Si Pete no hubiera llegado a tiempo

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VegasPete | Capítulo 14

Aunque sentía retumbar los latidos de su corazón en cada parte entumecida de su cuerpo, Pete no se detuvo en ningún momento. Aunque no encontraba el aliento y la sangre empapaba su ropa, siguió corriendo cuando bajó las escaleras. No atendió al lejano y apaciguado caos que aún se sucedía en algunos rincones de la casa, ni a los cuerpos sin vida con los que se tropezó mientras avanzaba.

En cada latido, en cada pensamiento, el nombre de Vegas punzaba con fuerza, intensamente, haciéndole daño. Y es que Pete había encontrado la respuesta, se había encontrado a sí mismo, cuando Vegas se había perdido por completo. No podía dejarlo solo una vez más. No quería huir de nuevo. Y estaba exhausto de intentar negárselo. No quería quererlo, pero no podía evitarlo. Ya no tenía fuerzas para seguir intentándolo.

Tomó aire cuando al fin distinguió su figura recortada en la penumbra. Su respiración agitada rompía el silencio y la apacible calma de las aguas de la piscina que coloreaban a Vegas en un brillo espectral.

Pete había tenido claro que tenía que encontrarlo, que quería ceder y estar con él, pero no había pensado en qué le diría. ¿Cómo expresar en voz alta lo que tantas veces se había obligado a callar? No había palabras para aquellos extraños sentimientos que lo ahogaban cuando estaba cerca de Vegas, pero que lo asfixiaban si estaba lejos de él.

Su cuerpo temblaba, su corazón insistía en temblorosos latidos. Pete se sobrepuso a la debilidad de sus piernas y al cansancio de su alma. A todas esas horas, a todas esas noches llorando en silencio, para que nadie lo viera. No importaban las palabras. Vegas lo necesitaba. Todo lo demás podía esperar. Él y aquellas dudas que lo habían martirizado día tras día lejos de él, podían esperar. Podían desaparecer.

Reanudó sus pasos, pero el estruendo que inundó el aire e hizo vibrar el agua lo detuvo. Rodo su cuerpo se paralizó. T, por primera vez en aquellas largas y caóticas horas, dejó de sentir los latidos de su propio corazón.

El luminoso azul del agua se tiñó con el brillante escarlata de la sangre. El cuerpo de Vegas ya no se delineaba en la oscuridad de la noche, ahora se mimetizaba en la claridad del agua, volviéndose uno con ella, en una extraña paz que nunca antes había encontrado. Una paz ensordecedora y atronadora para Pete, que era incapaz de volver a moverse, que no sentía el aire a su alrededor y que aún escuchaba el eco del disparo con el que Vegas se había quitado la vida.

Vegas se había suicidado.

Fue aquel pensamiento el que le hizo gritar, y aquel grito el que volvió a poner en funcionamiento su cuerpo, como una descarga eléctrica que recorrió cada músculo, cada hueso, cada lágrima inconsciente que descendía desde sus ojos. Corrió hasta la piscina y las piernas le fallaron al encontrarse con los ojos abiertos de vegas, aún perdidos y desesperados, ausentes, como cuando había abandonado la habitación sin mirarlo una última vez.

—Vegas... —Pete lo llamó con la voz quebrada, sin reconocerla como propia, sin oírse a sí mismo porque Vegas no podía escucharlo, pero conservando una estúpida y vana esperanza de que girara la cabeza para mirarlo de nuevo.

Tiempo después, Pete no recordaría cómo lo había sacado del agua, ni cuánto tiempo había permanecido a su lado, pronunciando su nombre, suplicándole que lo mirara. Solo una última vez. Quizás eso bastaba. O quizás solo habría sido más doloroso. Que lo viera y que se fuera. No ser un motivo para quedarse, para aguantar un poco más.

No acudió al funeral. No quería despedirse de él, ni verlo al lado de su padre hasta el final. Y para siempre. ¿Podrían haber empezado de nuevo? Solo ellos dos. No dejaba de repetir aquella súplica, aquella lejana fantasía que Vegas había propuesto una vez. ¿Se habrían librado de sus cadenas? ¿Su mano alrededor de la de Vegas habría evitado para que se encontrara de nuevo?

Cuando había corrido tras él, cuando trataba de alcanzarlo, Pete quería aceptar todo aquello. Esa vida juntos, donde fuera, como fuera. Había aceptado que quería estar a su lado. Quería estar a su lado y sentir lo que él le hacía sentir. Sin preguntarse por qué, si estaba bien, si estaba mal, o si le hacía daño. No importa. Solo quería estar con él.

Pero había llegado demasiado tarde. Se lo había negado demasiadas veces. Y Vegas no se había dado la vuelta, no lo había visto una última vez, allí, a su lado, dispuesto a ser él quien quisiera que fuera. Porque sabía que Vegas lo necesitaba. Porque Pete no quería perderlo, porque entonces también él se perdería sin remedio.

Y desde aquella noche no lograba encontrarse. Porque sabía cuál era su verdadero lugar, un lugar que ya no existía. ¿Habría pensado en él un segundo antes de acabar con todo? ¿Habría pensado en el daño que le haría? ¿Habría podido imaginar que su ausencia lo torturaría cada día de su vida, de una forma mucho más cruel que cualquiera que él hubiera usado en vida?

Lo que más dolía era conocer la respuesta. Vegas habría pensado en él y solo habría encontrado un motivo más para apretar el gatillo, para desaparecer creyendo que su muerte lo aliviaría y lo consolaría. Porque Pete nunca le había dicho la verdad, y Vegas nunca había dejado de disculparse. Sus últimas palabras habían sido un lo siento y un te quiero que Pete no había respondido. No había sido sincero, ni con él, ni consigo mismo. Y eso los había destrozado a los dos. Porque Vegas había creído que nunca sería suficiente, y Pete sentía que había tardado demasiado.

Acudía al templo con frecuencia. A veces para ver a Macau, incluso si se escondía para no ser descubierto. Macau iba constantemente. Parecía perdido, recomponiéndose poco a poco. El señor Korn lo había acogido en su casa, bajo su cuidado, pero él parecía estar aún esperando el regreso de su hermano. Pete no podía culparlo. Había empezado a acudir al templo porque no dejaba de preguntarse si habría una nueva oportunidad para ellos en otra vida, en una en la que sus caminos no colisionaran y pudieran encontrarse amistosamente, caminar juntos, como dos personas que solo querían estar juntas. Parecía un cuento de hadas, en cambio, una realidad imposible, cuando sus sueños se cubrían de la sangre de Vegas y sus ojos sin vida.

Nunca podía alcanzarlo, sus pesadillas no le daban esa posibilidad, pero Vegas a veces se giraba y lo miraba. Pete quería decirle lo que nunca dijo, pero nunca encontraba las palabras ni Vegas podía escucharlo. Nunca podría hacerlo. Y el único motivo por el que Pete seguía levantándose cada mañana era para decírselo una vez más cuando caía la noche. Porque solo él sabía lo que había ocurrido y lo que había sentido, solo él había conocido la verdadera mirada de Vegas, sus lágrimas, su sufrimiento y sus anhelos. Y necesitaba conservarlo, incluso si se desgarraba cuando su corazón sangraba y palpitaba el nombre de Vegas.

Podía soportarlo, porque era la única forma de sentirlo vivo de nuevo. A su lado. 

>*<

Primer oneshot. Siento el drama y la tragedia, pero es la tristeza porque ya no habrá capítulo este sábado lo que me ha hecho escribir. El próximo será feliz =) 

Cualquier comentario, crítica, lechuga, tomate, beso o abrazo, será bien recibido <3

¡Gracias por leer! 


What if...? | KinnPorsche The SeriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora