𝐸𝓁 𝓅𝓇ó𝓁𝑜𝑔𝑜

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El Reino de Hawkins, un bello reinado donde sus habitantes vivían tranquilamente bajo el mando de su príncipe

Si, su príncipe, el reino no tenía Reyes, en su lugar, estaba el príncipe Steve Harrington, un joven que, a pesar de lo que tenía, prefería pasar el tiempo con sus amigos, fuera de su castillo

Aunque tampoco se quejaba de estar adentro del castillo, ya que estaban su bufón y su guardia, que, aunque los quisiera, les solía decir que eran demasiado... teatrales, su relación con su guardia no era una simple amistad, ellos eran pareja, y todos en el reino lo sabían, y también sabían que por el bien de su vida ahí, más les convenía no decirles nada, a menos que quisieran irse del reino.

¿Quiénes eran este bufón y este guardia que tanto le importaban a su majestad? Un joven de edad similar a él, era su guardia, Eddie Munson, un chico reconocido por los demás como ¨raro¨ y fue acusado varias veces por utilizar, según ellos, ¨magia oscura y satanica¨, y el joven bufón era conocido como Dustin Henderson, quien llamaba padres a los anteriores mencionados.

- ¿Desea usted, caballero Dustin, enfrentar su destino y finalmente destruir toda la maldad?- decía el joven Eddie, mientras hacía movimientos elegantes y libres, al rededor del nombrado

- Mi recorrido me ha llevado a esta importante decisión, sería una muerte segura, pero..- El niño dio una pausa dramática - TODO SERÁ POR EL PUEBLO- dio un gran salto hacia adelante, y en esa acción, lanzo algo

unos dados de madera cayeron sobre la mesa, rodando hasta terminar con un seis en cada uno

- UUUHHG- grito Eddie con dolor, y con pasos torpes, caía de espaldas contra el sillón que se encontraba detrás de él -Usted, joven guerrero, me ha derrotado- dijo para levantarse y hacer una reverencia frente del niño

Steve miraba todo esto desde la puerta de la sala en la que estaban, y empezó a aplaudir y silbar para felicitar a Dustin - Wow, una de sus mejores escenas hasta el día de hoy- el príncipe se acercó y dejo su corona encima de la cabeza del niño, era una de demostrarle su aprecio al niño, las palabras no eran muy lo suyo, así que utilizaba pequeñas acciones para mostrarles amor y cariño.

- Oh, benditos sean mis ojos para poder apreciar esta obra de arte frente a mí- habló Eddie y camino con pasos elegantes hacia donde estaba su amor, quien le dio una sonrisa

- ¿Y qué pasa con usted, señor ¨toda la maldad¨?- dijo Steve y dio media vuelta para quedar frente a frente con el caballero

- Pues, yo sería su prisionero, su majestad, así que no tendría más opción que, ya sabe, esposarme y llevarme a un lugar oscuro y solitario- Tarareo Eddie, mientras acariciaba el bien cuidado cabello del contrario - Oh, eso será definitivamente toda una molestia- respondió coquetamente el príncipe, acariciando la nuca del caballero, ahora llamado prisionero, pero su pequeño coqueteo fueron interrumpidos por un sonido ajeno a ellos

- Eddie y Stevie~ sentados en un árbol~ be-san-do-se~- dijo Henderson seguido por sonidos exagerados de besos, los otros dos en la sala rieron, uno más avergonzado que el otro

- Señor, lamento interrumpirlo, pero el deber lo llama- aviso una de las sirvientas en el castillo

El príncipe estaba algo desanimado, pero el deber era algo necesario, así que se despidió de su chico con un beso, y del niño con unas palmadas en la cabeza antes de tomar su corona y marcharse

- Ah! Steve!- escuchó gritar a Eddie, quien tan pronto asomó la cabeza por el marco de la puerta, le mando un beso junto con un guiño - Para el camino, su majestad~- el joven fingió atrapar el beso con la mano y se lo llevo al corazón

É𝓇𝒶𝓈𝑒 𝓊𝓃𝒶 𝓋𝑒𝓏, 𝑒𝓃 𝐻𝒶𝓌𝓀𝒾𝓃𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora