Pájaros que veis el amanecer mucho antes de que ni tan siquiera lo pueda yo soñar, quisiera saber por qué no habéis abandonado vuestro hermoso canto de la mañana, ése que trae el día y despierta a los mortales de su letargo. Ése que parece destapar las sábanas del alba con melodioso ímpetu. Ése que con ternura añade algo de paz y armonía a los monótonos rumores de las ciudades grises. El que traéis entre aleteo etéreo de piruetas imposibles en el aire y que golpea las ventanas y las puertas abriendo la vida. Los ecos en los parques y las plazoletas son la algarabía que corretea como el rumor del agua fresca de las fuentes. Aún no habéis acallado vuestro canto porque quizá no sepáis que el mundo ha llegado a su término.
Sol, que desde más allá de las montañas y las nubes, te yergues orgulloso, resplandeciente y cegador en mitad del cielo, hazme saber por qué no has apagado la llama épica y abrasadora que nos alimenta y nos da calor. Ese fulgor que crepita en el las alturas y que da color a cuanto nos circunda. Esa luz que ilumina nuestros pasos y acerca la esencia a nuestros ojos. Ese regio fuego que fulmina las sombras y las tinieblas, devora las brumas, las huellas de la lluvia, viste en el estío a los vientos de poniente con los humores de los calderos del infierno. Ese regalo templador del invierno y martillo cincelante del transcurso de las horas. No has ocultado aún tu luminosa presencia porque quizá no sepas que es el fin del mundo.
Mar, que bramas como gigante desde tus oceánicos dominios, hervidero de vida y profundidades insondables. Arrullo en los sueños del navegante, hermanadora de continentes, temible fiera en las tempestades de tu enojo. Juegas con la espuma en las orillas de la playa. Vas y vienes como muestra del enigma de todo que retorna a su origen. Golpeas con el oleaje las rocas de modo paciente hasta hacerlas arenas del tiempo. Azul, te tragas el cielo y la memoria de los hombres. Salado, como todas las lágrimas de alegría y de tristeza que vieron pasar las épocas. Vivo, como hogar que da vida en sus entrañas a cuantos te respiran. No has paralizado tus fuerzas porque tal vez no sepas que el mundo se acaba.
Estrellas, vosotras que dormitáis en la inmensidad del firmamento, y que, aún así, hechizáis con vuestros destellos zodiacales, servís de faro en las tinieblas de la noche cósmica. Acompañáis a nostálgicos y poetas. Vosotras que sin saberlo anunciáis victorias y derrotas. Cobijo de los indigentes y espejo ocular de los infantes. Los titilantes resplandores emergen desde la negra tinta del universo describiendo la senda de los viajeros siderales. Vosotras que preserváis el misterio de los misterios y que nos observáis desde lo más lejano y que en suma sois legión. Todavía brilláis con la intensidad del primer día y transformáis la noche en el infinito tapiz de los luceros porque quizá no sabéis que el mundo se está acabando..
Sabed, entonces, que es el fin del mundo. Y lo es porque he perdido a mi amor. El mundo acabó con su partida, y con su partida, mi vida y el resto de las cosas. Que enmudezcan los pájaros, se ensombrezca el sol, se detenga el mar y que se apaguen las estrellas que, faltando mi amor, el mundo dio su última vuelta.
Estoy buscando por la casa, por las calles, por mi cuerpo, algún resto, algún signo, algún vestigio de aquella promesa que hicimos de estar juntos hasta el fin de los días. Estoy buscando en la memoria las palabras y los gestos, las miradas y los besos. Estoy mirando en las grietas de las paredes y en los sumideros del baño. En los pliegues de la ropa, en la funda de las gafas, bajo las sábanas, en el orinal y en la caja de las pastillas. He mirado tras los cuadros, en el frigorífico, en las ollas y el verdulero. A veces me cuesta recordar qué ando buscando, entonces mientras voy de un lado a otro veo tu foto y enseguida me doy cuenta de qué es lo que tanto echo en falta y que parece que haga de mí un viejo rescoldo que se agota. Una lumbre que apenas se sostiene.
"Hasta el fin de los días" no era esto en lo que estoy, o cómo estoy, a veces sin saber dónde estoy, ni si vengo o voy. Necesito aclarar esta situación. He preguntado al señor que aparece en televisión pero siempre va a lo suyo, no me responde. Quizá le estoy poniendo en un compromiso. A veces cojo tu foto y te pregunto, pero tú tampoco me respondes. Esto me pone siempre muy triste y termino pasando horas llorando hasta que me agota el cansancio y me duermo. Cuando despierto veo tu foto caída sobre una de mis babuchas. Te recojo con cariño y te pregunto si te has hecho daño. Te pido perdón por escurrirte de entre mis dedos. Aún no me has pedido perdón tú por haberte escurrido de entre mis brazos y desaparecer. Te ofrezco un café que siempre termina enfriándose en la mesa del salón. Hace tiempo que nadie llama preguntando por ti. Con tantas amistades que tenías no sé qué habrá pasado. Llevo mucho tiempo haciendo planes pero nunca me acompañas. Viajar en soledad no tiene nada que ver a cuando lo hacías conmigo.
A veces me da la madrugada asomándome al balcón por si te veo venir por la calle y me preocupo por si te ha pasado algo. Luego cojo tu foto y me echo a llorar en la cama hasta que me vence el sueño. Cuando olvido tomar las pastillas me parece oír tu voz por la casa y me pongo a buscarte hasta que me canso y me siento a leer una revista. Muchas veces dejo de tomarlas porque necesito oírte, aunque sepa que no voy a encontrarte en la casa.
Me gustaría que estuvieras aquí para que vieras lo grande que está el limonero. He dejado la escalera apoyada al tronco para que cuando vengas no se te olvide recoger los que están más alto. Yo me tengo que conformar con coger los que caen al suelo. Desde que no estás tengo un temblor en las manos muy raro y a veces se me caen las cosas. Son tantas las razones por las que te echo de menos. Me he dado cuenta de que me he hecho mayor desde que tú no estás, y ya no me gusta mirarme en el espejo. A veces no reconozco a esa persona que me mira. Entonces vuelvo a coger nuestras fotos y no me tomo las pastillas para oírte reír con mis cosas.
No quiero dejar de echarte de menos aunque me duela. No quiero olvidar cuánto nos quisimos hasta el fin de los días. Me entristece buscarte y que no estés. Me apena aún más pensar que un día no recuerde nada de esto, ni quiénes son los que aparecen en las fotos, ni quién soy yo y qué hago aquí. No tardes en venir mi amor. Hace tiempo que me duele vivir.
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