II. perfectionism

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Taranis ya se había dado una vuelta por la oficina de la profesora McGonagall, la cual estuvo encantada con su participación en el proyecto que ella y el director habían organizado con amor y dedicación para ayudar a los jóvenes estudiantes a los cuales les enseñaban desde que eran bien pequeños, así que ahora solo tocaba esperar a que la noche llegara, su pergamino estaba en blanco, pero había visto a Penélope Clearwater escribiendo en uno, quizás porque ya había oscurecido lo suficiente como para que luciera de noche, cuando todavía eran las cinco de la tarde y la cena estaría lista a las seis y media, como siempre.

El muchacho se sentó en su mesa, observando a las personas, pero no era capaz de leer entre líneas, así que solamente las veía y se frustraba porque en verdad, no tenía ni la más remota idea de cómo ayudarles. No podía ni siquiera ayudarse así mismo, pero le había insistido a Sprout hasta que le autorizó el ser partícipe de la línea de ayuda, así que no podía echarse para atrás después de todo lo que había hecho para que le permitieran unirse.

La cena había aparecido hacía poco en sus platos, parecía uno de esos banquetes que Taranis nunca imaginó que probaría, hasta que llegó a Hogwarts y experimentó sensaciones y emociones que antes no conocía. Estaba agradecido con sus padres al haberse mudado de Taiwán a Escocia, pudo haber asistido a la escuela de magia allá en su país natal, pero nada se compararía a Hogwarts; tal vez se debía a que había idealizado demasiado el colegio, que no creía que otro fuese lo suficiente bueno para él.

── Me iré a la cama ── le informó a una de las prefectas, aunque en realidad no iba a dormir, sino que ya era la hora precisa para que el servicio de ayuda comenzara.

¿Estaba emocionado? Sí que lo estaba, podía sentirlo en sus huesos ¿Le hacía sentir mal que la gente comenzara a utilizar tan temprano un servicio para la salud mental? También. Se sentía terrible porque estaba seguro que la gran mayoría ni siquiera pasaba de los diecisiete años.

¿Cómo es que pequeños de once estaban pasando por algo que gente mayor estaba condenada a vivir? Bueno, el mismo Taranis era una prueba de que la edad no importaba, cuando la salud mental se jodía, daba igual si estás en plena infancia o a nada de jubilarte.

Taranis ya estaba cerca de su sala común, los barriles apiñados le indicaban la cercanía, por lo que sonrió. Golpeó el segundo barril mientras seguía el ritmo de Helga Hufflepuff, cosa que sus demás compañeros no solían entender, y la verdad es que Hsieh tampoco lo comprendía, pero era divertido cada vez que lo hacían.

Cuando la entrada se abrió, Taranis sonrió nuevamente. De tanto hacerlo, sus mejillas comenzarían a dolerle.

La sala común estaba vacía, era evidente que todos los demás estaban disfrutando de su cena en el Gran Comedor, de seguro ni siquiera había algo escrito en su pergamino, tal vez a esa hora nadie necesitaba ayuda. O al menos, eso creyó, pues cuando desdobló la hoja, había algo plasmado con una caligrafía que él desconocía.

"Supongo que es patético quejarse de que siempre has sido perfecto en todo, pero cuando serlo es lo único que tienes y la gente se burla porque no soportas un error, es imposible no renegar contra eso ¿No? Creo que el perfeccionismo solo me llevará a la ruina, pero es parte de mi esencia, es algo que yo ya no puedo cambiar, aunque lo intente. Me han exigido toda la vida ser perfecto, destacar en algo que los demás no, pero cuando elijo mi camino basado en ello ¿Yo soy el que está mal?

Sé que es estúpido y también sé que no tiene nada que ver con la intención de este proyecto, pero creo que era algo que necesitaba soltar. Gracias y espero que no pienses que soy un malagradecido".

Vaya, en verdad había gente que sufría todo tipo de problemas, unos más graves o más pequeños, pero importantes, al fin y al cabo. Taranis no sabía lo que era someterse a la voluntad de los demás, ser lo que otros esperaban de él, quizás su tristeza se debía a la muerte de su hermano mayor, el divorcio de sus padres al poco tiempo de la mudanza a Escocia y el que ambos hubieran rehecho sus vidas, aunque ninguno de los dos lo había apartado como solía suceder en otras familias cuando se separaban.

Ambos padres enviaban cartas constantemente y durante las vacaciones había semanas en las que se quedaba en casa de uno de ellos y convivía con sus nuevas parejas, pero, aunque estaban allí en la vida de Taranis, todavía existía una tristeza profunda en él. Así que, quería ayudar a las personas a que su sufrimiento fuese menor, minarlo un poco con sus palabras y su apoyo.

Por lo que tomó el pergamino y escribió en cuanto las otras palabras se borraron.

"A veces creemos alcanzar la perfección y pensamos que nos llena, pero es algo que no dura eternamente. La perfección no existe, somos seres humanos y cometemos errores, es lo normal, no eres un idiota si te equivocas.

Después de todo, somos efímeros, sé tan perfecto como puedas si así lo deseas, pero no te hundas si cometes. aunque sea un error

PD: Creo que eres suficiente, no importa si los demás no lo ven así".

Y daba igual si no lo conocía, todos merecían oír o leer algo así, sobre todo si era una persona que buscaba la aprobación de otros de forma constante.

HELP LINE, percy weasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora