Capítulo 1 - Moisés

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Se abrazaba a su padre con pavor. Apenas sabía de qué huía pero era la primera vez que sentía cómo el miedo hacía vibrar los ojos de sus padres. Los pasos de los soldados retumbaban por toda la estancia como si una carrera de caballos se acercara por el pasillo. ¡Abran la puerta!, gritaron desde fuera. Nadie se movió. El sótano estaba iluminado por una bombilla que se había desprendido al menos medio metro después del último terremoto. Su balanceo amenazaba con estamparse contra una de las paredes y hacer que la estancia oscureciera del todo. La sala se iluminó después de que los soldados derribaran de un solo golpe la puerta. Cayó a plomo aplastando al pequeño perro que llevaba un tiempo ladrando como loco en torno a ella. Los últimos lamentos del chucho dan paso al silencio total. En la estancia, una familia.

Cuatro soldados les rodearon. Vestidos completamente de negro, con cascos preparados para respirar un aire maldito por la radiación, armas más grandes que sus brazos y unas mochilas enormes a la espalda. Llegó caminando a la sala, como si no fuera con él el asunto, una especie de envoltorio transparente parecido a un huevo le cubría desde la cabeza hasta los tobillos. El general Stain era delgado, extremadamente delgado, vestía pantalones marrón claro, igual que sus gafas. Había perdido unos cuantos dientes las últimas semanas y su antigua sonrisa se había convertido en una colección de cicatrices.

El niño se abrazaba cada vez más fuerte a su padre: un activista que había tenido la mala suerte de acceder a unos cuantos documentos secretos y hacerlos públicos. Casi todos le llamaron loco, pero aquello predecía a la perfección lo que iba a pasar. Los pocos que le creyeron descansaban eternamente en algún pozo del antiguo Manzanares. Una suerte para ellos, pensaba ahora, porque no eran ya testigos del horror presente. Por fin, Stain estaba delante del hombre al que tanto había odiado, el hombre que había puesto en peligro su supervivencia y la de su creación. No hubo muchas palabras. Stain ordenó a tres de sus soldados que liquidaran a los padres. Mientras gritaban y preguntaban desesperados por lo que harían con su hijo les empujaron hacia la pared. El general les dijo que no se preocuparan por él, moriría abandonado en el jardín. Las súplicas y lágrimas de ambos no sirvieron para que un minuto más tarde, sus corazones ya no sirvieran para latir.

━¿Y a ti qué te pasa?, ¡mátalo ya! Max━ el cuarto hombre armado, llevaba liquidando gente todo el día, pero ese niño era distinto. Obedecía órdenes porque creía que era su deber librar a los supervivientes de una muerte segura en el ambiente contaminado de la calle. Pero ese niño... apenas sabía hablar y andar y ya había visto a sus padres morir. No sobreviviría en el jardín ni tres segundos.

━¿En qué estás pensando?- gritó Stain.

━Id, regresaré un poco más tarde. Tengo que enterrar a esta gente-.

━¿Desde cuándo enterramos a nadie? ¡Creo que has trabajado demasiado hoy y no tienes las ideas claras! ¡Quédate! Cómo se te ocurra salvar al niño, date por muerto, he jurado acabar con toda la estirpe de ese traidor y tú eres el brazo ejecutor, ¿lo recuerdas?

Ya tenía el dedo en el gatillo, el niño que apenas contaba 2 años, se movía en torno a la linterna como un mosquito a punto de ser aniquilado. Cuando abandonaron la estancia, bajó el arma. Sacó de su bolsillo un pequeño aro de luz y lo puso sobre la cabeza del pequeño, cayó dormido al instante. Lo guardó en su mochila. Le proporcionó un pequeño tubo conectado a su bombona de oxígeno. Al salir de la casa no había ni rastro de Stain.

No le sirvió de nada llamar a las patrullas más cercanas, el general había dado orden de que nadie le recogiera. Tendría que hacer el recorrido solo. Tras caminar varios kilómetros guiado por las huellas de los vehículos, algunos edificios en ruinas que reconocía y antiguos caminos, llegó exhausto a la ciudad, el único lugar del que escapar del ambiente excesivamente contaminado de fuera. Se identificó tratando de no dar síntomas de cansancio. Un brazo mecánico se acercó a él. Le cogió por la cintura y le introdujo tras las puertas de la primera barrera de protección. Una vez dentro lo lavaron concienzudamente. La máquina abrió la mochila donde estaba el niño que ni siquiera notó el chorro de agua fría que le recorrió el cuerpo. Al salir, cerró la mochila. Para no levantar sospechas aguantó las bromas de sus compañeros sobre la caminata.

━¡La próxima vez te dejaremos unas miguitas de pan para que no te pierdas!━ era la voz de uno de sus más estrechos compañeros, Gael. No sabía de qué se reían.

Ahora lo que le importaba es que el niño llegara a algún lugar seguro. Sólo conocía a una persona que pudiera ayudarle. Trabajaba en el servicio de palacio como cocinera. Tras ocultar al niño dormido durante tres días, se lo entregó en una caja de cartón. Era de noche, milagrosamente nadie le preguntó por lo que llevaba, era un hombre respetado. Eran sus asuntos. La cocinera apenas tuvo que dar explicaciones. La Propietaria siempre había querido tener un hijo.

Llamada desde 2222Donde viven las historias. Descúbrelo ahora