Tomé mi maleta y la puse en la cajuela rápidamente, junto a la de mi hermano Jack. Mi familia ya me esperaba dentro del auto, y una vez que tenía todo listo cerré la puerta de una vez para partir rumbo a toda velocidad a un lugar que los cuatro desconocíamos.

El trayecto iba silencioso, pero notaba la mirada de mi padre por el espejo retrovisor esperando una palabra de mi parte, pero yo me limité a desviar mi vista hacia la ventana, para solo visualizar cómo mi hogar iba desapareciendo en la lejanía. Creandome así mismo un nudo en la garganta con sabor a frustración y tristeza.

—Hannah —escuché la voz de mi padre decir, pero mi vista nunca se separó de la ventana. Donde se visualizaban los árboles altos a toda velocidad que desaparecían conforme se movía el vehículo.

Ante su insistencia, decidí contestarle para que me dejara en paz.

—¿Qué ocurre?

—¿Que qué ocurre? ¡Por amor a dios! —mi mandíbula se tensó al escuchar sus gritos— Si no fueras una irresponsable no estaríamos en esta situación, y lo sabes muy bien Hannah. Demasiado bien.

Mi mandíbula se tensó cada vez más, y mi semblante se tornaba cada vez más duro. No quería crear un escándalo, pero mi padre me estaba quitando mi poca paciencia. Yo no lo había obligado a escapar conmigo, él solo lo hizo y involucró a mi madre y a mi hermanito.

¿Entonces estas asumiendo que lo que pasó es mi culpa, y solo yo debo mantenerme al margen? ¡Maldita sea, yo no los obligué a venir! —golpeé fuertemente el asiento del conductor donde se encontraba mi padre, y pude notar a un costado como mi hermanito se hizo pequeño en su lugar a causa de los gritos.

¡ERES MI HIJA! Maldición, Hannah —golpeó el volante con furia—. Tus problemas quieras o no nos involucran. ¿Acaso pensabas que si nos quedábamos nada iba a suceder en tu ausencia? ¡Nos obligarían a decir dónde te encuentras! Una puta pistola en nuestras cabezas y pan comido para ellos.

¿Escuchas lo que dices? —entrecerre mi entrecejo y miré a través del espejo retrovisor, y al no oirlo agregar nada más seguí hablando— Perfecto, hazle creer a mamá y Jack que yo solo tuve la culpa de esto, y que tú eres el inocente —murmure, secamente.

Antes que pudiera contestar mi padre, mi madre habló para detenernos.

—Hannah, por favor.

No pude evitar lanzar una risa seca y sin gracia, pero preferí quedarme callada y mirar otra vez hacia la ventana.

—Hannah —habló nuevamente papá, y en ese instante mi paciencia terminó.

Sentí como un calor se instalaba en mi pecho y en mi garganta un nudo. Mi vista empezó a nublarse y el calor de mi pecho seguía creciendo. Quería gritar. En serio lo quería, y si unos minutos antes alguien me hubiera advertido que lo que haría a continuación iba a desatar un caos, no lo hubiera creído.

—¡YA BASTA! Mi garganta ardió al gritar sobre el silencio, y lo que sucedió después fue en cuestión de segundos.

Mi padre empezó a perder el control del vehículo, mi hermanito gritó asustado y mi madre exclamaba el nombre de mi padre y el mío. El auto dio vueltas y más vueltas, y se sintió como si todo sucediera en cámara lenta. Mi mirada se desvío por un mini segundo hacia afuera, y mi entrecejo se arrugó al ver una sombra entre los árboles de las calles desiertas. Un gran dolor se instaló en mi pecho, y lo único que pude sentir en ese momento fue como la muerte me acariciaba mientras todo se volvía negro.

Reino de cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora