pronunciando un casi inaudible "por supuesto".

Sin perder tiempo, Inupi cambio de posición, casi estrellado a Kokonoi contra la pared, envolviendo su pequeña cintura con los brazos mientras depositaba besos en sus labios y algunas veces bajaba hacia la mandíbula, sacando pequeños jadeos del otro.

Desde el punto de vista de Koko, se veía ridículo, convirtiéndose en un desastre sólo por ser tocado levemente por Inui, pero no sabía el efecto que sus cortos y agudos sonidos provocaban en el más alto. Inui definitivamente quería oír más.

Lentamente comenzó a guiar al otro hasta su habitación, la inexperiencia trajo como resultado alguno que otro tropezón del cual se reían por nerviosismo.

Al llegar Koko cerró la puerta de la habitación y rápidamente Inupi mantuvo su espalda pegada a ella mientras empezaban otro beso que se fue haciendo más intenso a medida que pasaban los segundos.

Una batalla por el control que Koko ganó fácilmente pero no sirvió de nada cuando el otro lo presionó con más fuerza, área donde Hajime no podría ganar.

Koko levantó lentamente una de sus piernas hasta que llegó a la definida cintura de Inui, quien la mantuvo ahí con una mano, por debajo de ella, apretando y acariciándola, volviéndose loco por sentir el cuero falso y no la piel del otro, haciéndolo gruñir en medio del beso.

Tú y yo, HajimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora