El pequeño monstruo en mi puerta

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La primera vez que mi puerta se abrió a media noche aún mojaba mi cama

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La primera vez que mi puerta se abrió a media noche aún mojaba mi cama. Siempre tuve miedo a la oscuridad, pero esa noche entre las tinieblas, conseguí a un amigo que quería jugar.

El chirriar de la puerta me despertó, pensé que tal vez era mamá, pero la figura oscura que se perfiló en la entrada no era ella, era algo más. Curiosa y un poco asustada, me senté en la cama aferrada a mis sábanas, sintiéndome completamente sola.

—¿Mami? —pregunté, aunque sabía que no era ella.

La puerta se abrió un poco más, lenta pero decidida, la madera crujiendo levemente con el sonido de las bisagras oxidadas haciéndole compañía. Tragué, a la vez que un escalofrío recorría mi cuerpo subiendo por mi espalda, dejando un camino de sudor frío por donde pasaba.

—Shhh —susurró la figura, y aquel único sonido heló la sangre en mis venas.

—¿Papi? —murmuré aterrada, casi al borde de las lágrimas, porque conocía esa voz, sin embargo, esa noche sonaba distinta— ¿Eres tú?

La puerta terminó de abrirse y clavé mis cortas uñas en las palmas de mis manos, que aún sostenían las sabanas como si de un escudo se tratase. Algo inmenso se formó a contra luz en el marco de la puerta, algo sin forma, sin rostro, una figura escurridiza que se iba adentrando poco a poco a mi habitación, sellando la entrada detrás de sí, acortando los pasos hasta mi cama.

—Vine a jugar... —aseguró aquella voz, que sonaba como la de mi padre pero cambiada— Será un secreto... Traje tus chuches preferidas.

El peso que había estado sintiendo en el pecho desapareció de golpe, fue como si la luz se hubiese encendido de repente... Era papá.

Se acercó a la cama y tocó suavemente mi cabeza enredando mis cabellos como siempre hacía, no podía verle la cara, pero sabía que sonreía.

—¿De verdad traes chuches? —cuestioné poco convencida, mamá no me dejaba comer chuches en la noche.

—Las que más te gustan —me aseguró, depositando un montón de ellas sobre mi regazo—. Pero no puedes decirle nada a mami, tiene que ser un secreto, o no podré traerte más regalos ni jugar contigo en la noche.

Sonreí emocionada al ver las chuches en mi cama, y sin pensarlo dos veces comencé a devorarlas.

—Es un secreto —repitió— ¿Lo prometes?

Asentí fuertemente con la cabeza, mi boca muy llena para hablar. Papá deslizó suavemente su mano por mi espalda y besó mi mejilla, depositando su frente sobre mi cuello.

—Tendrás muchas sorpresas, mi niña —susurró a mi oído antes de ponerse de pie.

Cuando la puerta volvió a abrirse y quedé sola en mi cuarto, sonreí abrazada a mi almohada, comiendo las chuches que me quedaban. Había conseguido un monstruo en la puerta, pero solo era mi padre, que había venido a jugar.

Esa fue la primera noche...

¿Conoces esa sensación extraña que parece propagarse por el ambiente y hace que tu cuerpo se tense? No puedes explicar cómo lo sabes, pero sientes que alguien te está observando, que algo en la oscuridad mantiene su mirada fija en ti... Bueno, mi padre volvió varias veces después de aquella, cada vez me traía algo nuevo, me decía que era un secreto y después de besar mi mejilla dejaba mi habitación. Me gustaban sus visitas, las esperaba con anhelo, pero un día todo paró, papá no vino más, no volvió a despertarme en la noche, en cambio, ahora era yo la que antes de caer el alba, cuando la oscuridad llenaba cada rincón del cuarto, se despertaba asustada, con la sensación de que algo o alguien me veía fijamente desde la esquina de la pared de enfrente. No importaba cuanto frotase mis ojos tratando de ver, lo único que se extendía frente a mi era la nada, la absoluta y más aterradora nada. Esa fue la época en la que mamá comenzó a revisar mi habitación antes de irme a dormir, cuando me explicó que no había nada en la oscuridad, cuando me enseñó que si me asustaba algo solo debía contar hasta tres, respirar lentamente y decirle a mis propios miedos que no eran reales.

Tenía cuatro años y el monstruo divertido había dejado de visitarme, ahora una sombra sin rostro lo había suplantado, y aparecía cada noche bajo una maléfica luna menguante, sentía que me observaba, pero no hacía nada, y era eso  lo que más me aterraba. Me escondía bajo la cobija y cantaba mi mantra, tratando de alejar todos los miedos... Pero un día, el monstruo que habiataba aquella esquina finalmente hizo su primer movimiento.

Desperté asustada con una mano sobre mi boca, el corazón latiendo tan fuerte que hacía doler mi pecho, quise gritar, pero la mano que con fuerza presionaba mis labios no me lo permitía. Creo que mojé la cama del miedo esa noche, creo que reconocí por primera vez el mostruo que me achacaba en la oscuridad... Ya no traía regalos, solo una cruel y desgarradora maldad. Sus ojos brillaron con el rojo de la sangre, su sonrisa se distorcionó hasta convertirse en una larga hilera de colmillos afilados que se acercaban a mi cuello.

<Uno, dos, tres... No eres real> pensé para mis adentros, mientras las lágrimas caían.

Unas garras comenzaron a subir por mis piernas, mientras yo tragaba el grito que no podía soltar, no entendía lo que sucedía. El monstruo de mis pesadillas había cobrado vida y ahora exigía su momento de jugar. Lloré y el pánico se apoderó de mi cuerpo cuando mi ropa interior mojada de orine se rompió , lloré y quedé en blanco, dejando mi cuerpo en la cama mientras yo flotaba como un fantasma sobre él... Lloré, porque no había otra cosa que pudiera hacer, yo había permitido que aquella criatura infernal entrara por mi puerta, yo había mantenido su secreto, era una niña y no entendía lo que me estaban haciendo... Oh, pero poco sabía mi monstruo que un dia crecería y sería yo quien lo asustaría.

 Oh, pero poco sabía mi monstruo que un dia crecería y sería yo quien lo asustaría

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Cuando se abre la puerta (#PGP2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora