#02- Personas sin nombre

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—Chuta, como que la cagué— musitó el rubio al mínimamente notar el cambio de voz en la chica que recién había salido por la puerta, llevándolo a ponerse de pie y tropezarse con la tela de las cortinas en el proceso todo con tal de ir tras la muchacha y pedirle al menos una merecidas disculpas por sonar tan insensible. En ese momento de reaccionar sin pensar (propio de el) dejó tirada su guitarra en el suelo, pensando que seguramente volvería después de clases bajo alguna excusa y podría llevarla a su casa nuevamente.
Aún en ese acto impulsivo parecía que no había  reaccionado lo suficientemente  rápido como para toparse a su contraria, pues al abrir la puerta no solo no había nadie en el campo de visión sino que el lugar sería tan desolado como si nadie nunca hubiera dado un paso por ahi

—Y es que es flash o que onda, en que momento se desapareció— dijo sorprendido,considerando que de verdad ni había pasado un minuto desde el momento en que se fué. Demasiado decidido por no meterse en problemas con nadie recorrió las periferias del lugar, verdaderamente buscando bajo cada agujero y escondite para finalmente no encontrarse con nadie. Su ya falta de éxito en la búsqueda por la misteriosa presencia ahora fue interrumpida por el sonido del timbre que indicaba la vuelta a clases para todos los estudiantes, un sonido que aún con la costumbre de toda una vida no dejaba de alterarlo un poco por miedo a recibir un reproche, regaño o un reporte más en su ya manchado registro. 
Ante eso, el chico ajustó sus lentes y se dirigió a su salón de clases mientras tarareaba alguna canción bajo su aliento, distraído casi completamente con su entorno hasta que en el camino entre esta zona casi abandonada y el edificio principal de salones se encontró con Ramón, el único de los miembros de la banda con quién estudiaba y por ende pasaban tiempo juntos, aunque este estuviera un grado más arriba y por ende no pudieran compartir tanto como se esperaría de un par de mejores amigos

—¿Tai bien, Walalin?— preguntó con su estoica voz el pelinegro—no me gusta verte mal po, y te veí con ojos más perdidos de lo usual—

La respuesta corta era que no estaba de lo mejor y por eso prefería pasar un rato solo, algo que ya habían conversado y el pelinegro comprendió perfectamente bien, llevándolo a pasar el descanso tomando la siesta en el suelo de uno de los salones, algo a lo que todo el mundo se había acostumbrado y ya ni se tomaban el tiempo de reportar porque era un caso perdido a sus ojos.

-Ya sabei, es que me cansa tener a mi viejo atrás mío todo el tiempo y como que necesitaba tiempo pa mi-

El más alto asintió, conociendo muy bien la vida familiar del rubio y lo caótica que llegaba a ser. A pesar de que el capitán Zamora fuera la única figura paterna que acompañara a la banda en todas sus travesías musicales y por ende en su crecimiento como jóvenes y como grupo, no era lo más cercano a un padre ejemplar y ya todos se habían acostumbrado a tener que cuidar a Walala del estrés. La situación no mejoraba porque sus dos hermanos habían venido de visita a Santiago y se notaba que el rubio no soportaba un segundo más de vivir con una familia militar, los gritos constantes y las reglas que encontraba hasta ridículas en momentos

-ya, si queri después de clase nos vamos por ahí a una esquina a escuchar música, le decimos a los demás también- pronunció con una casi imperceptible sonrisa el de flequillo recibiendo por parte de su amigo un pequeño 'ta bien' antes de que cada uno de despidiera y fuera por sus respectivos caminos.
Fue al dar la espalda que como si se tratara del destino arreglando cosas, alcanzó a ver a la chica de antes en ese espacio entre pasillo y salón de clases, y como si creyera que fuera la última vez que podría verla fue de manera casi desesperada a poner una mano en su hombro, acción que fue recibida con un escalofrío y un pequeñísimo grito

-¡Tu!- exclamó él de lentes, captando sun más  la atención de la chica que no parecía muy a gusto con el contacto físico recibido y mucho menos con el hecho de que subiera la voz cuando literalmente estaba a su lado

-¡Vas a querer que me cague del susto o que!- exclamó igualmente, un tono de irritabilidad en su voz. Por suerte fue rápido que procesó quién estaba frente suyo y eso permitió que calmara un poco sus aguas

-Ah, eres tú... Disculpame otra vez, se re nota que llegué en un mal momento y ya me acostumbré a no ser super bienvenida- agregaste con una sonrisa incomoda en un intento por no agravar tanto la situación.

-No no, no es tu culpa, discúlpame a mi por no pensarmela, es que te juro que a veces no pienso en nada y te hice sentir mal, no era mi intención- dijo con cierto tono de preocupación el cual aumentaba más por el comentario de "no sentirse bienvenida". Ya parecía que tenía suma costumbre de atraer mala suerte a su vida, y no podía evitar sentirse como un absoluto sacowea por la idea de haber alejado a una nena extranjera de un momento de seguridad solo por su propio egoísmo, pensando en que seguramente la chica estaba sufriendo de algún tipo de acoso.

-¡no es nada grave! ¡Creeme! Si me sentí un poco mal pero no es la gran cosa— respondió mientras sonreía con dulzura —Es que desde que llegué aquí como que no tengo lugar donde estar o con quien quedarme,  nada más que eso, pero no es algo de echarle mente- agregó mientras movía las manos con cierta desesperación  en un intento de aclarar la situación, algo que su contrario encontraba bastante gracioso y hasta lindo -de hecho es tremendo milagro que hayas recordado mi rost- -

La pequeña charla sobre su vida y falta de relevancia se interrumpió con el llamado del profesor quien, si no hubiera Sido por el ruido que los dos muchachos generaban hablando, estaba a punto de cerrar la puerta con la joven afuera. En vez de continuar, la joven se despidió y fue rápidamente a su puesto, dejando al chico al pie de la salida aún un poco confundido respecto a que te referías y peor aun haciéndolo cruzar miradas con el maestro en cuestión quien se quedó observando a manera de reproche, algo a lo que el rubio ya se había acostumbrado y solo respondió con una sonrisa.
Ahora con la puerta cerrada en toda su cara fue el quien debía ir a su salón, algo que hizo corriendo con suficiente velocidad como para llegar en el momento exacto antes de que tuviera que recibir un sermón sobre responsabilidad y puntualidad y para llegar con el pulso acelerado y sudor en su frente

—¡P-presente!— exclamó mientras intentaba recuperar el saliendo, acto que por alguna razón parecía hilarante para sus compañeros quienes no dejaban de reírse por su existencia. El rubio solo los ignoró y fue hasta su puesto el cual también para mala suerte estaba en la fila de al frente, acción tomada por todos los maestros para 'aumentar su concentración' y no empeorar aún más su visión, pero que en el fondo el creía que era una forma de monitorearlo con mayor facilidad; no era que importara mucho, pues todo el resto de la jornada estuvo bastante fijado en pensar en el rostro de la chica cuyo nombre aún desconocía.

Pertenecer Cuando No Perteneces // Walala X Tú // Los Pulentos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora